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El baño bajo la regadera
Esta mañana la enfermera me advirtió: “Hoy se baña en regadera”. Recibí la noticia como algo inusitado, se trataba de un nuevo reto, agregó: “Usted solo se tiene que sentar en la silla de ruedas, los camilleros no lo pueden ayudar, están ocupados recibiendo nuevos pacientes, con mi ayuda lo va a lograr”. Cuando estuve sentado en la silla de ruedas avanzamos por el pasillo hasta encontrar una puerta que decía regaderas, entramos y había dos regaderas, una ocupada por otro paciente que, por su edad y pelo largo, me imaginé que era el líder de una banda de rock de los años setenta. Cuando me pasé a la silla de la regadera y sentí el chorro de agua tibia en mi cuerpo, recuperé el placer de bañarme bajo una regadera, cada célula de mi piel lo agradecía, sin embargo, no pude dejar de ver el enorme desperdicio de agua que significa bañarte bajo una regadera: acostumbrado a bañarme con un litro, sentía una gran diferencia y un poco de culpa.
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