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. 105 Fiesta y festín. Alberto Requena.

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sueños.

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Desde la plataforma en la que nos desenvolvemos, de animales sociales, surge el impulso a relacionarnos con los demás. En el transcurso de la Historia de la Humanidad, la reunión en comunidad era la única forma de compartir y celebrar acontecimientos. La tecnología digital, no tiene por qué alterar las costumbres, máxime cuando lo que es capaz de ofrecer no tiene color, al ponderarlo con la satisfacción de disfrutar una celebración de forma presencial. Creo que no hace falta ahondar más en ello.

Las celebraciones en la antigüedad giraban en torno a cuestiones cotidianas. En esa época, normalmente, iban asociadas a la cosecha, que ignoraban de qué dependía, por ejemplo. Esta y muchas otras cosas conformaban el elenco de atribuciones a la voluntad de los dioses. Dar gracias, plasmadas en ofrendas y sacrificios, era usual. Se celebraba el final del verano y se preparaba un tiempo incierto, como el invierno, para el que se precisaban ayudas extras para no naufragar, y conseguir favores para ello. Era el leiv motiv de las celebraciones.

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Los egipcios, como los griegos y romanos, tenían sus dioses y sus festivales. Sus fiestas son el origen de las que celebramos hoy día, pasadas por el filtro de la Iglesia Católica, que las hizo propias. Buen ejemplo de ello son las fiestas de San Juan (Solsticio de verano) o la Navidad (Saturnalia), por situarnos. Poco a poco, fueron borrando el significado pagano, al hacerlas propias y coincidentes en fecha con las celebraciones de aquéllas.

En las fiestas de cualquier entidad poblacional, desde un Pueblo a una Comunidad Autónoma, pasando por ciudades y provincias, en España, la gastronomía ocupa un lugar estelar. Se come dentro y fuera del hogar, en la calle, en reuniones de amigos o familiares y se disfruta de preparaciones y platos ligados por la tradición al territorio. La cocina tradicional se vuelve protagonista de primer nivel. Si alguien tuviera que recomendar la gastronomía genuina de Murcia, lo mejor es que indique las fiestas, como la de septiembre, para identificar lo singular que Murcia ofrece a propios y extraños. Platos autóctonos, asociados a la tradición arraigada, es con lo que celebran las gentes, que durante estos días se acercan a enseñorearse con los sabores de nuestro legado culinario.

Hay una relación fundamental entre los elementos fiesta y comida. Aparecen alimentos como don o regalo, en un intento de patrimonializar el consumo de alimentos preparados con un ritual culinario local, que los hace genuinos, como si se tratara de legitimar y divulgar productos y la imagen de un territorio que quisiera despertar al consumo nacional e internacional

La Fiesta de Septiembre en Murcia se celebra en honor de la Virgen de la Fuensanta. Se data su origen en una autorización de celebración emitida por Alfonso X en el siglo XIII. Inicialmente coincidió con la celebración de San Miguel, 29 de septiembre (recuerden el “veranico de los membrillos”) y, posteriormente, se fue acomodando hasta el punto actual, atribuyendo al Marqués de Ordoño la decisión tomada en 1929 de que se celebrara a principios del mes, como en tantas otras partes. Hoy, se mezclan aspectos festivos y religiosos, como la romería a la Fuensanta y las celebraciones eclesiásticas, con motivo de ello. En todo caso, el carácter murciano se desborda con una dadivosidad ejemplar e inigualable. El forastero se siente como en su casa. Es recibido, agasajado e incluso antepuesto a los propios si fuera menester, como ejemplifica la matrona encarnada en la Dama del Almudí o Dama de Murcia, que es una mujer joven, sin revelar su edad, que está ocupada en amamantar a un niño, que no es suyo, al tiempo que otros dos esperan impacientes que les suministre el alimento materno. El conjunto está acomodado sobre un lecho de frutos, con lo que se simboliza la fecundidad de las tierras murcianas, sobre la que se muestra orgullosa y en disposición de ser mostrada al resto del mundo.

Conciertos, exposiciones, y un largo etcétera, superpuestos a la celebración de las Fiestas de Moros y Cristianos, conforman una de las fiestas más grandes del país. Los Huertos del Malecón enseñorean una oferta culinaria imprescindible, en la que se degustan los típicos productos propios de la huerta. Historia, tradición, destilados en una gastronomía de primer nivel. Muchas ofertas, para todos los gustos, pero una marinera, una ensalada murciana, un pastel de carne, unos michirones y unos paparajotes pueden ser un itinerario que, a buen seguro, aquellos dioses a los que se dedicaban las fiestas antaño, recorrerían indefectiblemente. ¡Hay que facilitarles las cosas! En el recuerdo.

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