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¡Peligro! Sociedades apáticas al acecho

El desafío de construir un mensaje político memorable en tiempos de ciudadanos indiferentes

Las sociedades se tornan cada vez más apáticas. Todos los órdenes sociales y políticos fueron transformados y es necesario partir de una idea: en estos tiempos tremendamente cambiantes, para poder iniciar cualquier intento de campaña electoral, es clave una exhaustiva y profunda investigación, conectar con los votantes, entender cuáles son sus prioridades, sus angustias, sus necesidades.

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Existe una nueva globalidad que se ha expresado en todo el mundo a través de diferentes escenarios de quiebre.

El voto es muy volátil, el elector se mueve, transita, se desplaza, hasta el último segundo, antes de emitir el sufragio. El voto líquido se ha apoderado de la escena y sobran ejemplos, sobre todo en las últimas diez o quince campañas electorales, de políticos que en todas las encuestas llegaban al Día D con muchísima ventaja y terminaron padeciendo los infortunios de la confianza excesiva.

En definitiva, el equipo de ganadores de encuestas es mucho más numeroso que el de efectivos triunfadores electorales. Porque los partidos se juegan hasta el último minuto, y porque cada error cuenta y es castigado de manera hostil por sociedades convulsas.

Por ahora analicemos algunas cifras que nos conectan en esta nueva normalidad y también nos sorprenden.

Día a día, los ciudadanos tenemos casi dos mil impactos de comunicación: familiares, laborales, sociales, culturales, globales, entre otros. Es decir, hay muchos elementos distractores en el ambiente de una campaña.

Es clave definir muy bien el mensaje: a quién le estamos hablando cuando hacemos comunicación política. Ese mensaje viene de la mano de un equipo preparado, profesionalizado y especializado en cada uno de los temas.

La democracia es sistemáticamente empujada a buscar mecanismos de adaptación que le permitan sobrevivir a los nuevos tiempos. En este contexto, es necesario enamorar a través de un candidato que brinde garantías. Ganará la elección el que tenga el mejor equipo, porque “equipo mata gurú”.

La tolerancia, el diálogo político y el debate constructivo son bienes casi en desuso, que han dado lugar a sociedades absolutamente polarizadas, donde reinan con mucha vehemencia escenarios de irritación y fastidio.

En pocas palabras: la apatía llegó para quedarse. La popularidad de varios gobiernos decreció de la mano de las insatisfechas exigencias de sus votantes, de la poca canalización de los intereses de los jóvenes, de la falta de escucha a minorías emergentes.

¿Estuvieron esos gobiernos a la altura de poder dar respuestas a pueblos golpeados económica y socialmente? ¿Las campañas y los candidatos interpretaron bien los mensajes que debían emitir para que estos se transformen en votos?

Realmente son muy pocos los casos donde se han podido observar, desde la política, golpes de timón significativos que estuvieran en sintonía con reglas de juego distintas. Muy pocos se animaron a diseñar acciones innovadoras a la hora de planificar una campaña desde cero, pero también al momento de tener que cambiar sobre la marcha.

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