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Pan en el espacio. Alberto Requena.

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sueños.

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A través de los tiempos, el pan se ha asociado con la divinidad, de una forma u otra. En él se asocian abundancias y hambrunas. Compañero de vida de los humildes (económicamente) y referencia del progreso de las gentes. En las mesas presente, hoy con timidez y otrora con abundancia. Nuestro refranero lo recoge borbotoneando por doquier, hasta alcanzar los dos centenares, al menos. Sabiduría popular condensada y destilada. Ahí van algunos ejemplares brillantes, por la musicalidad y por el inequívoco acierto en su recitado: a buen hambre no hay pan duro; a falta de pan, buenas son tortas; a pan de quince días, hambre de tres semanas; a pan duro, diente agudo; agua fría y pan caliente, matan a la gente; amigo que no da pan y cuchillo que no corta, aunque se pierdan, no importa; no solo de pan vive el hombre; pan bendito, en sus días, y poquito; pan ajeno, quita deseo; pan casero, satisface, pan de panadero, a la hora hambre; come pan, bebe agua y vivirás larga vida; dame pan y dime tonto; con pan y vino se anda el camino; Dios le da pan al que no tiene dientes; el mendigo pide pan, pero come carne si se la dan; en casa del capellán, no falta nunca el pan; pan de ayer, carne de hoy y vino de antaño, salud para todo el año; pan para hoy y hambre para mañana; pan, vino y carne, quitan el hambre; quien lee y escribe, no pide pan… Interminable, precioso, genial.

Desde la época neolítica que la Humanidad viene ingiriendo el pan en forma de galletas confeccionadas con cereales triturados y mezclados con agua. Hoy se configura suavizando la mezcla con el proceso de fermentación que facilitan las levaduras que generan el dióxido de carbono que convierte la masa en un conjunto mullido. Las proteínas como el gluten se solidifican con la temperatura al cocerse y generan huecos gracias a las burbujas de gas de la fermentación. Estos alveolos que alberga en su interior con uno de los elementos que clasifica los diferentes tipos de pan. El proceso de la fermentación se data en el antiguo Egipto y se cuenta la leyenda de que alguien olvidó la masa, al aire y comenzó a fermentar facilitado por el calor propio de la latitud. Si en lugar de tirarla decidieron hornearla, justificaríamos que descubrieron el pan como lo conocemos hoy. Es probable que encontremos similares relatos en otras partes del planeta. En todo caso, hay una referencia bíblica indiscutible que refiere a los israelíes huyendo de Egipto entre el 1400 y el 1200 a.C. en que las prisas por salir de la cautividad hicieron olvidar llevar consigo la levadura. Comieron pan sin levadura durante cuarenta años que duró la travesí del desierto.

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En la actualidad, en los escenarios propios del mundo contemporáneo, han cambiado mucho las cosas. Todas. En ciertas partes del mundo, no todas, se prescinde del pan, cada vez en mayor cuantía. La abundancia conduce por el camino del desistimiento de su ingesta. Otras partes del mundo lo precisan y no tienen la opción de cuestionarlo. En otra esfera más tecnificada como la del ámbito aeroespacial, forma parte del listado de las restricciones a observar en la Estación espacial. Las migas de pan, aunque sean de pastor, o galletas o, en general, alimentos susceptibles de desmenuzarse no van bien en el espacio, por cuanto los fragmentos flotan, vuelan, pudiendo ir a parar a los ojos de un astronauta o a violentar algún equipo electrónico sensible o resultar absorbidos en una ventana de un respiradero o provocar algún cortocircuito en las alturas.

Cuentan que, en las gracietas propias de los astronautas, que en una de las misiones Gemini en 1965 uno de los astronautas se llevó escondido el típico sándwich americano, que albergaba la estratosférica carne en conserva, vomitiva para muchos que no sean americanos, pero que la ingieren como si se tratara de sabrosos cocinados. En un momento dado lo sacó, le dio a su compañero y tras un bocado lo escondieron en el traje rápidamente, todo realizado en menos de un minuto, pero algunas migas se desprendieron, aunque no fueron más letales que el bocado ingerido. No se conocen alternativas. Con las bebidas pasa algo parecido. La coca cola ingrávida, formando figuras caprichosas por la cabina espacial, tampoco es buena compañera del pan. Las alturas no resultan demasiado atractivas por aquello de que antes o después: quien hambre tiene, en pan piensa.

T R A Z O 3

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