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Del verano en New York a la primavera árabe
Por Santiago Bernal Vélez, estudiante Saberes de Vida El 11 de septiembre del 2011 viajé a New York para participar en un seminario en la Universidad de Columbia. Al llegar al aeropuerto John F. Kennedy me sorprendió la poca cantidad de pasajeros y el gran número de policías. No era para menos, se conmemoraban los diez años de la peor tragedia en la historia de Estados
Unidos, la destrucción de las Torres Gemelas por parte de la red yihadista de Al-Qaeda que había causado más de 3.000 muertos y más de 6.000 personas heridas. Este atentado fue una de las causas de la guerra de Afganistán y posteriormente la invasión a Irak. New York ya no era la ciudad de los alegres años noventa. Aunque conservaba su bullicio y actividad frenética, algo profundo había cambiado en el ciudadano de la metrópoli. La desconfianza y el temor se sentían en las calles, miles de personas estaban descontentas con un sistema que prometió prosperidad y riqueza para todo aquel que trabajara juicioso, pero muchos ciudadanos estaban desempleados y otros tantos perdieron su patrimonio en la crisis del 2008. Después del atentado de las Torres Gemelas hubo pesimismo en la economía y el Banco de la Reserva Federal (FED) bajó las tasas de interés para estimular el consumo. Muchas personas vieron la oportunidad para adquirir vivienda y los bancos comerciales otorgaron créditos sin mayores controles a personas sin respaldo con el fin de crecer su cartera. Más adelante esos créditos fueron titularizados con complejos instrumentos de inversión desarrollados en la época. Al principio todo iba muy bien, el precio de los inmuebles subía y las ventas de vivienda crecían como espuma; sin embargo, la situación cambió cuando la FED volvió a subir las tasas de interés para controlar la inflación. Muchos créditos fueron contratados a tasas variables y los deudores dejaron de pagar, las titularizaciones quedaron sin respaldo
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y grandes bancos tuvieron problemas de cartera, lo que se conoció como la crisis de las hipotecas subprime. El 15 de septiembre de 2008 el Banco Lehman Brothers fue a la quiebra y se despertó el pánico en el mercado financiero. El resultado fue más de un millón de ejecuciones hipotecarias, 2,6 millones de empleos perdidos y la economía entró en depresión. En 2011 Wall Street, el centro financiero más importante del mundo, era el escenario de los manifestantes. El movimiento Ocupy Wall Street se tomó el Zucotti Park en protesta por la manipulación de las empresas financieras y la concentración de la riqueza. Me impresionó ver a los manifestantes con las máscaras
de anonymous inspiradas en la película V de Vendetta. Cientos de personas acamparon en el parque por varios meses hasta que fueron desalojados por la policía. Después de esto, las firmas de Wall Street siguieron creciendo y la riqueza continuó concentrándose hasta llegar al punto en que el 1% de la población era dueña del 40% de la riqueza nacional. Muchas personas nunca volvieron a conseguir su vivienda. En las grandes vías de Estados Unidos como la Ruta 66 aún se observan miles de familias viviendo en precarios carros casa. En el mes de septiembre termina el verano e inicia el otoño en el norte. La temperatura disminuye, los árboles comienzan a perder sus hojas y los días aún son largos e invitan a caminar. En 2011 en el sitio donde antes se hallaban las Torres Gemelas se construyó un nuevo complejo que incluyó varios edificios, un museo y un memorial que se inauguró por aquellos días, con la resolución de no olvidar a las víctimas. El miedo al otro todavía se sentía entre los neoyorquinos: árabes, latinos y africanos eran mirados con recelo. La tradicional descortesía en el metro se volvió aún más dura con el extranjero. Saberes de Vida. Bienvenido a la Nueva Generación de Mayores
La Universidad de Columbia cuenta con un bellísimo campus en el alto Manhattan que sigue el modelo de construcción del Renacimiento italiano. A principios de septiembre aún no iniciaban las clases regulares y los pocos estudiantes que se encontraban terminando sus cursos de verano vestían descomplicadas prendas. En aquellos días se hablaba allí de una esperanza democrática en el Oriente Medio: la Primavera Árabe. Apoyados por las redes sociales miles de jóvenes salían a protestar en distintos países contra regímenes opresores. Estas manifestaciones iniciaron en Túnez y se extendieron por varios países árabes como Egipto, Libia, Siria y Argelia. La esperanza de un cambio fue rápidamente frustrada y con excepción de Túnez, las protestas no llevaron al establecimiento de democracias. En Libia, produjeron la intervención de las potencias de occidente para tumbar a su líder Muamar el Gadafi. Pero en vez de establecer la democracia y pacificar el país, la economía se derrumbó, las distintas facciones entraron en conflicto y Libia se convirtió en un aberrante caso de desplazamiento y esclavitud. Por su parte Siria ha completado diez años en una cruenta guerra con más 400.000 muertos y su economía destruida. En Egipto los militares asumieron el poder, manteniendo un rígido control sobre la economía y las instituciones. La dinámica de la historia se ha acelerado con la globalización. El inicio del siglo veintiuno ha estado marcado por conflictos entre culturas y grupos sociales, amplificados por medios de comunicación que nos presentan en tiempo real toda clase de tragedias sin profundizar en las causas de las mismas. New York, con todo su frenesí, es en esta época el lugar del mundo en el cual se toman muchas de las decisiones que nos afectan a todos y desde sus pantallas en Wall Street algunos inversionistas hacen operaciones que pueden cambiar el rumbo de un país o de un grupo de ciudadanos. Los movimientos sociales convocados en las redes no han tenido ni la claridad, ni la organización requerida para alcanzar el poder, los partidos políticos no están sintonizados con las necesidades de la población y los intereses de los grandes inversionistas direccionan las políticas económicas. El modelo de democracia debe ser revisado para lograr una mayor sintonía entre las necesidades de los grupos sociales y las políticas públicas; sin embargo, esto no va a ser fácil, hay mucha resistencia por los grupos que controlan el capital. Caminar por New York en verano es agradable, en cada barrio se encuentran paisajes diferentes: Little Italy, Chinatown o Harlem son comunidades muy distintas que comparten una ciudad donde los inmigrantes llegaron con el sueño de construir un lugar para vivir en paz. Quizá ese sueño algunas veces se convierta en pesadilla, pero siempre habrá la esperanza de una nueva primavera
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