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a la localización de la literatura vasca, Mari Jose Olaziregi

La grandeza de lo pequeño: reflexiones en torno a la localización de la literatura vasca

Mari Jose Olaziregi

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO-EUSKAL HERRIKO UNIBERTSITATEA

En las líneas que siguen1 reflexionaremos sobre los conceptos que los estudiosos han utilizado para definir y situar la literatura vasca en el contexto global. Para ello, recalaremos en conceptos como “literatura pequeña”, literatura menor, literatura periférica o literatura minoritaria, y comentaremos su utilidad. Como veremos, la obsesión que tanto los escritores como los críticos de la literatura vasca han tenido sobre la insularidad y pequeñez de su literatura ha condicionado fuertemente incluso las estrategias que las instituciones vascas han utilizado para promocionar nuestra literatura en el mundo. Las constantes tensiones entre una pulsión globalizadora y una pulsión más territorial han determinado, sin duda, los debates entre nuestros creadores, debates que han tenido la traducción del euskera a otras lenguas como objetivo primordial. Completaremos nuestro análisis con algunos apuntes sobre el proceso de autonomización del subcampo de la traducción literaria en los últimos años.

1 Este artículo ha sido redactado dentro de los proyectos de investigación IT 1047-16 (Gobierno Vasco), US 17/10 (Universidad del País Vasco) y FFI2017-84342-P (Mineco). El artículo es una versión resumida y actualizada del capítulo que publicamos en 2017 en el volumen The Routledge Companion to Iberian Studies, London: Routledge, editado por Javier Muñoz-Basols, Laura Londsdale y Manuel Delgado Morales, bajo el título de: “Going Global: The International Journey of Basque Culture and Literature” (547-557).

“El mapa vasco del mundo”

Mark Kurlansky, escritor y periodista norteamericano, recuerda en The Basque History of the World (1999) –uno de los best sellers internacionales sobre los vascos– un chiste muy conocido sobre el excesivo orgullo de los bilbaínos. “Según un popular chiste de Bilbao, un bilbaíno entra en una tienda y pide un ‘mapamundi de Bilbao’. El propietario le pregunta sin pestañear: ‘¿De la orilla izquierda o de la derecha?’” (Kurlansky, 16). No sé si, como dice Kurlansky, los vascos hemos sentido que somos el mundo o el ombligo del mundo, pero la verdad es que, en la estela de personajes (Elcano, San Ignacio de Loyola), artistas (Oteiza, Chillida) o artes (gastronomía) en las que el adjetivo vasco se ha visto acompañado por el de “universal” pocas veces, o ninguna, ha recalado en escritores en lengua vasca. Podría decirse que la literatura vasca nunca se ha erigido para nuestros responsables políticos en pasaporte que pudiera universalizar nuestra cultura. De hecho, si consideramos, por ejemplo, la última propuesta del Gobierno Vasco presentada en enero de 2018, bajo el título de “Actualización del Marco Estratégico de Internacionalización 2020”2, nos percataremos de que el documento habla de la importancia de la cultura como industria, y no de la cultura como creación, una importante distinción que muestra la relevancia que los indicadores económicos y sociales tienen para el actual Gobierno Vasco a la hora de describir la imagen global del País Vasco.

Vemos que la estrategia del Gobierno Vasco con la marca “Euskadi: Basque Country” difiere claramente de la utilizada durante décadas por el Gobierno de España, donde la cultura ha sido el mayor activo exportable y el principal elemento de cohesión nacional (Delgado, 150).

Una cultura española oficial que no se ha entendido como expresión de realidades sociales diversas, complejas y contradictorias (Delgado, 102), sino que ha funcionado como “pegamento” y se ha asentado en el “mito de la lengua universal” y la consiguiente presuposición de que “a través del español la cultura transmitida en esa lengua tiene una proyección mundial” (Delgado, 85). La disolución de la especificidad cultural en lo universal ha invisibilizado la heterogeneidad de las diversas culturas del estado español, tales como la euskaldun, cuya lengua, el euskera, es hablada en la actualidad por casi un millón de habitantes en ambos lados del Pirineo. La co-oficialidad del euskera en 1982 en la Comunidad Autónoma Vasca, y en 1986 en las zonas vasco-parlantes de la Comunidad Foral de Navarra, y su obligatoriedad en los niveles de enseñanza no universitarios en dichas comunidades, ha permitido que, gracias a las políticas lingüísticas activas promovidas desde Euskal Herria, en la actualidad contemos con 318,000 personas vascohablantes más que hace 30 años, unos 200,000 a través del sistema educativo. Es entre los menores de 25 años donde el índice de bilingües es mayor, un 73%. Aun admitiendo que el uso del euskera ha aumentado, sobre todo en ámbitos formales, y que cuenta con el apoyo de la población de la CAV donde un 82.3% la elige para los niveles no universitarios, es su uso en el ámbito no formal y familiar uno de los retos más importantes que la lengua tiene en un futuro (cf. V. Inkesta Sozio-logikoa, 2011).

2 Véase: https://www.irekia.euskadi.eus/uploads/attachments/10920/ Estrategia_Euskadi_Basque_Country_Publication.pdf?1516878397

Advertimos, en definitiva, cifras que permiten una lectura optimista y ahuyentan el fantasma de la desaparición de la lengua (Crystal, 2004), pero que a su vez sirven de base para reclamar, como lo hizo el Gobierno Vasco a través de su Euskararen Agenda Estrategikoa, 2013-2016 (Agenda Estratégica del Euskera), líneas activas a favor de la lengua. Entre éstas destacan, en lo que atañe a la internacionalización, los objetivos que buscan impulsar la colaboración con instituciones no sólo del ámbito vasco, sino con las del marco ibérico, así como la colaboración con la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo y con la UNESCO Chair of World Language Heritage of the UPV/EHU (http://www.mho-unesco-kate-dra.org/w/about.html) en cooperación lingüística para la preservación de lenguas minorizadas y amenazadas. Como vemos, la lógica cultural y política que rige la proyección internacional de la lengua vasca difiere, y no podía ser de otro modo, de la expuesta a propósito de la lengua española. Palabras como “derechos lingüísticos”, “preservación”, “ayuda”, “cooperación” reclaman, y así se dice en la mencionada agenda estratégica, su lugar en el mundo para las lenguas minorizadas como la lengua vasca.

“Eukara, Jalgi Hadi Mundura!” (Bernard Etxepare)

La internacionalización de la lengua y cultura vascas ha experimentado un notable impulso en los últimos años gracias, entre otros factores, a la creación en 2010 del Instituto Vasco Etxepare, ente público creado por el Gobierno Vasco con el objetivo de promocionar mundialmente la lengua y la literatura vascas. La traducción literaria es, sin duda, una estrategia clave para el Instituto que, consecuentemente, realiza publicaciones informativas bilingües y trilingües, tanto en formato de libro como disponibles vía Internet. Junto a ello, el Instituto ha subvencionado la traducción de una media de 22 trabajos literarios anualmente para ser traducidos a otras lenguas (con una dotación de unos 40,000 euros anualmente).

Como argumenta Pascale Casanova, la traducción, más allá de la naturalización (en el sentido de cambio de nacionalidad), implica littérarisation o la propia reafirmación como literatura, es decir, la construcción de capital literario propio ante instituciones legitimadoras. El segundo aspecto, debido a la confianza creciente en el modelo comercial, se está desplazando desde París hacia lo que la autora denomina “el meridiano Greenwich de la literatura”. Si se tiene en cuenta un mercado en el que se ha separado la lógica intelectual de la lógica de las publicaciones, desde el principio resulta obvio que un autor que escribe en una de las lenguas “universales” no necesita de forma imprescindible ser validado mediante traducciones para conseguir un puesto en las clasificaciones mundiales (Casanova, Cap. 4). De hecho, tal y como ha argumentado Andrea Pisac tras su análisis del conocido festival World Voices organizado por el American PEN, cuando hablamos de literatura mundial actualmente estamos, de hecho, haciendo referencia a la literatura anglófona y a la literatura traducida de autores y lenguas consideradas de “Tercer mundo”, “specifically written to provide ethnographic information about a foreign ‘culture’” (Pisac, 204). Por este motivo, las traducciones abundan mucho menos en la producción literaria de Estados Unidos o del Reino Unido. Tanto es así que el pequeño volumen de traducciones en estos países contrasta rotundamente con el 25% que conforman dentro de las publicaciones anuales en lengua vasca, una producción que suma 1,500 títulos nuevos cada año. De hecho, el que la traducción ocupe un lugar

central en la literatura vasca evidencia la situación débil de nuestra literatura y su trayectoria relativamente corta.

Pero, ¿cuál es en verdad el lugar que una literatura como la vasca puede tener en el panorama de la literatura mundial? ¿Es la traducción de obras literarias vascas a otras lenguas estrategia suficiente para alcanzar la visibilidad deseada? Sin duda, son preguntas pertinentes y necesarias a la hora de debatir las cuestiones que nos atañen. En mi opinión, definiciones como la aportada por David Damroch en su conocido What Is World Literature? (2003) también pueden arrojar luz en este sentido. Según Damroch, la literatura mundial es: a) una refracción elíptica de las diversas literaturas nacionales; b) una escritura que mejora con la traducción; y c) una nueva forma de lectura que podríamos describir como una afinidad con mundos alejados a nuestro lugar y tiempo, y no un conjunto de textos canónicos. En este sentido, si aceptamos, como defiende el escritor Joseba Sarrionandia, que la literatura mundial es “desigual y combinada” (Sarrionandia, 448), esa realidad no es impedimento para subrayar, según él, la importancia que tiene para nuestra literatura participar en ese escenario mundial:

Aunque sabemos de las limitaciones, no sería beneficioso para las literaturas pequeñas renunciar a participar en ese marco. Sabemos que en las sociedades complejas renunciar a participar en las instituciones complejas tiene por consecuencia el relativismo y la desilusión; una consecuencia del relativismo, la imposibilidad de acometer cambios. Habrá que replantear la Literatura Mundial, replantearla desde planteamientos de libertad e igualdad. Reclamar que no sea ni eurocéntrica, ni nacionalista, intentad que no se configure siguiendo las relaciones de poder que rigen el mundo. Sé que es una utopía de momento, pero sólo podemos acometer el cambio participando en ello. (Sarrionandia, 448)

Por tanto, creemos que sería más pertinente preguntarnos cuáles han sido las estrategias que ha seguido la literatura vasca para ser parte del panorama mundial de la literatura. Y por otro lado, ¿cuáles han sido las recientes estrategias de traducción que se han seguido para conseguir dicho objetivo?

El catálogo fruto de la tesis de Elizabete Manterola nos servirá de punto de arranque para perfilar la proyección de nuestra literatura fuera de nuestras fronteras. Dicho catálogo, denominado ELI, se puede consultar en línea (http://www.ehu.es/ehg/eli/) e incluye obras de literatura euskérica traducida a otras lenguas. Con un total de 480 títulos traducidos a 38 lenguas diferentes hasta el año 2010, la literatura vasca presenta una realidad muy desigual respecto a las lenguas meta y al impacto global de los 161 autores euskaldunes traducidos.

Efectivamente, como argumenta Manterola (241), las traducciones al castellano constituyen casi la mitad de toda la producción, clara muestra de la dependencia del sistema literario vasco del sistema español. El catalán y el inglés son, seguidos por el gallego, las siguientes lenguas meta más populares. Pero, además, es cuestionable que en el caso de la traducción al castellano podamos hablar de “exportación”, puesto que el lector meta se sitúa en ocasiones dentro del territorio y cultura originales, es decir, dentro de las fronteras del País Vasco. Sólo el 47% de los libros analizados han sido traducidos directamente del euskera (Manterola, 242), y la auto-

traducción (al castellano) y la traducción alógrafa son similares porcentualmente. Las distancias que marca el escritor Bernardo Atxaga respecto al resto de autores vascos son realmente importantes en cuanto a la traducción de sus obras. Un total de 35 títulos suyos han sido traducidos a un total de 31 lenguas, y el volumen de cuentos Obabakoak (1988) supuso, sin duda, el inicio de una nueva era en la literatura vasca, pues se trata de la obra que dio visibilidad al autor en un nivel global y que le canonizó, tanto en el sistema literario vasco como en el español, a raíz, sobre todo, de la obtención del Premio Nacional de Narrativa de 1989 (Olaziregi, 2005). La posición central de Atxaga en el actual sistema literario vasco ha corrido paralela a su canonización en el posible sistema inter-literario ibérico.

No está de más recordar, al hilo de lo afirmado por el profesor Mario Santana (2009), que de los 121 libros de narrativa que fueron galardonados con el Premio de la Crítica desde 1976 hasta 2008 en España, El hijo del acordeonista de Atxaga fue el primero traducido a todas las lenguas del Estado español, hecho que resulta llamativo por cuanto hablamos de un premio creado para impulsar las relaciones entre las literaturas de las cuatro lenguas oficiales del Estado español. Por su parte, diremos que, aunque son seis los escritores vascos que han obtenido el Premio Nacional de Literatura (Unai Elorriaga, Mariasun Landa, Anjel Lertxundi, Kirmen Uribe y Josu Zabaleta), ha sido la del escritor vasco Kirmen Uribe, después de la de Atxaga, la trayectoria internacional más beneficiada por la obtención de dicho premio. Su novela Bilbao-New York-Bilbao (2008) está traducida a 14 lenguas, y otras obras suyas posteriores, como la reciente Mussche (2012), ya están traducidas a seis lenguas, entre las que destacan el japonés y el chino. Vemos, además, que los más de 30 años que han pasado entre la publicación de Obabakoak (1988) y Bilbao-New YorkBilbao (2008) han supuesto un cambio muy importante en las estrategias y procedimientos de traducción. Nos referimos a que hoy en día traducir literatura vasca directamente del euskera a otras lenguas es mucho más factible, y que las políticas de traducción y alfabetización han dado algún fruto en este sentido. El caso de la traducción al japonés de la novela Mussche de Uribe por parte de Nami Kaneko es, en este sentido, paradigmática por cuanto el libro fue además premiado como mejor traducción extranjera en Japón en 2016.

Literatura pequeña, ambición grande

Aunque las líneas precedentes puedan dar la sensación de que la literatura vasca ha superado en décadas recientes el sentimiento de aislamiento que la embargaba, lo cierto es que no es así. De hecho, tal y como afirma César Domínguez, en las diversas literaturas del marco ibérico es la vasca la que con más insistencia se ha autodefinido como literatura pequeña (108). Es una concepción que privilegia la territorialización que, de hecho, queda además ampliada gracias a su insularidad lingüística y literaria. Es precisamente el geomitema de la isla la principal imagen que hemos utilizado durante años para presentar nuestra literatura a propios y extraños. Aunque, la verdad sea dicha, todos los términos que hemos utilizado para referirnos a nuestra literatura, como “literatura minoritaria”, “literatura periférica” o “literatura pequeña” incluyen la idea de relaciones desiguales entre los diferentes campos literarios y, por tanto, de dominación.

De hecho, todos estos términos implican interdependencias entre las diversas literaturas: una dimensión política de la literatura, diríamos, y así lo defiende Clémence Scalbert-Yücel (315) a propósito del concepto “small literature”, literatura pequeña, aplicada a casos como el vasco. Creemos que cuestiones referentes al tamaño de un mercado literario, número de títulos publicados por año, número de lectores potenciales, etc., pudieran ser menos relevantes que otros aspectos políticos tales como hegemonía y el estatus oficial o no de la lengua vehicular de la creación, entre otros, cuando nos referimos a cualquier literatura. Además de conceptos como el de literatura menor de Deleuze y Guattari (1975), un concepto que en verdad no se adecua al de literatura escrita en lengua vasca por cuanto el euskera es la lengua vernácula del País Vasco, los términos “literatura minoritaria” y “literatura pequeña” han sido utilizados como sinónimos, mientras que el concepto de “literatura periférica” ha sido mucho más cuestionado por su alusión explícita a la dependencia que presupone respecto a un centro literario.

Sea como fuere, lo cierto es que la reflexión y el debate terminológico a propósito de literaturas pequeñas como la nuestra requerirían un análisis más detallado y teórico del que podemos plantear en el limitado espacio del que disponemos en el presente artículo. Es por ello que trataremos de concluir esta breve presentación apuntando dos cuestiones que son, en verdad, relevantes a propósito de la visibilidad a la que literaturas como la vasca pueden optar. Nos referimos a aspectos importantes, tales como su recepción internacional o el lugar que pudiera ocupar en ámbitos como el de los estudios ibéricos.

Escritores/escritoras vascas entre dos lenguas

Como hemos mencionado, la centralidad que la traducción ha adquirido a partir de los años 1980 en nuestro sistema literario ha permitido, además de la incorporación de poéticas ajenas a nuestro sistema, la profesionalización de los escritores. En efecto, fue a partir de los años ochenta del pasado siglo cuando gracias a las ayudas del Gobierno Vasco se acometió la traducción de obras literarias canónicas de la literatura mundial y se crearon colecciones como Literatura Unibertsa-la, gestionada por EIZIE (Asociación de Traductores, Intérpretes y Correctores de Lengua Vasca). Dicha colección incluye al menos 155 títulos que permitieron la incorporación a la lengua literaria vasca de estilos y matices que, sin duda, enriquecieron y dotaron de plasticidad a nuestra lengua. En la dirección inversa, las ayudas que anualmente otorga el Instituto Vasco Etxepare a la traducción de obras escritas originariamente en euskera a otras lenguas está permitiendo que se puedan promocionar en ferias del libro internacionales como las de Londres, Frankfurt, Guadalajara o Gotemburgo. Podríamos afirmar que la traducción y la auto-traducción forman parte de la realidad creativa de nuestros autores que afirman escribir en euskera por ser ésta la lengua de su “tribu”, o por afinidad con la comunidad lingüística y cultural en la que han crecido y quieren vivir. También hay escritores vascos que afirman escribir indistintamente en las diferentes lenguas que los habitan.

El espectro de las razones que aducen nuestros escritores es, como no podía ser de otro modo, muy amplio, lo que pudimos comprobar en un congreso que organizamos en 2008 en el William Douglass Center for Basque Studies de la University of Nevada, en Reno, EE.UU. Las ponencias que presentaron los escritores vascos, y las de otros reconocidos hispanistas, fueron pu-

blicadas en 2009 en el volumen Writers in Between Languages: Minority Literatures in the Global Scene, editado por la autora del presente artículo. Recientes tesis doctorales, como la realizada por la profesora Miren Ibarluzea en la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea en 2016, han demostrado, además, que la profesionalización de los traductores vascos y la autonominación del subcampo de la traducción literaria han permitido a los escritores vascos actuales decantarse por los traductores profesionales y dejar a un lado la auto-traducción. El traductor tiene en Euskal Herria, todavía, un estatus social y cultural importante, y así lo demuestra además el número de obras de ficción en euskera protagonizadas por traductores, cuestión que también abordó la aludida tesis doctoral de Ibarluzea.

En cualquier caso, la pregunta es obvia: ¿cómo se perciben los autores vascos internacionalmente? ¿Qué estrategias promocionales están siendo impulsadas por gobiernos autónomos y centrales para promocionar las literaturas pequeñas? Podríamos analizar, por ejemplo, la página Web del Ministerio de Cultura español (www.españaescultura.es) y echar un vistazo a la sección de escritores que presenta. Los datos son en verdad significativos: de los 406 escritores que aparecen en esa sección, sólo 5 son autores que escriben en euskera (cuatro hombres y una mujer), es decir, un 1.2% del total. Una cifra en verdad limitada, si tenemos en cuenta los más de 300 escritores que existen en la actualidad en lengua vasca, escritores que, además, han sido sobre todo traducidos al español. Pero hay otra cuestión que resulta tan llamativa como la anterior y se refiere a la asimilación que algunos autores vascos sufren al sistema literario español, que sin duda incide en la eliminación del dato de que escriben en euskera en su presentación. El caso de Bernardo Atxaga es particularmente llamativo por cuanto la página Web no indica, como constata Elena Delgado en la mencionada publicación, el hecho de que el euskera es la lengua original de sus creaciones literarias. En otras palabras, cuanto más canónico se convierte un escritor euskaldun en el sistema literario español, más asimilado se vuelve gracias a la omisión de cualquier referencia a su lengua de creación. Lo mismo ocurre en cuanto a los créditos de sus libros: en la mayoría de los casos no se reconoce o menciona el original en euskera del que se ha traducido al español.

Pero el caso de Atxaga nos permite, por la amplia traducción de su obra, reflexionar un poco más sobre su recepción internacional. Así, por ejemplo, podríamos recalar en la recepción de su obra en el Reino Unido o en los EE.UU., y preguntarnos: ¿cómo es recibido el autor? ¿Como un escritor vasco (en lengua vasca), español o europeo? Son cuestiones importantes que surgen, ante todo, en el caso de los escritores en una lengua minoritaria, minorizada o pequeña. De hecho, es obvio que cualquier respuesta a la pregunta bien merecería un estudio detallado de las vicisitudes que han condicionado la recepción de los autores vascos, aunque creo que sí puedo apuntar algunas peculiaridades que resultan al menos curiosas. Por ejemplo, al contrario de lo que ocurre en España, en el Reino Unido las publicaciones de Atxaga subrayan reiteradamente que se trata de un escritor en lengua vasca. La información en torno al March Award es, en este sentido, realmente reseñable (http://www.marshchristiantrust.org/default. asp?V_ITEM_ID=519). La página Web del premio reitera por error que la obra The Adventures of Shola de Atxaga fue traducida del euskera por Margaret Jull Costa, aunque es sabido que ella siempre ha traducido del español la obra del asteasuarra. Pero el error revela, sin duda, la percepción que se tiene del autor en territorio britá-

nico por cuanto que allí saben que escribe en euskera y suponen que todas sus traducciones han sido realizadas a partir de la versión original de sus textos. Se trata de un ejemplo muy limitado, lo sé, pero inimaginable en España. De hecho, la editorial británica del autor vasco, Harvill Secker, explicita claramente que el autor escribe tanto en euskera como en castellano, mientras que su homóloga española, la editorial Alfaguara, menciona los premios que Atxaga ha conseguido y que es miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca, pero no subraya el hecho de que sea un escritor en lengua vasca. El título de la entrevista realizada por David Gardner a Atxaga, publicado en el Financial Times (19-10-2012), es, quizás, verdaderamente revelador: “Basque Flourishes amid Spanish Divide”. Mi percepción es que los escritores de lengua minorizada son doblemente minorizados en los Estados a los que sus campos literarios pertenecen. Es el caso, sin duda alguna, de los Estados español y francés respecto a los escritores en lengua vasca.

El estudio académico de las literaturas pequeñas

Quisiéramos terminar nuestra reflexión señalando la importancia que las instituciones académicas y sus programaciones pueden tener a la hora de promocionar y dar a conocer literaturas pequeñas como la nuestra. El primer aspecto que quisiéramos subrayar se refiere a la limitada presencia que los estudios literarios vascos tienen en las universidades de ámbitos tan próximos como el español y el francés. Lo cierto es que llama la atención que el estudio de la literatura vasca se limite, en el caso francés, a universidades como Bordeaux-Montaigne o Pau, o al campus universitario de Baiona, situado en el País Vasco francés. Pero el panorama del ámbito español no es mejor, ya que fuera del País Vasco peninsular sólo se ofrecen Estudios Vascos en cuatro universidades. Esta limitada presencia contrasta con la renovación que el hispanismo tradicional está viviendo gracias a la implantación de los Estudios Ibéricos, una disciplina cuya novedad radica en “its intrinsic relationality and its reorganization of monolingual fields based on nation-states and their postcolonial extensions into a peninsular plurality of cultures and languages pre-existing and coexisting with the official cultures of the state” (Resina, vii), un “subfield of comparative studies” (Resina, 11), y que, al contrario que las filologías nacionales o literaturas nacionales, “do not serve a political entity or legitimize a state” (Resina, 14).

En términos similares se expresa Mario Santana cuando aborda los retos que este nuevo paradigma de estudios ibéricos reclama a nivel curricular para su implementación (Santana, 2013). Las tres áreas que, en su opinión, requerirían un desarrollo y actualización serían, en orden: a) la reconfiguración de lo que se ha entendido como “literaturas nacionales”, cuestionando el monolingüismo desde el que se han abordado, y “rethink the nature of the interactions among producers and consumers of literature across linguistic and political boundaries” (Santana 2013, 55); b) la instrucción lingüística de los profesores de la literatura ibérica, una instrucción que exige cuestionar la ideología del monolingüismo, es decir, “the notion that everything can be reinscribed and eventually done exclusively in one dominant language (Santa-na 2013, 58); y c) el estudio crítico de la disciplina.

Obviamente, la dificultad que implicaría plasmar dichas propuestas limita las opciones reales que tiene una lengua minorizada como el euskera no sólo para hacerse oír en la República

Mundial de las Letras sino también para establecerse como una de las literaturas integrantes de un marco comparatista auténtico que supere el castellanocentrismo ideológico y teórico que ha reinado en el ámbito académico español. Sin duda, resulta más que recomendable el conocido consejo de Gayatri Chakravarti Spivak cuando, al hablar de “resucitar” la literatura comparada, defiende la necesidad de abrazar las otras lenguas, en lugar de considerarlas únicamente como lenguas para “estudios de campo” (citado en Domínguez 2013, 25). A ese respecto, ella misma señala que tal recomendación se contrapone al hecho de que existen muy pocas lenguas hegemónicas europeas, mientras que en el hemisferio sur las lenguas son incontables.

Conclusiones

La internacionalización de la lengua vasca, tanto por medio de políticas activas para impulsar la traducción y corregir así las asimetrías del sistema literario vasco actual, como por medio del fomento de los estudios vascos en universidades internacionales, es una demanda a la que se ha respondido sólo en los últimos años y se ha hecho desde las instituciones públicas y académicas que forman parte del contexto vasco. En este sentido, en relación con la investigación literaria, subrayamos la contribución que expertos en literatura comparada han realizado en la esfera peninsular mediante su análisis de la interacción entre las diversas literaturas ibéricas, así como la creciente importancia que los Estudios Ibéricos han adquirido en los currículos universitarios internacionales. Precisamente, gracias a desarrollos teóricos como los aludidos, y a la implantación de programas académicos y puestos docentes con especialización en las diversas literaturas del panorama ibérico, las literaturas ibéricas pueden conseguir, entre otros, un estatus más visible y más activo que el que se les ha concedido hasta la fecha en la historiografía literaria española tradicional, donde su presencia ha sido la mayoría de las veces anecdótica. Quizás deberíamos finalizar citando nuevamente al primer escritor en lengua vasca, Bernard Etxepare, y admitir que, en el caso de la lengua y la cultura vasca, debile principium melior fortuna sequatur.

“Bicis”. Acuarela. Oscar Martínez.

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