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La tulipomanía.

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sueños.

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María Adela Díaz Párraga.

El primer tulipán se plantó en Holanda, hace mas de cuatro siglos, fue un rumboso regalo que le hizo Turquia al botánico Carolus Clusius. Y no se podía figurar, la aceptación que iba a tener. Todos los señorones, los plantaron en sus jardines, porque fardaba la mar cultivar tulipanes, que eran carísimos. Tanto, que se creó una unidad especial de medida, el “perit”, que equivalía a poco menos de 60 miligramos, para valorar rigurosamente los bulbos, utilizando balanzas de precisión. Habia nacido, La Tulipomanía, y se llegaron a pagar por un bulbo hasta 10.000 florines, en aquellos tiempos un fortunón, incluso cambiándolos por casas y por naves. El Almirante Liefken, de 400 perits, fue por el que más se pagó en toda la historia de los tulipanes. Se crearon Bolsas de Flores en Leyden, y otras ciudades holandesas.

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Recuerdo de esa locura floral, es el gusto de los holandeses por las flores, presente en las subastas de Alsmeer, la mayor del mundo, donde se venden y se compran alrededor de tres millones de flores al día. La exposición más famosa, es la Keukenhof, en Lisse, un pueblecito acogedor, amparado en las dunas del Mar del Norte

El primer tulipán, se plantó en Leyden, en el Jardín Medicinal, un vivero de plantas medicinales, que es el más antiguo de Holanda, y en él tenía su jardín Carolus Cusius. Separado del resto del vivero, tiene el mismo diseño, con el que lo creo en el siglo XVII. También hay un jardín tropical, que les parecerá algo insólito en tierras tan frías, pero que se mantiene a base de estufas. Durante años, llegaron a él, tomates, cacao, plátanos, orquídeas, helechos, palmeras, árboles centenarios y especies indostánicas en extinción. Y hay una gran extensión, dedicada exclusivamente a los tulipanes.

Leyden ha dado personajes curiosos, como el burgomaestre que en tiempos de sitio, ofreció su brazo a sus convecinos para que no murieran de hambre. Menos mal que las cosas se solucionaron, y desde entonces, se recuerda este hecho en octubre, cuando el burgomaestre reparte entre el pueblo pan blanco, arenques y un puré, Hutspot. Aquí nació Rembrandt, vivió Descartes, y Einstein enseño en su universidad. Museos, casonas señoriales jalonando los canales, patios floridos, y cafetitos deliciosos, donde es una gozada beber chocolate con ron en los días fríos.

Y no vuelvan sin probar su sabroso queso, de los más antiguos, un pizquín salado y perfumado de comino.

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