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6.3 Juegos Tradicionales
Los pobladores recuerdan juegos varios como: los billuzos, los trompos, los cachacos, el burro de San Andrés, el sin que te roce, huevos de gato, las tortas (habichuelas de colores vivos) que se colocaban en una “bomba” (circunferencia trazada en el piso) y se ganaban sacándolas de la misma por medio de “fichas” (rodelas metálicas). Los ishpingos (frutos pulidos de un espino) que también se ponían en una “bomba” y se sacaban con bolas (canicas de vidrio); el pique, el sapo, las ollitas, la rayuela. Los zumbambicos hechos con “tillos” o con botones grandes; tejer cocos en las manos, pase el rey, matantirutirulá, el florón. Ramiro Sosa recuerda que se jugaba con los coches de madera en la pendiente de la Moya que actualmente está ocupada por el parque y las canchas.
Oswaldo Mantilla, originario de Tabacundo, en su obra “Juegos populares de antaño” describe detalladamente estos y muchos otros juegos, como los marros, las ruedas de llanta, las cometas de sigse, el territorio, las cebollitas, la soga, chullas y bandidos: todos ellos practicados también en Conocoto. Lo cual nos indica la semejanza de las culturas locales rurales en este aspecto.
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Oswaldo plantea que “aquellos maravillosos, simples y divertidos juegos populares, no tenían otra intención que mantener activa la mente y el alma de las personas” y que en la actualidad “las nuevas
formas de ocupar el tiempo libre y el ocio provocan que la gran variedad de juegos que se practicaban en nuestros pueblos se esté perdiendo y con ello el patrimonio cultural”.
Hemos escogido para describirlo detalladamente uno de los juegos tradicionales de Conocoto “el juego de los cocos”, al parecer poco difundido en otros pueblos. A decir de Pepe Utreras y César Morales “el juego de cocos” es un juego de hombres maduros, “blancos de pueblo, no habían mujeres ni indios. Era nuestra única diversión de todos los días, después del trabajo”. La gente joven de la población no se interesó en el juego y éste se perdió.
Los materiales: el piso de tierra donde se trazaba un círculo de al menos 4 a 5 metros de diámetro, rodeado por un recuadro más grande; los cocos chilenos, pequeños y lisos, que luego escasearon, en su lugar se usaron toctes (frutos de una variedad autóctona del nogal) que los pelaban y secaban o cocos criollos grandes que se pulían con esmeril. Los rulimanes, que eran esferas de acero, propiedad de cada uno, se los conseguía de los rodamientos de maquinarias como los barcos y tractores viejos y se los compraba en la Plaza Arenas, en Quito. Había rulimanes de plomo de fabricación nacional que se deformaban rápido y ya no rodaban.
No se conoce exactamente cuáles eran las reglas del juego, pues no hay una constancia escrita. Sin embargo, los recuerdos y las versiones recibidas señalan que el juego consistía en que un grupo de entre 5 y 10 jugadores, trazaban una circunferencia en el suelo de tierra (llamada “la bomba”), donde se
colocaban los cocos. Los jugadores competían por sacar los cocos de la bomba con un “rulimán”.
Estos jugadores podían jugar solos o aliarse con compañeros entre los que no se atacaban, y si ganaban, se repartían las ganancias. También había los aliados “de pepo” que grupalmente no se atacaban, pero si quedaban finalistas, competían individualmente. Los jugadores debían sacar los cocos de la bomba, sin que el “rulimán” se quede adentro, y sin recibir un “pepo” (impacto de otro rulimán) de otro competidor, pues en ese caso, estaba muerto y salía del juego. Cada jugador tenía sus estrategias para evitar ser “pepeado”, para sacar los cocos, y al final, ganar el juego y las respectivas apuestas.
El juego se sazonaba con apodos y dichos que eran festejados ruidosamente por los jugadores y el público. Aún se recuerda nombres y apodos de algunos “coqueros”: Felipe León (Felipillo), Enrique Utreras, Pepe Utreras, N. Martínez (“Marujita”), EloncioRodolfo Gallardo (“Mustafá”), César Aráuz, Miguel Logacho (“Daigoro”), Alfonso Ríos, “Gato” Pérez, José Santamaría, Octavio Puente, José Antonio Pérez. Los dichos eran: “toma por mullo” cuando daban un pepo; “todo indio es enemigo del blanco”, cuando recibían un pepo. Después de terminar el juego de cocos, que duraba desde las 4 o 5 de la tarde hasta que oscurecía, algunos se dedicaban a jugar baraja, los demás se retiraban a sus casas.
No se sabe cómo ni cuándo empezó a practicarse este juego. Sin embargo, una persona menciona que el juego vino de Tambillo. Se sabe que el juego sigue practicándose en Quito en el Parque El Ejido,
pero tiene diferencias, pues ahí entierran los cocos y, como es difícil sacarlos, se dedican a pepearse entre ellos y se esconden tras de cualquier obstáculo (árbol o piedra). En Conocoto, el lugar de juego fue al comienzo en el parque central, después se cambiaron junto al mercado antiguo (hoy Infocentro), luego pasaron junto al CNT y finalmente jugaban junto al Coliseo.
Era un juego bonito, entretenido, que concitaba público. Era un juego pacífico y alegre, que no generaba peleas.