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Ingesta y tiempo de vida.
from GASTROLECTURAS VOL 3
by um395
Alberto Requena.
Hay muchas cosas que ignoramos y muchas para las que se formulan hipótesis (recordemos que para que sean tesis, hay que probarlas) que unas veces se confirman y otras quedan en meras conjeturas. Cuando éstas se difunden entre la gente, rara vez desaparecen, aun cuando puedan probarse otras hipótesis contrarias. El mundo de la alimentación está lleno de ellas. Afortunadamente, es un campo muy experimental, en el que mucha gente se sumerge y tiene la opción de corroborar las propuestas. Así, desde su propia experiencia deduce e induce las consecuencias de lo que se propone.
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Una propuesta se ha abierto paso entre las alternativas para alargar la vida, como es la denominada restricción calórica, por la que imitamos, en gran medida, la conducta de otras especies vivas que lo hacen, con mejor salud y más longevidad si se reduce la ingesta. La revista Cell Metabolism publicó el resultado de una investigación llevada a cabo con treinta y cuatro personas adultas voluntarias y no obesas, de ambos sexos, que vieron limitada la ingesta; diecinueve mantuvieron los hábitos alimenticios y actuaron de grupo de control. La alimentación resultó reducida en un 15%, controlando la ingesta de los nutrientes esenciales. Al cabo de dos años, el peso se había reducido en 9 kilos, mientras que, en el grupo de control, se había incrementado en 2 kilos. Habían reducido el gasto calórico en torno a 100 kilocalorías diarias menos que las asociadas a la disminución de peso, indicando que la actividad metabólica se había adaptado al proceso. Ciertamente, una disminución de la actividad metabólica conlleva un decremento de la actividad del tiroides, asociada a la regulación del metabolismo. Algo parecido aconteció con el estrés oxidativo, que tiene efectos nocivos en el conjunto del organismo, debido a la incapacidad de neutralizar las sustancias oxidantes o reparar los daños provocados.
El envejecimiento está asociado, hipotéticamente, a la denominada “velocidad vital” y al daño oxidativo. Hace casi un siglo se estableció que la longevidad es inversamente proporcional a la tasa metabólica de un individuo. Cuanto mayor es ésta última, mayor es la actividad biológica, pero menor es la duración de la vida. Por otro lado, el estrés oxidativo causa daño no solo en el ADN, sino en proteínas y otras macromoléculas vitales. Los dos mecanismos aludidos derivan en el envejecimiento.
Parece razonable conjeturar que pudieran estar relacionados ambos procesos, de forma que la actividad metabólica y la longevidad se vieran influidas por las consecuencias derivadas de las sustancias oxidantes que infringen daño en las estructuras biológicas. Es en este sentido que tiene especial significación la investigación aludida, porque al reducir la velocidad a la que tienen lugar los procesos vitales, como consecuencia de la disminución de la cantidad de alimento, el organismo acaba adaptándose. Es decir, una fisiología más lenta resultará más eficiente y menos dañina. Es probable que comer menos alargue la vida. Habrá que demostrarlo. Habrá que descartar parte del viejo proverbio italiano: “de lo buono poco, ma aqueste poco, abondante”.