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Mirándonos en el cine

Mirándonos en el cine: apuntes sobre los casos de la DIVEDCO e Ignacio

JOSE EMILIO “CHEMI” GONZÁLEZ MATOS

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En el 2019 se celebró el 70 aniversario de la creación de la División de Educación para la Comunidad (DIVEDCO). Programa pionero del gobierno de Luis Muñoz Marín, adscrito al entonces Departamento de Instrucción Pública, hoy Departamento de Educación, que llevó el cine a las comunidades más recónditas del suelo puertorriqueño, utilizándolo como herramienta de discusión comunitaria. Si bien era un proyecto, al fin y a la postre con fin más didáctico que artístico o estético, lo cierto es que durante lo que podría llamarse el periodo más fructífero de la DIVEDCO, de 1949 a 1965, podría decirse se produjo probablemente el mejor cine que se haya realizado en suelo boricua tanto a nivel artístico, como narrativo y sociológico. Nunca en nuestros intentos de forjar un cine nacional se ha producido más que en aquella época en términos de calidad, cantidad e ingenio. Era cine en el que se solía hacer mucho con poco, con modestia narrativa, pero con la preocupación de contar bien una historia sin que nada sobre ni falte y, sobre todo, con la necesidad punzante que debe tener nuestro cine de ser reflejo de nuestra realidad como pueblo y ser bálsamo de la misma. Es un cine que hasta el presente no ha sido superado en esas áreas en suelo nacional en las lides de cine de ficción narrativa, aunque afortunadamente a fines de la pasada década en largometrajes como El silencio del viento (2018) de Álvaro Aponte, Antes que cante el gallo (2016) y ¿Quién eres tú? (2018) de Ari Maniel Cruz, Extraterrestres (2017) de Carla Cavina, La granja (2016) de Ángel Manuel Soto, El Chata (2018) de Gustavo Ramos Perales, o Las vacas con gafas de Alex Santiago Pérez (2014), así como en una constante producción de notables cortometrajes, vimos un renacer de un cine nacional que en términos de calidad y preocupaciones sociológicas parece rescatar algo de lo que se había perdido de ese legado de la DIVEDCO. En el 2013 hubo incluso un homenaje audiovisual literal a la DIVEDCO con el proyecto enmarcado dentro de la plataforma de arte Santurce es Ley que se tituló la “NEO DIVEDCO”, en que cineastas y artistas plásticos plasmaron en cortometrajes y diseños preocupaciones del Puerto Rico de la segunda década del siglo XXI.

Expongo esto con plena conciencia de que, desde el proyecto de la DIVEDCO, el gobierno colonial nunca ha tenido la creación de una industria cinematográfica nacional como una prioridad, ni siquiera en los momentos de mayor efervescencia cultural y artística de décadas pasadas. El factor económico –el cine es el arte más costoso, inclusive hoy día que lo digital ha abaratado considerablemente los costos de producción– constituye quizás el mayor impedimento para el desarrollo del mismo, junto con las escasas ayudas estatales y los obstáculos que los mismos organismos oficiales han puesto al cine nacional.

Con la primera dama doña Inés María Mendoza como artífice y principal motor detrás de su creación, la DIVEDCO fue uno de los proyectos del gobierno de Muñoz Marín que más rápidamente adquirió notoriedad, visto desde el prisma de la distancia histórica pertinente. Aunque objeto de diversos estudios y análisis a lo largo de las pasadas décadas, para la influencia artística que ejerció y las necesidades que suplió en su justo momento histórico, me parece que todavía queda mucho por estudiarse y escribirse sobre la DIVEDCO. Hago hincapié en la vital presencia de Doña Inés en su creación ya que ella, desde su punto de vista de educadora y con el impulso de fomentar el caudal artístico envidiable que siempre ha tenido este país, fue muy clara en su visión que sirvió de puntal en el desarrollo del proyecto multidisciplinario y diverso de la DIVEDCO.

Como movimiento y proyecto cinematográfico pionero, la DIVEDCO fue precursora por varios años de la Escuela Documental de Santa Fe en Argentina, impulsada por el cineasta documentalista Fernando Birri y fundada en 1956. También se adelantó al Cinema Novo brasileño cuya primera película fue Rio 40 Graus (1955) del cineasta recientemente fallecido Nelson Pereira Dos Santos y anticipó por una década al Instituto de Ciencias y Artes Cinematográficas (ICAIC) en Cuba en 1959. Los tres son considerados los movimientos mayormente responsables en América Latina de promover el cine como herramienta de concientización sociopolítica. El cine producido por la DIVEDCO, a su vez también podría enmarcarse dentro de los manifiestos producidos en Brasil y en Cuba, Estetica de Fome (La estética del hambre) firmado por el abanderado del cinema novo brasileño Glauber Rocha en 1965 y Por un Cine Imperfecto, creado por el cineasta cubano Julio García Espinosa en 1970. Ambos manifiestos insistían en la realización de un cine en América Latina que estuviera libre de las ataduras de la industrialización, el capital y las consideraciones comerciales. Además, proponían al cine como herramienta de conciencia política y llamado a la acción desde la misma población, sin esperar por sus gobernantes.

El grupo de cineastas reclutados en Puerto Rico por la DIVEDCO fue influenciado principalmente por la corriente del neorrealismo italiano, particularmente el cine de Vittorio De Sica, Roberto Rosellini y Luchino Visconti; sus tres principales creadores. El neorrealismo, movimiento que tuvo su máximo esplendor a finales de la década del 1940 y a comienzos del 1950, se destacaba por rodarse en escenarios naturales, con poco presupuesto, actores no profesionales e iluminación natural. El centro de ese cine eran las historias cotidianas que reflejaban la realidad de los entornos retratados, a su vez, se alejaban de la influencia industrial y capitalista con un estilo documental en el que se plasmaban las acciones mientras estas se desenvolvían frente a nosotros –la noción de “imagen/ hecho”. Dicho modelo fue muy bien estudiado por los cineastas que conformaron la DIVEDCO.

La plantilla de la DIVEDCO en la dirección cinematográfica estaba compuesta por nombres imprescindibles como Amílcar Tirado, Jack Delano, Luis Maysonet, Benji Doniger, Marcos Betancourt y Ángel F. Rivera, entre otros. Junto a estos, otros colaboradores igualmente ilustres, conformaban las áreas de guión, fotografía, diseño de arte y carteles como: los escritores René Marqués, Pedro Juan Soto y Emilio Díaz Valcárcel, el fotógrafo Pedro Juan López (padre), los artistas plásticos Irene Delano, José Antonio Torres Martinó, Lorenzo Homar y Rafael Tufiño, por no mencionar más nombres. Con tan solo echarle un vistazo a algunas producciones de esos fructíferos años de la DIVEDCO podemos dar fe de su valor: El puente (1954) –en mi opinión la mejor película de la historia del cine puertorriqueño–, Una voz en la montaña (1952), El gallo pelón (1961), La noche de Don Manuel (1963) y La Botija (1964) de Amílcar Tirado, Modesta (1956), El Cacique (1957) y El secreto (1958) de Benjamín Doniger, La guardarraya (1964) de Marcos Betancourt, Juan sin Seso (1959), El resplandor (1962) y Geña la de Blas (1964) de Luis A. Maysonet, y Los peloteros (1951) de Jack Delano, entre otras.

Don Ángel F. Rivera dirigió dos de las mejores películas del acervo de la DIVEDCO: Ignacio (1956) y Un día cualquiera (1953). Incluso, logró ganarle a Puerto Rico uno de sus primeros premios internacionales en cine, cuando Ignacio fue reconocida con una mención de la crítica internacional en el Festival de Cine de Venecia –uno de los más prestigiosos del mundo– del año 1956. Dicha película es la que elegimos para comentar porque entendemos que encapsula todos los méritos del cine que se hizo bajo el sello de la DIVEDCO.

Ignacio, fue realizada en 1956 en el barrio Santa Olaya de la parte rural de Bayamón, y adaptada por el propio Ángel F. Rivera a partir del cuento de René Marqués “Los casos de Ignacio y Santiago”, publicado como parte de los Libros para el Pueblo que la DIVEDCO producía en su faceta editorial. El argumento de Ignacio no puede ser más sencillo y sigue la fórmula de la mayoría de los argumentos del cine hecho por la DIVEDCO. Se expone un problema social o familiar dentro de un núcleo rural de clase baja y la manera de resolverlo. Existe el ciudadano común que no se atreve a alzar la voz y, por otro lado, el ciudadano altanero que se responsabiliza de llevar la voz cantante y hacer política pública para su beneficio; el villano de la historia en otras palabras. En este caso, la trama principal concierne a Ignacio (Ulpiano Mulero), su esposa Gabriela (María Rivera) y el infante pequeño de ambos. Ignacio con su tala, le provee el sustento a su familia, sin embargo, vive ignorando los problemas que aquejan a su comunidad y no tiene el valor suficiente para alzar su voz en contra de don Isidro (Eliseo López), el autoproclamado líder comunitario. En principio, Ignacio no comprende por qué es importante dejarse escuchar ante el asunto importante de mejorar la calidad del agua del pozo del barrio, que está infectada. Sin embargo, al morir su hijo a causa de tomar del agua contaminada, Ignacio se tiene que enfrentar a los hechos y enfrentar su tristeza con una toma de conciencia.

A diferencia de otras películas de la DIVEDCO en que se mezclaban actores reconocidos con otros no profesionales, la totalidad del elenco de Ignacio era del barrio Santa Olaya y con la excepción de Eliseo López, el villano de la historia, nunca habían actuado antes. Es sorprendente la calidad del trabajo que realizan y la naturalidad con la que se expresaron, sobre todo María Rivera, como Gabriela, quien tiene un rostro particularmente dramático. Sin embargo, el mejor momento del filme corresponde a un vecino cuyo nombre no figura en los créditos y hace del amigo que consuela a Ignacio recordándole que no debe tener “un ratón muerto en el alma” ya que “el ratón muerto en nuestras almas es la timidez”. El diálogo de esa escena puede ser el mejor que haya visto en una película nacional. La analogía del ratón muerto confirma el ingenio y la naturalidad que Ángel F. Rivera impartió a este guión, dotando ese particular momento de la famosa “sabiduría de calle” típica del puertorriqueño.

El resto del guión está igualmente lleno de diálogos inteligentes y realistas que comunican con exactitud el dilema de Ignacio y su comunidad. La doble labor de F. Rivera en este filme lo reconfirma como uno de los grandes talentos de nuestro cine. En Ignacio se limita a contar una historia con economía, pero con inteligentes elementos narrativos, sobre todo las ilustraciones del cuento que abren cada capítulo y se convierten luego en la imagen en movimiento; prueba indiscutible de la inteligencia creativa que puede proporcionar la falta de medios. La película entonces cumple varias funciones al ser documento de la producción fílmica de la DIVEDCO y del cine de la época; documento del Puerto Rico de los años 50, con tradiciones ya extintas como el baquiné que se le hace al hijo de Ignacio; y un modelo de lo que serían las raíces de un cine nacional, si algún día aspiramos con seriedad a tenerlo. Ignacio en sus 33 minutos tiene mas corazón y dignidad que la inmensa mayoría de nuestro cine.

Es mucho lo que se puede decir sobre la DIVEDCO y su acervo cinematográfico, aunque en Puerto Rico, país de memoria corta y de dejadez cultural por parte de sus gobernantes, no sea tan conocida como debiera. En dicha producción se pueden escarbar y reconocer las contradicciones y paradojas de lo que fue el “muñosismo” que a casi siete décadas de la creación del Estado Libre Asociado todavía es un tema vapuleado y complejo en la psiquis puertorriqueña. Más allá de agendas políticas, sociales y didácticas, el cine de la DIVEDCO tiene un incalculable valor visual y narrativo que destaca por su fina artesanía clásica, prueba de que, si el dinero faltaba, sobraba el ingenio y la creatividad. Desde fines del año 2012 casi todo el acervo cinematográfico de la DIVEDCO se puede apreciar por YouTube subido por el Archivo Nacional de Puerto Rico del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Esperemos que nuevas generaciones sigan acercándose a tan invaluable legado.

Filmografía citada

Antes que cante el gallo. Dirigida por Ari Maniel Cruz, Deluz/CRL/Zapatero Filmes, 2016.

El Cacique. Dirigida por Benjamín Doniger, DIVEDCO, 1957.

El Chata. Dirigida por Gustavo Ramos Perales, Studio Creativo, 2018.

El gallo pelón. Dirigida por Amílcar Tirado, DIVEDCO, 1961.

El puente. Dirigida por Amílcar Tirado, DIVEDCO, 1954. 221.

El resplandor. Dirigida por Luis Maysonet. DIVEDCO, 1962.

El secreto. Dirigida por Benjamín Doniger, DIVEDCO, 1958.

El silencio del viento. Dirigida por Álvaro Aponte Centeno, Quenepa Producciones/ Balsie Guanábana Macuto/Promenade Films, 2018.

Extraterrestres. Dirigida por Carla Cavina, Pulsar Films/C & E Producciones, 2017.

Geña, la de Blas. Dirigida por Luis Maysonet, DIVECO, 1964.

Ignacio. Dirigida por Ángel F. Rivera, DIVEDCO, 1956.

Juan sin Seso. Dirigida por Luis Maysonet, DIVEDCO, 1959.

La botija. Dirigida por Amílcar Tirado, DIVEDCO, 1964.

La granja. Dirigida por Ángel Manuel Soto, Pimienta/Latitude Films/Que te Hable, 2015.

La guardarraya. Dirigida por Marcos Betancourt, DIVEDCO, 1964.

La noche de Don Manuel. Dirigida por Amílcar Tirado. DIVEDCO, 1963.

Las vacas con gafas. Dirigida por Alex Santiago Pérez, Corporación de Cine de Puerto Rico/Cozy Light Pictures, 2014.

Los peloteros. Dirigida por Jack Delano, DIVEDCO, 1951.

Modesta. Dirigida por Benjamín Doniger, 1956. ¿Quién eres tú? Dirigida por Ari Maniel Cruz, Macana, 2018.

Rio, 40 Graus. Dirigida por Nelson Pereira Dos Santos, Equipe Moacyr Fenelom/Sagres Filmes, 1955.

Un día cualquiera. Dirigida por Ángel F. Rivera, DIVEDCO, 1959.

Una voz en la montaña. Dirigida por Amílcar Tirado, DIVEDCO, 1952.

Bibliografía

García Espinosa, Julio. “Por un Cine Imperfecto”. Hablemos de cine. No 55-56, Lima, sept-dic, 1970, pp.37-42.

Marqués René. Libros para el pueblo No.5: Los casos de Ignacio y Santiago. Departamento de Instrucción Pública, División de Educación para la Comunidad, 1953.

Rocha, Glauber. “Estetica da fome” . Revista Civilizacao Brasileira. No.3, Rio de Janeiro, julio 1965.

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