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GOBERNAR A TODOS, EN TODAS PARTES Y AL MISMO TIEMPO
from Divergente #22
Ya iniciado el año, comencé a encontrarme con recurrentes noticias sobre una curiosa película realizada con menos de veinticinco millones de dólares (bajo presupuesto para los estándares de Hollywood), en treintaiocho días, con un equipo reducido que post produjo durante la pandemia, dirigido por dos jóvenes con poca experiencia en la industria cinematográfica; varios críticos calificaron su trabajo como la película para la generación TikTok, por su peculiar trama multigénero y trepidante edición. Sí, me refiero a Todo en todas partes al mismo tiempo (Kwan y Scheinert, 2022), y más allá de todos los datos curiosos y los siete premios Oscar obtenidos –incluyendo el de mejor película–, fue su título lo que llamó poderosamente mi atención.
En coincidencia, ese mismo fin de semana de la premiación anual organizada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS, por sus siglas en inglés) culminó el Diplomado en Mercadotecnia Política: Ejerciendo el Poder en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), programa que orgullosamente fundé y anualmente imparto desde hace veinticinco años. Mi participación en el último módulo ha ido enfocada siempre hacia mos- trarle a los alumnos las perspectivas de futuro que la consultoría en marketing político puede ofrecerles a los gobiernos, sobre todo, aprovechando los avances de la tecnología.
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Recuerdo como si fuera ayer que en 1998 hablé de las grandes posibilidades que ofrecerían las páginas web, los correos electrónicos y la mensajería instantánea; en 2023 abordé cómo están ya implementando varios gobiernos el análisis predictivo acelerado con big data, la inteligencia artificial y el metaverso como recursos, que aún se siguen sintiendo sacados de una película de ciencia ficción o un videojuego, y que en un par de años serán parte de nuestra vida cotidiana como ya lo son los asistentes virtuales, los teléfonos inteligentes, las plataformas audiovisuales y las reuniones a distancia.
De inmediato hilé mi disertación con el título de la premiada cinta y me di cuenta de que ahí estaba parte de la piedra angular de la gestión gubernamental en esta acelerada y complicada era digital: gobernar a todos, en todas partes y en tiempo real.
¿Es entonces que el futuro de la gobernanza implicará los desafíos que el Hombre Araña o el Doctor Strange enfrentan en peligrosos multiversos? ¿Serán, más que funcionarios públicos, émulos de los personajes de Tron (1982) o The Matrix (1999) Aunque parezcan preguntas que solamente se harían un grupo de gamers en el sótano de una casa, los avances tecnológicos implican soluciones innovadoras, los eurekas para una nueva realidad y las perspectivas para comprender el zeitgeist de lo virtual.
Los últimos años, hemos visto un recuperado interés por conquistar el espacio exterior, impulsado por Elon Musk; demasiada prisa por crear mundos virtuales inmersivos gracias a lo emprendido por Zuckerberg, y mucho ánimo por desarrollar inteligencias artificiales capaces de suplantar la mayoría de las actividades realizadas, hasta hoy, por seres humanos. Sin embargo, veo poco interés en los gobiernos, de casi todas las naciones, en actualizarse o, al menos, entrar en el debate de como seremos gobernados en estos escenarios.
Más aún, los problemas cotidianos que los ciudadanos siguen demandando, como la prevención del delito mediante múltiples acciones de vigilancia, transporte público, suministro de agua potable, acceso libre a redes de Internet, educación pública moderna y eficiente, calles libres agujeros o baches, se ha demostrado que pueden ser resueltos utilizando inteligencia de datos, algoritmos y tecnologías de la información. Basta con una política pública que privilegie el benchmarking, con apertura a la cooperación con gobiernos dentro o fuera de sus naciones, para adaptar acciones de gobierno que ahorran esfuerzo, tiempo y dinero para mejorar el bienestar de sus gobernados.
Incluso, es válido que todos estos escapes a mundos posibles, originalmente emanados de la mente de escritores como Julio Verne, Isaac Asimov o William Gibson, echen una mirada a obras como El Ministerio del Futuro (Robinson, 2022), que narra como una dependencia gubernamental intenta salvar a la humanidad de un destino apocalíptico inevitable. Es muy claro que los institutos de planeación y las oficinas de asesores en todos los niveles no están dotando a los gobiernos de la complejidad en la cual ya estamos inmersos, continúan absortos en la agenda del día a día, resolviendo tardíamente problemáticas del pasado sin visión de futuro.
Durante los últimos diez años, Peter Diamandis y Steven Kotler han colaborado para generar una trilogía de interesantes obras que subrayan el dinamismo que están teniendo los avances tecnológicos y es la segunda entrega titulada Bold: How to Go Big, Create Wealth, and Impact the World en la cual desarrollan las “seis D” de las tecnologías exponenciales, que resumo sucintamente: digitalización, cuando una tecnología se traduce a código binario; decepción, cuando una tecnología, en un principio, no alcanza el éxito anunciado como sucede con el metaverso; le sigue la disrupción, que se traduce en un proceso de impacto cotidiano, como ya sucede con las inteligencias artificiales; después viene la desmonetización, el precio sumamente elevado se reduce al máximo, como ha sucedido con la fotografía o el video en los últimos veinte años; por consiguiente, le sucede una desmaterialización, porque la popularización del uso tecnológico lo vuelve prácticamente intangible, como los discos compactos o DVD, ahora habitantes de plataformas digitales; y, finalmente, la democratización, que es cuando prácticamente todos usan esa tecnología antaño exclusiva de un grupo reducido: acceso a Internet, teléfonos inte- ligentes, redes sociales, motores de búsqueda y las diversas aplicaciones móviles.
Para que un gobierno pueda aspirar a una satisfacción plena de la mayor cantidad de sus gobernados, tendrá que ubicar en la anterior escala todos y cada uno de los servicios que ofrece de forma transparente, así como las nuevas demandas ciudadanas, para poder crear el máximo bienes intangibles que construyan la credibilidad (Canel, 2018). Entre más abierto, accesible, invisible, liviano y resolutivo, mejor aprobada estará una administración pública.
Refuerza lo anterior otro Kotler, pero en este caso es Philip, padre de la mercadotecnia moderna; en su más reciente obra Marketing 5.0 establece que “la tecnología no solo simplifica la logística, sino que ha comenzado a desempeñar funciones reservadas a los humanos hasta el momento: el uso de big data y los sistemas de inteligencia artificial ya son capaces de identificar y revelar patrones de consumo, la escucha activa de las redes sociales proporciona insights muy relevantes para nuevos productos y servicios o la continua hipersegmentación y personalización de la oferta basándose en nuestros comportamientos, resultando en métricas de captación, conversión y fidelización muy saludables” (Kotler, Kartajaya, & Setiawan, 2021).
En lo particular, desde 2021, he estado evangelizando en diversos foros que, para encarar mejor la embestida tecnológica, los gobiernos deben considerar una metaestrategia con sustento en la teoría sistémica, que significa un orden superior estratégico concentrador de todas las demás actividades político gubernamentales, elevándolas a un rango superior estratégico, capaz de mantener interconectadas todas las acciones de manera holística y abriendo espacio a todas estas nuevas tecnologías y tendencias de consumo de servicios en las que hay un constante rezago y, finalmente, no permite al gobernante construir una narrativa de triunfo mediante acciones positivas en su travesía por los peligrosos multiversos microsegmentados de las múltiples exigencias ciudadanas que hoy le exigen estar y resolver todo en tiempo real.