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ARTÍCULOS Las redes familiares, comunitarias e institucionales como capital social indígena en la solución de problemas cotidianos. El caso de León, Guanajuato Marco Antonio Rocha Alba
Las redes familiares, comunitarias e institucionales como capital social indígena en la solución de problemas cotidianos. El caso de León, Guanajuato
Marco Antonio Rocha Alba 1
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Resumen
Si bien la ciudad de León, Guanajuato histórica y culturalmente se ha pensado como no indígena, en las últimas tres décadas se ha convertido en un destino temporal y definitivo para indígenas migrantes de seis grupos culturales bien identificados: purépecha, otomí, náhuatl, tzotzil, mixteco y mazahua. Esta situación acarrea para estas poblaciones serias dificultades en el proceso de inserción a la ciudad, lo que genera escenarios de discriminación, racismo y exclusión. Dado este panorama de desventaja social, el presente artículo describe tres de las principales estructuras de redes (familiar, comunitaria e institucional), y procede a explicar cómo aquéllas constituyen un capital social para solucionar los problemas cotidianos y, de hecho, ir más allá de la mera sobrevivencia propiciando (no para todos los grupos) escenarios económicos más rentables.
Introducción
Desde el último tercio del siglo xx el municipio de León se ha convertido en una escala temporal o definitiva para los y las migrantes de distintos grupos culturales: náhuatl (Guerrero y Veracruz), purépecha (Michoacán), otomí (Querétaro), tzotzil (Chiapas), mixteco (Oaxaca) y mazahua (Estado de México). De los 1’578,626 habitantes leoneses que registró la Encuesta Intercensal en 2015, el 8.73% de la población se consideró indígena y apenas el 0.21% (de 3 años y más) habla una lengua indígena (INEGI, 2015).
Como Cathia Huerta (2012) señala, los migrantes y, en particular, los que provienen de pueblos indígenas, enfrentan una serie de retos y dificultades al momento de instalarse en León. A grandes rasgos, las desventajas conciernen a la vivienda, empleo, desconocimiento urbano y discriminación étnica (Jasso, 2011) agravada en no pocas ocasiones
por el monolingüismo, la vestimenta tradicional y determinados rasgos físicos como el color de piel (Rea Campos, 2017). Estas condiciones convierten a las ciudades de destino en terrenos de desventaja social (p. ej., para adquirir un empleo con seguridad social, cursar una carrera universitaria, adquirir una vivienda) lo cual genera vulnerabilidad y desprotección.
En este escrito se pretende dar cuenta de cómo estas poblaciones, pese a sus condiciones de vulnerabilidad estructural, consiguen con relativo éxito mitigar algunas desventajas, y, limitadamente en ciertos casos, construir escenarios exitosos que les reditúan ventajas principalmente económicas. Para cumplir con esta descripción, se analizarán las relaciones interpersonales que importan estas poblaciones desde sus lugares de origen, así como las que conforman en la ciudad, considerando que estas relaciones fungen como un mecanismo adaptado a la ciudad que da pie a estrategias personales, familiares y comunitarias a la hora de vivir en una ciudad como León que histórica y culturalmente se ha constituido como no indígena.
De manera esquemática, la exposición describirá las redes familiares, comunitarias e institucionales que han establecido estas poblaciones, a sabiendas de que cada grupo es distinto en lo que se refiere a su cultura y a la trayectoria citadina construida. Otro aspecto a destacar es que estas redes no suelen tener un carácter circunstancial o pasajero (aunque puede darse el caso), más bien, son parte de un capital social 2 que, como tal, es producto de inversiones institucionalizadas de otros capitales, tiempo, recursos, estrategias, etcétera (Bourdieu, 2001).
La descripción es producto de una serie de entrevistas, observación directa (en una institución indigenista) y participante en Zona Piel, que es un área comercial de gran afluencia de mazahuas, nahuas, y otomíes. Este ejercicio de recolección duró cerca de 12 meses.
Lazos familiares, comunitarios e institucionales
En el proceso migratorio, las relaciones interpersonales del migrante juegan un papel central. Ello se observa desde la elección del destino hasta la obtención de un empleo, pasando por favores como
2 Según Pierre Bourdieu, capital social se refiere a
“La totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuos [...] En la práctica, las relaciones de capital social sólo pueden existir sobre la base de relaciones de intercambio materiales y/o simbólicas (Bourdieu, 2001: 148-9). Lo anterior se traduce a que nuestras relaciones interpersonales resultan valiosas si se llega a obtener algún beneficio, por ello “la función más común atribuida al capital social es con mucho la de fuente de beneficios mediados por una red más allá de la familia inmediata” (Alejando Portes, 1999: 252).
el hospedaje, consejos y transmisión de información que redunda, por decir lo menos, en una sensación de seguridad y confianza para el recién llegado a la ciudad. Esta dinámica ciertamente puede abarcar una diversidad de personas, no obstante, se han identificado a los familiares, la comunidad y las instituciones como los principales (aunque no los únicos) prestadores de ayuda en el proceso migratorio indígena.
Es importante mencionar que cada uno de estos tres “prestadores de ayuda” proveen un apoyo distinto, lo que conlleva que su impacto no sea el mismo en la solución de problemas cotidianos. Ante el mosaico de apoyos e impactos, nos centraremos más en los eventos que con mayor regularidad se presentan, a fin de mostrar que el capital social familiar y/o comunitario -no siempre efectivo- facilita mucho de la vida cotidiana de estas poblaciones.
Redes familiares
Hoy en día es común que la familia sea un importante sostén para sus miembros. Esta realidad, no es distinta para las familias indígenas en León; sean familias nucleares o extensas, persiste la tendencia a que entre miembros se apoyen mutuamente. Los apoyos son variados, y pese a ello, encontramos que son comunes los préstamos de dinero, información, hospedaje, cuidado de hijos, préstamo/obsequio de mercancía (comercio), apoyo moral y favores diversos que tienen su sentido y valor en el devenir cotidiano de una ciudad culturalmente no indígena, económicamente terciaria y con una lógica urbana voraz.
No perdiendo de vista que la familia suele ser la primera instancia de apoyo, podemos avanzar hacia una descripción específica de cómo las familias llegan a convertirse en un mecanismo que disminuye o suaviza las dificultades económicas. Para explicar este proceso, suscribimos un ejemplo proveniente de una familia purépecha:
Es habitual que familias purépechas se dediquen al comercio informal de alcancías de yeso/barro o muebles de madera. Esta actividad económica, que regularmente se desempeña caminando por colonias, tianguis o en fiestas patronales, conlleva el involucramiento de los familiares, es decir, predomina una división de tareas que los distintos miembros asumen según valores, creencias, género y otros condicionantes.
La participación diferencial de los familiares en la actividad económica (preparación de mercancía, venta, cuidado de hermanos pequeños, etc.), por otra parte, nos permite observar que la familia funge como un enlace que une a León con el lugar de origen o algún otro sitio. Esto lo observamos cuando el abastecimiento de
mercancía es motivo para mantenerse en contacto con los paisanos en el pueblo y así poder establecer o renovar vínculos comerciales, tradicionales, festivos y religiosos con el lugar de origen.
Los ejemplos anteriores si bien hacen referencia particular a ciertas familias purépechas, lo cierto es que son generalizables hacia las familias de otros grupos étnicos, debido a la importancia de las redes familiares ya sea en el proceso migratorio y/o en “la venta”. En concreto, los apoyos intercambiados entre familiares se tornan claves para afrontar las dificultades que impone el contexto leonés; por lo tanto, es posible afirmar que las relaciones familiares, cuyas dinámicas internas son cambiantes y quedan sujetas a la influencia del contexto urbano, figuran como un mecanismo confiable, efectivo y de primera mano en la generación de escenarios cotidianos más prometedores.
Otro aspecto relevante inscrito directamente en el ámbito familiar se refiere a lo que podemos llamar reproducción cultural. En este caso, la familia es un espacio central y decisivo para la transmisión cotidiana del idioma, costumbres, tradiciones, formas de ver “el mundo”, entre otros elementos culturales que sirven en la construcción de la identidad cultural personal y del grupo. Una entrevistada náhuatl nos da una idea del proceso:
Nosotros pos hace apenas seis años que vivimos aquí en la ciudad y los demás años pos estábamos en los pueblos, a mí no me gustaría que, que vivo aquí seis años y voy a llegar a mi pueblo y voy a hablar español... que los hijos ya no puedan entender a sus abuelitos o que ya no puedan hablar [náhuatl] que me da pena, van a decir “no pos seis años y ya viene hablando en español” (Mujer náhuatl de Veracruz, 27 años).
La relevancia que detenta la familia en el tema de la reproducción cultural, que, visto desde otro ángulo analítico podemos denominar control cultural 3 (Bonfil Batalla, 1991), se refiere fundamentalmente a que es en el seno familiar donde tiene lugar la acumulación y/o fortalecimiento del capital étnico 4 (capital cultural). Entre familiares se desarrolla el
3 Entendemos por control cultural la capacidad del individuo y grupo de disponer y administrar material y simbólicamente determinados elementos culturales. En este caso, una familia ejerce control sobre su idioma, tradiciones o algún otro elemento cultural valorado. (Incluso, la propia valoración sería parte del control). 4 Por ejemplo, el aprovechamiento de ciertos recursos institucionales (becas, proyectos, programas, espacios de venta) cuya finalidad sería el mejoramiento de la calidad de vida, acceso a la educación, mejores empleos, etcétera. Por otra parte, ese capital cultural -o capital simbólico en términos de Bourdieu- jugaría a favor de esta población en situaciones donde el reconocimiento hacia, digamos “sus artesanías”, puede representar mejores ventas. Asimismo, situaciones donde el idioma permite crear un circuito comunicativo privado e inaccesible, lo que es valioso en términos de seguridad y de reconocimiento (en espacios donde se celebra el folclore).
sentido de pertenencia, se realizan costumbres y/o tradiciones o se cultiva el idioma. 5
Todo ello, estimula la continuidad de los elementos culturales, generando un efecto de resistencia cultural de cara al contexto urbano discriminante, racista y dominante para quienes se presentan como el Otr@.
Ahondando en la resistencia cultural, presentamos la experiencia compartida por un hombre purépecha cuando en alguna ocasión se le agredió discriminatoriamente:
Sí me decían eso, sí me han dicho indio”. Y pos yo, yo no me ofendo. ¿Por qué? Más bien yo me defendía, si ellos me decían “indio” yo les decía: “yo soy legítimo mexicano y ustedes no” (Hombre purépecha, 63 años).
Con ese testimonio es posible observar una muestra de resistencia, y, asimismo, observar un manejo contencioso de la identidad cultural. Lo importante a considerar, es que la resistencia cultural (fomentada en gran medida en los hogares) se desdobla, entre otras cosas, en discursos que apelan al “purismo” o a “medir” quién es más legítimo. 6
La comunidad
Al igual que la familia es un mecanismo de apoyo (lo que coadyuva a crear escenarios económicos más rentables) y de reproducción cultural (tendiente a la acumulación de capital étnico), asimismo, las redes de paisanos (con o sin filiación) coadyuvan en uno u otro sentido.
En lo referente a la comunidad como mecanismo de apoyo, los y las paisanas propician favores como préstamos de dinero, herramientas, mercancías, cuidado de hijos, transmisión de información entre otros diversos favores y/o apoyos. Conviene recalcar que, sobre todo en escenarios de dificultades como el leonés, la dinámica de realizar, aceptar y
5 Son interesantes las palabras de la entrevistada: “que me da pena, van a decir ‛no pos seis años y ya viene hablando en españolʼ”, toda vez que entrevén una sanción por parte de la comunidad de pertenencia (en el pueblo) sobre el desuso del idioma. Este asunto, en lo que concierne a la comunidad náhuatl de Veracruz, nos invita a reflexionar procesos de re-construcción de identidad, el problema de la libertad personal y la restricción comunitaria, mecanismos de control como “pena”, entre otros temas que nos ayuden a ampliar el panorama explicativo sobre las dinámicas culturales de los y las migrantes indígenas en León. 6 Ese testimonio, como el presenciado en Zona Piel cuando una mujer mazahua se defendió de la interpelación (en el sentido de Althusser) “pinche india” con la expresión “india sí pero no revuelta” (diario de campo), nos da pie a pensar en las estrategias discursivas, que si bien pueden ser contradictorias, ignorar procesos históricos (indigenismo) y legitimadoras de un orden social (“la nación mexicana”), ciertamente son elementos imbuidos en el proceso de auto-definición; como apuntara Michel Foucault, “[el] modo en que un ser humano se convierte a sí mismo o a sí misma en sujeto[a]” (Foucault, 1988: 1). No obstante, estos discursos no siempre ni en todos los casos son empleados por estas poblaciones; y ello depende el nivel de politización.
devolver favores (Marcel Mauss) fortalece la confianza entre los paisanos; es decir, estrecha el compañerismo que garantiza el apoyo mutuo para eventualidades.
Por otra parte, la comunidad se torna relevante porque en su seno se presenta un seguimiento colectivo de algunas costumbres y prácticas que posibilitan el proceso de reproducción cultural tanto familiar como personal. Ejemplos de lo anterior, se observan en el caso mixteco que aún practican el tequio o alguna forma adaptada de apoyo mutuo (Fuentes Creollo, 2003); en los purépechas, ciertas fiestas como el Año Nuevo purépecha; en los tzotziles, el comercio de vestimenta tradicional representa tanto su actividad económica como un elemento cultural.
Por lo que se refiere al grupo mazahua, las redes de paisanos han colaborado desde hace tres décadas a incorporar varias familias en el mercado de artículos de piel. Los primeros paisanos gradualmente produjeron un conocimiento práctico sobre la producción y comercialización de los artículos de piel (bolsas, llaveros, cintos), y posteriormente prepararon las condiciones para que varias familias al día de hoy posean puestos fijos y locales con lo cual compiten con relativo éxito con los leoneses. Similarmente, el grupo tzotzil, cuya presencia es más reciente que aquél, ha conseguido instaurar un mercado informal de trajes tradicionales por intermediación de familiares y paisanos (han establecido una cadena de comercialización desde su pueblo). Basta echar un vistazo a la calle Madero.
La exposición de cómo las redes de paisanos han posibilitado la creación de escenarios económicos si no exitosos con una rentabilidad suficiente, entraña lo anteriormente descrito: procesos de apoyo mutuo familiares y comunitarios y reproducción cultural. De ello da cuenta el caso tzotzil con su mercado de vestidos tradicionales o los nahuas y mixtecos que, en tanto tejedores de palma, recurren a sus redes de paisanos para producir o comercializar artesanías de este material. 7 En cualquiera de los casos, persiste una dinámica de apoyo mutuo (p. ej. pedir un favor relacionado a la actividad económica) y de determinados rasgos culturales (artesanía revestida de capital étnico y simbólico, que bien pueden vender en un tianguis como en un museo).
No obstante, es necesario precisar que, contrario al pensamiento naturalista que
7 En este sentido, cabe agregar a los mazahuas que laboran en Zona Piel. Este grupo, igualmente conlleva un proceso de reproducción cultural y de apoyo mutuo. Su comercio de artículos de piel y sintético no se contrapone, y más bien, nos señala un aspecto más del control cultural: la capacidad de apropiarse y/o manipular (de manera simbólica y material) objetos, procedimientos, tecnologías, ideas, etc., con otros orígenes culturales. De hecho, esta afirmación es extensiva a los demás grupos; lo que ayuda a desmitificar el mito del “indígena primitivo”.
proyecta a la población indígena siempre como una comunidad armoniosa, lo cierto es que no todos los grupos en León conforman una comunidad en el sentido antes señalado; y esto se refleja específicamente en la ausencia de trabajo comunitario, que implicaría, entre otras cosas, una organización, objetivos y autoridades reguladoras. Por lo anterior y para todos los grupos, conviene reconsiderar que una comunidad indígena se erige más como imaginaria que real, es decir, una comunidad de referencia a la cual uno puede o no adscribirse sin que ello implique forzosamente la adopción de costumbres, normas, valores, prácticas y demás elementos que normalmente estructuran a una comunidad del tipo indígena.
Por último, vale subrayar que cuando hablamos de “organización comunitaria” ya sea en la conformación de un nicho económico (mazahuas, otomíes y tzotziles), en el trabajo comunitario (mixtecos) o en la celebración de alguna fiesta, nos referimos a grupos reducidos de paisanos antes que a la totalidad del colectivo. Esta situación puede explicarse por una particularidad cultural del grupo, conflictos históricos (suscitados desde los pueblos) o por las propias vicisitudes de vivir en la ciudad (divisiones partidistas, competencia desleal en el comercio o fricciones en la repartición de recursos institucionales).
Redes institucionales
Las instituciones representan entidades que los familiares y paisanos han decidido incorporar a sus redes. Llamamos instituciones a asociaciones civiles, iglesias, universidades y dependencias de gobierno. Las redes institucionales no vertebran a las familias ni comunidades, más bien, son agentes externos y puede o no estar presentes (contingentes).
Las instituciones se tornan relevantes por la razón de que generalmente figuran como espacios para obtención de recursos de diversa índole. Para ilustrar esta situación, es de destacar la existencia de un colectivo 8 (cuyos miembros tienen distintas adscripciones) organizado en aras de conseguir permisos y apoyos para montar exposiciones “artesanales indígenas” en plazas públicas. Otro ejemplo, es una asociación civil de comerciantes fijos y semifijos mazahuas y mestizos que, como grupo, defienden los intereses de su actividad económica en Zona Piel. 9
Sin embargo, no siempre las redes institucionales se cifran estrictamente a lo económico; las universidades (Iberoamericana, Instituto Lux, Universidad de Guanajuato) o asociaciones
8 Hasta el periodo investigado, este colectivo estaba en proceso de conformarse como una asociación civil. 9 Para el caso del colectivo y la asociación civil de mazahuas y mestizos, sus relaciones con instituciones de gobierno son estrechas; principalmente a través del Consejo Consultivo Indígena, la Dirección de
Mercados y Casa de la Cultura.
civiles (Centro de Desarrollo indígena Loyola) aportan a la relación asesorías diversas (jurídicas, de Derechos Humanos, género), cursos y talleres, servicios educacionales, gestiones varias, etcétera. Estas aportaciones, vistos como recursos, son parte de una dinámica de reciprocidad toda vez que la población indígena circunstancialmente aporta parte de su capital cultural, lo que en última instancia da sentido a la existencia y acción de aquéllas.
Sin afán de reducir, la vinculación de las redes familiares y comunitarias con las instituciones se bifurca: fortalecimiento económico y asistencial con arreglo al desarrollo personal y familiar. Los intereses económicos suelen dominar, y como tales, pueden ser analizados desde una óptica estratégica e instrumental que nos sugiere el empleo de ciertas fórmulas para obtener un fin:
“Hemos metido los papeles para un proyecto de unas mujeres para costura... pues nos habían venido a proponerlo, para que organizáramos unos grupos, entonces platicamos con nuestros paisanas, y pues sí, decidimos que sí nos gustaría aprender corte y confección y pues hacer así cosas... pues se formaron varios [grupos de mujeres].
Ya cada quien hizo su grupo y nosotros hicimos el nuestro pues, el de los purépechas” (Mujer purépecha, 30 años). No obstante, si bien es cierto que una institución puede proveer algún recurso relevante para la persona, familia o comunidad, ante todo subyace la decisión del agente a rechazar e incluso romper el vínculo con las instituciones.
Consideraciones finales
La descripción de las redes familiares, comunitarias e institucionales y sus dinámicas ha mostrado cómo estas relaciones interpersonales se convierten en un capital social. Y en tanto capital, puede ser invertido no solamente para remediar las dificultades cotidianas sino en un proceso de empoderamiento amplio y gradual (no absoluto, totalizante ni determinante) que combine otras esferas de la vida social. Como si de economía se tratara, el capital social se invierte para acumular otros capitales (étnico, económico, escolar, político); de ello depende el tipo de estrategia que se siga, y como hemos visto, una estrategia de muchas es la amplitud y diversificación de las redes sociales (invertir en capital social).
Pese a que las redes familiares y comunitarias (empíricamente fundidas empero analíticamente separables) son un mecanismo de primera importancia para solucionar problemas y, más aún, crear oportunidades de diversos tipos, lo innegable es que persisten condiciones
estructurales que limitan las posibilidades de estas poblaciones. Ello se observa en la actividad económica precaria (empleos informales), la poca o nula educación (que impacta tanto a padres como a hijos), discriminación y otras tantas situaciones más que vulneran y desprotegen a estas poblaciones.
Para terminar, si bien pensamos necesario un acercamiento real, horizontal, comunicativo y sensible a las diferencias culturales, creemos que ello conlleva comenzar por entender (comprender) los procesos de auto definición y de cómo “los leoneses” definen a estas poblaciones. Es decir, situarnos en el terreno de la definición; en el juego de quién define a quién y bajo qué criterios políticos e históricos.
Referencias
Bourdieu, Pierre. (2001). Las formas del capital. Capital económico, capital cultural y capital social.
En Poder, derecho y clases sociales (131-164). España: Desclee de Brouwer Bonfil Batalla, Guillermo. (1991). La teoría del control cultural en el estudio de procesos étnicos.
En Estudios sobre culturas contemporáneas, Vol. IV, Pp. 165-204 Fuentes Creollo, A. J. (2003). La intervención social con indígenas migrantes. México: Universidad
Iberoamericana León y Ce-Acatl Foucault, Michel. (1988). El sujeto y el poder. En Revista Mexicana de Sociología, Vol. 50, Pp. 3-20 Huerta Arellano, Cathia (Coord.) (2012). Situación de los migrantes indígenas en León, Guanajuato, 2012. México: Dirección de Desarrollo Social y Humano Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2015). Encuesta Intercensal 2015, México Jasso Martínez, I. J. (2011). Vulnerabilidad y población indígena en León, Guanajuato. En Ide@s
CONCYTEG, Vol. 75, Pp. 1113-1136 Portes, Alejandro. (1999). Capital social: sus orígenes y aplicaciones en la sociología moderna. En
De igual a igual. El desafío del Estado ante los nuevos problemas sociales (243-267). Argentina:
Fondo de Cultura Económica, Siempro y Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Rea Campos, Carmen. (2017). La construcción y el peso del discurso racial en México. El caso de los jóvenes estudiantes en la ciudad de León, Guanajuato. En Sociológica, 32 (91), Pp. 1-37.