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8. RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS
Muchos de los conflictos que tenemos son resultado de malas gestiones con las personas que tenemos alrededor pero otros, son inevitables. De hecho, cuando existe un conflicto, se vivencia la relación con otros u otros de forma tensa. Aprender a resolverlos ayudará a que esas relaciones gocen de “buena salud”.
Para comprender mejor como “chocan” estas necesidades, pongamos un ejemplo. Dos alumnos discuten fuera de clase por el siguiente motivo: se va a poner un examen y el profesor ha dejado les ha dado la opción a los alumnos decidir si el examen será por la mañana o por la tarde. Uno de ellos dice que el examen debe ser por la mañana, el otro por la tarde. Ambos “luchan” por sus intereses particulares y ambos creen tener la razón en argumentar que el examen debe realizarse en el horario que defienden. Los intereses de ambos no se satisfacen porque se ven en “peligro” al ser opuestos al del compañero.
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No debemos olvidar que para que un conflicto se solucione es importante conocer cuáles son las necesidades de los implicados y considerarlas.
Ahora bien, los conflictos podrán ser mayores o menores dependiendo el nivel en el que la persona se vea afectada. Será mayor cuando los alumnos emocionalmente se sienten más implicados. Por ejemplo, el conflicto será mayor cuando un alumno reconozca que se le da menos oportunidades que al resto (trato diferenciado). Pero también ocurre con frecuencia que conflictos menores pueden, y de forma progresiva, convertirse en grandes conflictos. Si pensamos, por ejemplo, en alguna discusión que hayamos tenido con nuestro padre, madre o pareja, podremos apreciar como en alguna ocasión se ha descentrado el tema inicial para convertirlo en algo mucho más profundo (lo que llamamos muchas veces “trapos sucios” o “eso no viene a cuento ahora”. Lo que ha ocurrido aquí es que en el conflicto inicial se intentaba satisfacer una necesidad menor y, después, la necesidad involucrada es mayor.
Otro aspecto relevante en un conflicto es la forma en la que tenemos de resolverlo. Personas que generalmente tienden a huir suelen no resolverlo. Las personas que se han visto degradadas o incluso humilladas en un conflicto tenderán a ponerse a la defensiva. También se encuentran aquellos que prefieren hablar para resolver y diluir las tensiones. Pero entonces, ¿cuál debe ser mi actitud ante un conflicto?
En primer lugar, hay que entender el conflicto como una oposición de necesidades y no necesariamente como una lucha por el “poder”. La mejor forma de resolverlo, es establecer un diálogo para poder compartir la necesidad de cada uno e intentar llegar a un acuerdo. Para lograrlo debemos saber que se necesitan una serie de habilidades que nos ayudarán a resolverlo de forma efectiva. Y no debemos olvidar que las habilidades se pueden aprender, es más, las habilidades se entrenan.
La resolución de conflictos es una habilidad social (HS) y para lograrla se necesita un entrenamiento. Para ello es necesario comenzar conociéndonos a nosotros mismos y conociendo lo que quieren los demás para lograr que nos respeten (empezando por nosotros mismos) y respetar a los demás. Conseguir lo que quiero no significa faltar el respeto a la otra persona. Ése sería el buen comienzo. Cuando nos vemos inmersos en un conflicto sentimos emociones que nos embriagan como son la tristeza, la rabia o el miedo. Lo más importante para ser habilidoso en esta materia es expresar de forma correcta estas emociones sin hacernos “daño” nosotros mismos y sin hacer daño a los demás.
De forma resumida podemos decir que la resolución de conflictos debe seguir el siguiente proceso:
La resolución de conflictos implica una progresión en nuestra habilidad de comprendernos a nosotros y a los demás. Por eso, en el primer paso, tenemos que tener la capacidad de analizar lo que ha pasado y por qué ha pasado. Es en el primer momento cuando nos tenemos que plantear que, quizás, la otra persona se encuentre en ese momento como estoy yo ahora. Tengo que tender a pensar que esta situación se está produciendo porque no estoy satisfaciendo algo que quiero pero que, eso también le pasa a los demás.
Cuando llegamos a ser consciente de lo que ha pasado es cuando tenemos que dejar de señalar a los culpables de ese conflicto. Tanto él como yo somos culpables porque él no ve respuesta a lo que necesita y yo tampoco. Si soy capaz de llegar a este momento, seremos capaces de dialogar y comprendernos y seremos capaces de encontrar una solución que agrade a todos.
Algunas recomendaciones para resolver conflictos satisfactoriamente:
• cuidar la comunicación verbal y no verbal, es muy importante lo que se dice pero también, cómo se dice. • nunca exigir, siempre pedir. • no provocar ni atacar. • centrarse en el tema y no “sacar a relucir trapos sucios”. • no interrumpir y si escuchar activamente. • Responsabilizarse del conflicto. • siempre criticar de forma constructiva. • mostrar disposición para alcanzar un acuerdo.