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El arte de curar. Salvador Zamora.

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sueños.

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La medicina durante muchísimos años ha dedicado toda su atención a curar las enfermedades que padecemos y hoy podemos afirmar que los profesionales sanitarios, saben curar muchas enfermedades y tenemos una sanidad en el mundo desarrollado que se puede calificar de excelente. Siempre hay excepciones, claro está. Ahora bien, podemos resumir diciendo que el sistema sanitario espera hasta que un individuo enferme para, a continuación, proceder a curarlo.

Es sabido que en la medicina preventiva tenemos las grandes campañas de vacunación que evitan importantes enfermedades incluso las erradican: viruela, varicela., sarampión, hoy el covid, difteria, tétanos, tosferina, hepatitis B, polio, neumococo, meningococo C, triple vírica, papiloma etc. Tanto de origen bacteriano como viral y funciona con una eficacia excelente. Nos referimos a un grupo de enfermedades muy frecuentes, que afectan a un grupo muy importante de la población, como es el caso de las enfermedades cardiovasculares que, además, en el momento actual siguen siendo la principal causa de muerte, por encima incluso del cáncer. Nos referimos también a algunas enfermedades metabólicas como el sobrepeso y, sobre todo, la Obesidad e igualmente incluiríamos a algunas hepatopatías como el Hígado Graso. Varios tipos de enfermedades posturales relacionadas con niños y adolescentes con mochilones, sillas y mesas inadecuadas y sedentarismo deberían considerarse patologías. Incluso algunas Este conjunto de patologías son perfectamente conocidas y sabemos que son consecuencia de malos hábitos de vida. Por tanto, modificando estos malos hábitos se podrían evitar estas enfermedades y su trascendencia sanitaria social y económica en amplios colectivos de niños y adolescentes de la Región de Murcia.

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Hemos realizado algunas intervenciones muy precoces en niños y adolescentes de la Región de Murcia escolarizados. En estas intervenciones hemos medido el riesgo de padecer varias de estas patologías y, sorprendentemente, nos hemos encontrado individuos que no sabían que estaban padeciendo ya algunas de estas patologías, por lo tanto, tuvimos que informar a los padres y sacarlos del programa. En los restantes, mediamos el riesgo de padecer alguna o algunas de estas patologías, clasificándolos en función del mayor o menor riesgo de padecerlas. En ese momento el grupo seleccionado al que habíamos medido el riesgo de padecer algunas de estas patologías, lo sometimos a un entrenamiento y educación en hábitos de vida saludables durante cuatro o seis meses de educación y entrenamiento, entre 20 a 30 minutos dos veces a la semana, Entonces volvíamos a calcular a los mismos niños el riesgo de padecer las patologías y, en todos los casos, había disminuido, alcanzando a veces valores de más del 30 % de disminución del riesgo obtenido en las primeras determinaciones.

Esto demuestra que el método, que permite cuantificar con fiabilidad, pero necesita ser mantenido en el tiempo para, en primer lugar, seguir educando a siguientes generaciones y segundo para que, trascurrido el tiempo suficiente, se evidenciara que los individuos educados, adiestrados, al llegar a la edad adulta en la que habitualmente aparecen las enfermedades, en estos grupos se pueda comprobar la disminución. Hacer las cosas bien tiene ventajas, siempre.

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Lista de ingredientes. Alberto Requena.

Es usual en los ambientes gastronómicos exhibir recetas con las que confeccionar los preparados. En un etiquetado se relaciona indefectiblemente, la lista de ingredientes que lo constituyen. Muchas indican los ingredientes que nunca pueden faltar en una cocina o alacena. Como una cosa lleva a la otra, después se hace necesario incorporar la forma de leerlos, que no tiene por qué ser trivial. Aparentemente, la lista es todo lo que podemos necesitar para cocinar. Con dibujos para los pequeños o imágenes para los que en edad más madura requieren de atractivo para lanzarse a la noble tarea de doblegarlos para que formen parte de una creación que llevamos en la cabeza o que seguimos al pie de la letra, no vaya a ser que en esa palabra escondida se encuentre la sabiduría oculta necesaria para triunfar. En caso, se dan indicaciones de ingredientes opcionales cuya pretensión es realzar algo, siempre entre el sabor y aroma que los diferencie. En otros casos se agregan ingredientes sin una cuantificación específica, presentado con frases trampa como “sal a gusto” o “lo que admita” o una “pizca” tras la que se esconde la semilla del fracaso, ya que cada cual la interpreta según su leal saber y entender, que pudiera estar alejado de lo requerido.

En algunos casos, las listas de ingredientes nos relatan las tareas a realizar, previas a la que algunos ingredientes protagonizan. Otra trampa saducea, dado que es muy fácil que, según donde se lean las indicaciones varíen; por ejemplo, en el remojo anterior, de medio dia o una noche, sin saber ni cuando empieza ni cuando termina la noche, que varía de verano a invierno o si ese ingrediente está exento, porque la variedad genética no requiere el remojo. En otros casos, el paroxismo llega a proponer ingredientes sustitutivos como alternativos, reconociendo implícitamente que da igual lo que pongamos, porque no lo vamos a notar. Si fuera por evitar alérgenos al sustituir ingredientes, todavía, pero de forma voluntaria y deliberada, sin motivos saludables por en medio, sería poner como similares a cosas diferentes. Sustuir en unas galletas los frutos secos, por motivos de alergia, por uvas pasas, no deja de ser reconocer que se trata de hacer galletas, pero da igual de qué tipo.

Una lista de ingredientes es una relación de la deconstrucción del preparado. No enseña a cocinar nunca. Es como un mecano del que no tenemos indicaciones para configurarlo. El principio entrópico excluye las instrucciones para la compostura. Se sabe de un vaso que al caer se hace añicos, pero nunca el proceso contrario, que de los añicos se componga el vaso. Sin la literatura (el programa) que indique como componerlo, no se aprende nada ni se puede lograr el producto final. Son esas reglas, ni escritas ni dichas, las que hacen posible el milagro de la transformación del alimento en un producto apetitoso y de excelencia. Pero esas reglas hay que trabajarlas desde la humildad del aprendizaje de los maestros y maestras que las atesoran. No es broma.

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