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La higiene y protección del personal

El personal que trabaja en esta área de cuidados intensivos usa lentes especiales o un visor como los que se utilizan para bucear en el mar, doble mascarilla y bata, se cubren la cabeza con un gorro quirúrgico; la mayoría utiliza una pañoleta en lugar de gorro, esta prenda es la que distingue a los hombres de las mujeres y rompe la uniformidad y monotonía, dando idea de la personalidad e individualidad de cada quien por las figuras y colores de las pañoletas de quien las porta. Viéndolos desfilar a toda prisa por el pasillo, uniformados con sus batas y la cara cubierta, cumpliendo turnos en ocasiones de más de ocho horas, qué difícil e incómodo debe ser trabajar en esas circunstancias, además de lo cansado y la alta responsabilidad que representa. Esperaría encontrar seres agobiados por la vida, pero lo que yo viví es diferente: las enfermeras, los enfermeros, las doctoras, los doctores y el personal de intendencia se muestran siempre amables y dispuestos a ayudarte, su actitud es entusiasta y creíble, tienen espíritu de grupo, te hacen sentir bien.

Somos pacientes peligrosos, portamos el COVID y tal vez la cepa más contagiosa; el trato que nos dan es humano, nunca me sentí diferente y menos peligroso, aunque lo fuera, ese trato sin duda debe ayudar a la recuperación.

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Por ejemplo, el enfermero Alejandro me platicó que vive en Chalco, Estado de México; para llegar al turno de las siete de la mañana se levanta a las cuatro y media y una hora después ya está en camino a bordo de peseros, llega a la estación del metro de Tláhuac, donde toma un transporte gratuito que subsidia Televisa y que trae de manera directa al personal que trabaja en la zona de hospitales de Tlalpan (Cancerología, Cardiología, Nutrición, GEA González y el INER). Alejandro llega con entusiasmo y percibes en él y sus compañeros un espíritu de colaboración y de ayuda a los enfermos. Somos pacientes peligrosos, portamos el COVID y tal vez la cepa más contagiosa; el trato que nos dan es humano, nunca me sentí diferente y menos peligroso, aunque lo fuera, ese trato sin duda debe ayudar a la recuperación. Frente a mi cama, pendiendo de un perchero, siempre hay dos batas quirúrgicas desechables que tienen mi nombre, las en-

fermeras, médicos, laboratoristas, y técnicos que me visitan antes de hablar conmigo y realizar su tarea de toma de signos vitales, toma de placas, electrocardiogramas, muestras de sangre, inhaloterapia o aplicación de inyecciones en el abdomen, se ponen una de las dos batas y unos guantes de hule que al salir los depositan en el bote de la basura, cuelgan la bata en mi perchero, al final del día las batas son arrojadas al bote de la basura. Francisco también tiene su perchero frente a su cama, pero él tiene tres batas, porque lo atienden permanentemente más de una enfermera, su estado de gravedad así lo requiere.

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