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Gastronomía de primavera.

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sueños.

sueños.

Alberto Requena.

Se acabó el periodo cuaresmal que se ha extendido desde el domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, desde el punto de vista litúrgico, aunque socialmente corren nuevos tiempos, más relajados y menos exigentes que otrora. Cada país, cada zona, cada pueblo, suele tener una gastronomía propia que, por regla general, no incluye la carne, en virtud de la abstinencia que se observa en este periodo, herencia del pasado que, algunos mantienen y que, la gran mayoría ha olvidado. Las costumbres y usos, no son referencias inamovibles en la sociedad actual y se adaptan, muchas veces sin saber por qué ni cómo.

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En Murcia, la Semana Santa va seguida de la celebración de las Fiestas de Primavera que culminan con el Entierro de la Sardina, todo un emblema, signo y seña de una tierra de fuertes convicciones y costumbres, aunque el significado no se tenga demasiado claro. Todas las celebraciones de la Semana Santa, asociadas al fervor cristiano, derivan de las costumbres de ayuno y abstinencia mantenido desde que, en el Carnaval, se enterró a Don Carnal y emergió el reino de la sardina, con la que se significa el periodo mantenido en las celebraciones que originalmente se dedicaron a rememorar los sufrimientos, privaciones y castigos corporales de la vida de Cristo desde que llegó a Jerusalén y protagonizó la Pasión que ahora se conmemora.

El ayuno y la abstinencia son las expresiones con las que el creyente renuncia a los placeres corporales terrenales y trata de dedicar atención al espíritu autoimponiéndose una especie de castigo, a título de penitencia y forma de incentivar la reflexión. En suma, una auténtica mortificación tratando de doblegan al cuerpo en un intento de fortalecimiento del espíritu. Las derivadas de esta iniciativa son la estimulación de la templanza y los creyentes incrementan la dedicación a la oración. Si esto no forma parte de nuestro acervo, habría que revisar las convicciones religiosas, que se limitarán a contemplar la estética de la puesta en escena de los actos religiosos.

Gastrolecturas. Academia de Gastronomía Pg. 121

La humilde sardina, en otro tiempo más que ahora, era la referencia de este periodo. Ahora se pone fin a este tiempo enterrando la sardina para despedir la abstinencia cuaresmal. Ni que decir tiene que, si hubiéramos cumplido con los presupuestos del ayuno y abstinencia, el renacer del Domingo de Resurrección a la vida, se saborearía más profunda y profusamente.

Ahora, despierta el tiempo de barracas y esplendor de las peñas huertanas que, diseminadas por toda la ciudad, ponen el acento en el disfrute de los platos más típicos de la huerta murciana. El Bando de la Huerta exhibe la intimidad dadivosa del murciano, que entrega cuanto tiene de forma generosa, sin contrapartidas, olvidando la odiosa oferta y demanda que rige las vidas económicas actuales y vaciando la propiedad a su alcance, imitando lo que hace la matrona de Murcia con el ajeno, con el que comparte lo que otros reservan solo para los propios. Una tras otra edición, se congrega la atención en torno al Pastel de Carne que, de forma ingeniosa instituyeron desde la Asociación de amigos de la preciada factura, que también de forma generosa distribuye unidades en cantidades significativas para disfrute de los murcianos.

Todo un festival de reclamo de una ciudad que pulsa con el latido de aromas y sabores forjados en sus entrañas, mas de mil y uno que reza el lema, intentando satisfacer la curiosidad de propios y extraños y que cada año se renueva para lograr superar al anterior.

T R A Z O 3 . 8 5

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