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POEMAS
Poemas
MANUEL GARCÍA CARTAGENA
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Mi otra Yo es Xiao Yin
1
Oye mi canto, morena, oyez, oyez, ascolta mi. Otra vez andan sueltos los falsificadores de vidas ajenas, listen to me, desde el Ozama al Yang Tse Kiang, con sus cálculos de mágicas carcomas y medio peso para el pasaje, entre líneas, curvas y estrellas de David: oye mi canto y después vete a botarte como antes de estos glóbulos gobalizados, oye, oye, marca la página, págale un gallo a Esculapio y dale dos onzas de oro a Horus, écoute: salta en el tiempo y ven a ver cómo vuelan las grullas sobre el Río Amarillo, pero primero oye mi canto, oh yeah, oh yeah, mi canto que cae de canto y no se rompe, mi canto que encanta contando cinco quintales de cal y quince de coca, que diga, de caca color caqui, ¿qué más quieres? Oye mi canto y corre a ver si estoy allá, ayudando a Guan Shi Yin para que siga oyendo todos los sonidos del mundo.
2
A ti que te quieres otro, te digo; a ti que con saña me quisiste cambiar el saludo por un ciempiés; a ti que solo me tuteas cuando las pilas te apagan el selfie, a ti que con saliva te tragas de manera inclusiva mi propio tú, te propongo que pagues la sal de los soldados, los clavos de la caja, el precio del desprecio, el fardo de la baba. Ahora es mi carta ajena la que te dice: ya no hay tiempo para inventos: pues aquello que nunca ha sido tampoco podrá dejar de ser. No soy yo tu otro, el muerto del tarot, pues mi verdadera otra es Xiao Yin, un canto de colibrí que resuena en Mónica. Oyez, oyez: aquí te lo bailo para que lo sepas. Mi otra yo es más china que las moscas y ni siquiera yo la entiendo. Es una música, una brisa, un leve soplo en el pelo. Es una nube pero pesa más que una montaña. Es un pez que cosecha flores, un color o un día que aún no ha llegado. Listen to me now, no soy yo quien lo dice: es mi otra yo que enloquece en lo que seré, aquí o allá, en su China que también es mía o en mi aquí que es también su allá. Todos los seres resonamos en otros seres, y yo resueno en Xiao Yin, pero ella no lo sabe. Los imanes de sus pies caminan sobre los míos. Por más que corramos nunca podremos alejarnos. Es suyo el aire de mis sueños; es mío el temblor y el sudor de su cuerpo más exacto.
3
Este es mi canto ahora, morena que sientes en inglés. No canto para que entiendas, esto no es un examen de trigonometría. No es tu culpa si no me soportas, es solo que la vida me la puso en China. Mira lo que el lenguaje le hizo a mi cuerpo anoche: una sutil dragona me amaneció con sus lentes. Yo estaba saliendo apenas, como la luna sobre un estanque. Bandadas de patos llenaban de raras uves la bóveda celeste. Los ciruelos florecidos se parecían a ese tatuaje que buscas sin que nadie se atreva a hacértelo. Ya todo estaba perdido cuando desperté en aquel sueño, y te esperé locamente como uno espera a la muerte. Guanyin, la de los mil brazos, me puso un dedo en el pecho, y comprendí de repente el sentido de la resonancia: estamos conectados de un confín a otro del mundo. Somos lo que no somos y no somos lo que somos: suma, para saber qué eres, lo que eres a lo que no eres; tu posición más certera es tu oposición más implacable; estás donde no estás, allí donde nadie te sospecha. Son tus contrarios quienes te inventan; son tus iguales quienes te anulan. Y así conocí a mi Xiao Yin, mi más china otra yo. Del arroz que la alimenta solo padezco un hambre de muchas vidas que día a día sacia mi Mónica donde nacen los reflejos. A mi otra yo la incluye el mismo lenguaje que excluye a nuestros cuerpos. Nada es más inútil que pretender ser incluido en el lenguaje: la nada no contiene ni siquiera la nada. Da lo mismo quedarse de este lado del lenguaje o de la otra, así como es igual que mi otra yo sea china y que se llame Xiao Yin.
Seamos
El hierofante miró a todos desde el otro lado de sus espejuelos, lejano como alguien que ayuna; insoportable como todo abstemio; estreñido como buen moribundo; casi mudo como todo mandatario que se respete. Ya nadie sabía decir si su casulla era suya o ajena: para todo el mundo, su voz era casi idéntica a un estornudo. Mas he aquí lo que dijo con voz antigua y palabras nuevas para disolver un muermo que ya cumple treinta años; un cuento de gallos capones borrachos de siete rones; un chisme de gallinas cluecas llenas de manchas chuecas:
El orgánulo más puntual interactúa con su doble perfecto. No se deja intuir, pero se despeja como el hipotético fondo de toda sopa de poros. Hace lo suyo descomponiendo dudas. remarcándose en el aire, vacila al son crucial de las imágenes como todo buen fabricante de miradas, y luego espejea. Los tres cuerpos se equilibran en cada punto de este cuadrante. Todos reverberaban hasta que caer se hizo más económico que simplemente deslizarse. Desde entonces, el desmedro vaga al alza, y a la baja boga la suerte de los días sin brillo, sin mar y sin futuro.
Pero este orgánulo que sidera a quienes lo interrumpen desajusta crujidos como peces en su plástico; reduce famas que se venden en six packs mientras oxida sonrisas desamigadas. Una ciudad en lonjas se adelanta: en el plató sobran manos recién cortadas que ya no mendigan; la cámara viaja a lo lejos en un zoom sumamente cruel: la pantalla se llena de flecos morados y puntos amarillos.
Se aniquilará, sí, pero solo para flotar de nuevo, reptante, dándose baños de ceros en su copa cornuda, su cornucopa. Abundancia y no carencia es el deseo que repite todo aquello que ya es, sin esperar nada. Rutina multiplicante del espejo que solo puede reflejar ausencias como los ojos de las estatuas. El orgasmo robótico ha sido programado para esta noche a las once y catorce. Exactamente a las doce menos cuarto, se borrarán los archivos de nuestras voces, y solo entonces, podremos pagar para poder volver a soñar que somos.
Nunca falta un protón de tedio que nos perfore la alegría entre todas las burbujas de nuestro vaso de cerveza, y el calendario prosigue, y la campana no suena. Lo que falta no es dinero, sino tal vez, la consciencia: el día se niega cojeando o cogiendo, ¿hay alguna diferencia? Destornillarse no es más duro que mantenerse clavado al asiento, sin cambiar de canal, ni de menú, ni de sexo.
Eso dijo aquel hierofante antes de salir campante volando por la ventana como una rara manzana. Y como nunca lo dijo Lezama, seré yo quien lo diga: la quintaesencia del dulce de leche es pura retama. El ex fauno, que de tan calvo ya se ha hecho sabio, ahora aplica para miembro de extrañas corporaciones, total: para ser lo que hay que ser, más vale dejar eso. Con cada minuto se hace más desabrido el sancocho. Oximoresco el momento; zeugmático cada intento. Cuando veas que para ser opaco necesitas perder cuerpo, tendrás que desfoucaultizarte o renunciar a seguir siendo.
30 de octubre de 2018