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6.1 Cuentos y leyendas
6. TRADICIÓN ORAL Y JUEGOS
En medio de una luz tenue, hace sesenta años, el trasmitir de boca en boca fue la forma más ágil y cálida de rescatar y revitalizar los saberes, costumbres, creencias, rituales, valores y conocimientos. En las casas, las abuelas y abuelos, tíos, tías, papás y mamás nos contaban cuentos, leyendas. La historia de Conocoto y sus personajes. El cómo se originó, cuándo se fundó... ¿Fue así verdad?
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Las raíces de los cuentos son antiquísimas. La investigación encontró que ese patrimonio al parecer está dormido. Que se ha olvidado el hábito de narrar las vivencias de antaño. ¿De qué hablan las mamás y los papás con sus hijos e hijas ahora? Al parecer han desaparecido los cuentos, las leyendas que hacen parte del patrimonio de los pueblos. Como el hecho de que Conocoto era autosuficiente. Las formas de sembrar para cuidar la tierra, las mingas, las fiestas como mecanismos de cohesión, entre otras formas de organización.
6.1 Cuentos y leyendas
Hurgando en la memoria de informantes se encontraron pocas o solo fracciones de leyendas y cuentos de los últimos sesenta años. En algunas narraciones, los velos de la ficción rodean las figuras de animales con comportamiento humano. Tal es el cuento de la joven soltera que no consiguió marido y se enamoró de un ratoncito que se convirtió en su
pareja. El ratón, con astucia y picardía salió de la típica estructura del malo que es malo y el bueno que solo puede ser bueno.
Ana María, una de las integrantes del grupo de “sesenta y piquito” narra la historia del ratoncito enamorado: “el ratoncito se enamoró de una mujer que nunca tuvo marido, ella trabajaba para unos hacendados. El ratoncito robaba a los hacendados para dar de comer a los pobres, ¡él era muy audaz! Y, al casarse con la joven tuvo hijos y mucho bienestar económico. Él seguía robando a los hacendados y una de esas le mataron… Sus hijos vivieron con su madre, pero ya no eran ratones” La narración revela, quizás, la percepción de que el indio de la hacienda es inteligente y valeroso, pero que finalmente es asesinado. Triunfa la concepción general del bien sobre el irreverente mal.
También hay cuentos de espantos y parecidos que son testigos de que las personas de Conocoto, como todas las personas del mundo agrario, generan personajes amparados por la oscuridad, lugares solitarios, casas abandonadas, quebradas poco transitadas. Uno de esos aparecidos, narrado por Pedro Caiza de San Francisco, es sobre el duende que aparece en pozos, “aquí en el barrio, cuentan que hay un duende que se aparece sobre un pozo ubicado en el terreno comunal. Si alguien se acerca le da mal aire. El duende es pequeño, travieso y dicen que no hay que demostrarle miedo porque él vive del susto de las personas… aparece a veces pero creo que solo con ciertas personas… no se sabe por qué”.
Otro es el demonio con figura de niño que llora (el “huahuañahui”), que aparece en noches oscuras en lugares no transitados como las quebradas, cuando todo el mundo se ha ido a descansar. Inspira tanto miedo que nadie se atreve a salir de la casa porque puede encontrarse de manos a boca con ese aparecido. Unos dicen que es el alma de un niño que murió sin haber sido bautizado; otros, que fue una criatura mal habida, abandonada por su madre. Otros dicen que es el mismo diablo. Detrás de estos cuentos está el concepto de que la salvación está en la fuerte creencia en Dios.
En ese tono, Gallardo narra lo sucedido a Salomón Acuña, mayordomo de la hacienda Ontaneda, una noche en que, encontrándose en estado etílico, cabalgaba de regreso a la hacienda desde el poblado vecino.
En medio de la obscuridad de media noche, oyó llorar a un tierno niño. Detuvo su galope y vio en uno de los pozos, envuelto en paños negros, una criatura que lloraba. La tomó en sus brazos y lanzando insultos a las mujeres desnaturalizadas, siguió el tortuoso camino. Al punto notó que el corcel no quería andar y resoplaba. Después de mucho aguijonearlo, llegó al pequeño puente que existía en la hacienda. En ese lugar escuchó la voz del niño que le decía: “papá, yo ca dentes tengo”. Sorprendido al escuchar las palabras del niño, lo observó por la abertura del poncho. Al mirarlo bien, miró que no eran dientes sino dos enormes colmillos que le atravesaban la boca. Asustado lo lanzó al suelo, pero la criatura no cayó, sino que se aferró al anca del caballo. Horrorizado y con los pelos de punta, al ver que el engendro
seguía ahí, sacó del cuello un enorme rosario y con él lo azotó. El diablo se soltó y se despidió diciéndole: “agradece que has tenido ese rosario, que por el contrario hoy te llevaba a los infiernos”, y se fue dejando una horrible pestilencia. (Gallardo, 1994, p.279)
También hay leyendas que aparecen a la luz del día, como aquella de la mujer misteriosa de Chachas que asomaba en las quebradas. En este caso es la quebrada llamada el “Socavón, -ahora en su lugar se encuentran algunas casas-. Según la narración de Juan Carlos Gómez,”ruco” de Chachas: “antes decían que había muchos cuentos. Tenía más o menos diez años y estaba de vacaciones cuando salí con los animales y entré a la quebrada que no estaba obscura y vi como una señora con una túnica estaba subiendo con una cartera cuando era más o menos las 12 del día, no me hizo nada porque no me vio, yo le gané viéndole; si ella me hubiera visto seguro que se adueñaba de mí”.
Romelia Pilataxi, moradora de Chachas cuenta lo que le pasó en la misma quebrada del Socavón: “cuando era guagua, en las vacaciones, con mis hermanos salíamos a dar de comer a los animales y a verles en el potrero. A veces venía a jugar con nosotros un niño, mientras estábamos pastando. Yo pensaba que era un niño de verdad. Nos enojamos porque cuando estábamos comiendo no nos hablaba; le preguntábamos y no contestaba. Mi abuelo decía que podía ser el mal, porque por esos tiempos llovió mucho y se fueron hasta los chanchos”. Los chanchos y los otros animales a decir de Romelia se fueron con la lluvia.
A decir de Víctor Montoya, “Los cuentos de espantos y aparecidos en la tradición oral andina son muestras de que la inventiva popular es capaz de crear, con el golpe de la imaginación, personajes y situaciones que nada tienen que envidiar a los compiladores de la tradición oral europea, donde se destacan los hermanos Grimm en Alemania y Charles Perrault en Francia (Montoya, 2006).
Algunas personas también mencionan la existencia de tesoros enterrados en lugares protegidos, rodeados de ruidos extraños y movimientos de seres que no se les puede ver, pero que se les siente.
El entierro puede ser de plata o de oro, como contó la finada Ubaldina: Tal vez son los entierros que hizo Rumiñahui para tratar de preservar las riquezas del Incario o de personas que tenían oro -como no había bancos enterraban en sus propios terrenos-. Dicen que hay entidades que cuidan esos tesoros, por eso es que uno no les puede encontrar. Están cerca y se corren a otros lados. Las mujeres no pueden desenterrar porque ellas como tienen la menstruación pueden ocasionar que el entierro se vaya a otro lado. Hay que entrar rezando, diciendo palabras gruesas, y en la noche. Los desenterradores de tesoros tienen que guardar el mayor secreto y tomar precauciones: quemar plantas, tirar líquidos, esperar que la luna esté en la estación adecuada, y sobre todo, deben estar provistos de una varilla adivinatoria que les indique el lugar exacto donde está enterrado el tesoro (Testimonio).
Una leyenda contada por el papá de uno de los entrevistados hace referencia a que “los jíbaros cruzaban la cordillera oriental, pasaban a Papallacta y después pasaban por Conocoto a Quito para intercambiar productos, y al regreso llevaban a su llacta perros maltones. Traían chontaduro, yuca, plantas medicinales, etc. Ahora, por emulación, los yumbos de Conocoto salen de las haciendas en grupos de danza
Finalmente, con mucha nostalgia y algo de reclamo, Ramiro Sosa señala que desgraciadamente ahora, los padres no cuentan a sus hijos las leyendas o creencias de antes porque a los hijos no les interesa y porque sus progenitores están muy ocupados. Los testimonios, las historias, cuentos y costumbres trasmitidas verbalmente son fuente de aprendizaje que dan cuenta de la información y de las costumbres de una época y que pueden ser revividas.
Es indudable que la tradición oral tiene un valor histórico, es fuente de valores culturales y memoria de los pueblos, que puede ser utilizada eficientemente en la escuela. La escuela, después de la casa, es la institución en la cual la sociedad ha depositado la responsabilidad de educar y promover los valores, actitudes y comportamientos que la sociedad espera de ellos.
Según la profesora Martha Sosa, en Ecuador, hace cincuenta años existía poca literatura destinada a los niños, con formatos poco atractivos, “no había material apropiado para el estudio de temas culturales y no existían cuentos de lo nuestro. Existían pocos cuentos en folletos y libros sobre Caperucita
Roja, la Bella Durmiente y algunos otros que contaban los padres a sus hijos, o los leían en textos poco atractivos. Me parece que es ese el por qué no les interesaba la lectura”.
Ahora, el interés se asienta en la creatividad de los estudiantes “se incentiva la lectura mediante creaciones, desarrollo de cuentos y leyendas inventados por los mismos estudiantes. Incluso, las pastas son hechas por ellos mismos”, no se habla de las leyendas, de mitos, de cuentos porque no han sido suficientemente investigados. “Ahora leen varios libros como “El viejo y el mar”, “Mi árbol de naranja lima”, “De la tierra a la luna” y a partir de ello construyen sus propias historias”.
La docente jubilada continúa, “Antes se difundían los mejores trabajos en el periódico mural; ahí se ponían trabajos de redacción, interpretaciones, reglas ortográficas, dibujos, gráficos. El periódico salía cada semana y se rotaba la responsabilidad por grados en orden hasta los más chiquitos”. “Salíamos a hacer reconocimiento de nuestro terruño, con todo el curso. En la escuela, en los grados, se hacían concursos de agilidad mental, de quien sacaba la respuesta verdadera. No había celulares ni calculadoras. Al final de año se mostraba a la población la capacidad de sus estudiantes en las sabatinas”.