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El pimentón murciano.
from GASTROLECTURAS VOL 3
by um395
María Adela Díaz Párraga.
El pimiento nos llegó de América, que es su lugar de origen y, en varias tumbas de Perú se han encontrado cáscaras, que tienen alrededor de dos mil años. Colón se los trajo en sus carabelas, al regreso de su viaje, y arribaron a nuestro país en 1.493.
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En la región murciana empezaron a cultivarse en el XVI y los primeros fueron los frailes del Monasterio de San Jerónimo, en unos rodales de tierra que poseían cerca de la Rueda y de la Acequia Mayor de La Ñora. A lo mejor, por eso tomaron el nombre de “ñoras”, esos pimientos de bola que se extendieron por toda la provincia yque están buenísimos, tanto si se comen frescos, cuando tienen ese color verde brillante, como si los secan al sol. Que hay que ver la gracia que le dan al menestral arroz y habichuelas o cuando se emparejan con los huevos fritos.
El cultivo se extendió por la ribera del Segura y con los primeros años del XX, el pimiento destinado a elaborar el preciado pimentón, se aposentó sobre todo en Espinardo, llenando su entorno de aromas fuertes, exóticos. En aquella época, los agricultores de la ribera, hacían las almajaras o semilleros y luego vendían la planta a otros agricultores. Por su buenísima calidad, han sido celebres los pimientos de Santomera, El Esparragal y Molina del Segura.
El pimentón es el polvo de los pimientos encarnados secos, dulce o picante, según la variedad que se muela. En esta tierra, se utiliza en la elaboración de los embutidos y en casi todos los guisos. ¿Y saben cómo empezó todo? Dicen que, a principios del siglo pasado, la Tía María, una vecina del Llano de Brujas untaba con aceite los pimientos y luego los tostaba un poquito en el horno, dándole un brillo magnífico que los vendía muy bien. Y se le ocurrió que, machacándolos en un mortero, podrían servir como condimento, ¡y menuda idea tuvo! De las manos le quitaban aquel polvillo tentador. Amplió el negocio, haciendo moliendas de varias arrobas, que no eran para un mortero, así que utilizaba el molino harinero de unos parientes de Orihuela. Todo iba bien, pero la Tía María tenía la legua larga y no supo guardar el secreto de su fórmula magistral. Y un par de avispados, el Tío Lirón y su compadre El Fraile, le hicieron la competencia, montando su negocio con aires industriales, en lo que había sido pura artesanía casera. Algo bueno salió, porque así se inició una de las industrias más ricas e importantes de nuestra Región.
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