de los cantos populares, y nadie llamaría autor de la obra a quien más tarde hiciera el trabajo de acomodarla para otros instrumentos. Un dato por sí solo bastará a confirmar lo que llevamos dicho: Cantábase en cierta ocasión el “Guernikako” en presencia de Iparraguirre. Al oír la segunda parte de la composición una excitación violenta, mezcla de dolor y disgusto, se apoderó de nuestro bardo. “Me habéis destrozado la obra”, dijo a los que la interpretaban. Quedaron los que le oían inmóviles ante semejante afirmación. “Sí” prosigue aquel, “esa segunda parte no está tal cual yo la concebí. Es preciso evitar la monotonía que resulta de la repetición del “re mi re” hasta cuatro veces. Debe, pues, sustituirse el primer fragmento de la segunda parte, “sol, sol, la, si, do, re, mi, re” por “sol, sol, la, si, do, re, sol” para mejor efecto”. Esto indica que Iparraguirre no era ajeno a la composición, que era suyo el “Guernikako Arbola” y que por lo mismo se aferraba en que apareciera tal cual él lo hubo ideado. En resumen, negar la paternidad de dicha obra a Iparraguirre es negar la tradición toda, es denigrar al pueblo vascongado, que al pie de su estatua grabó las notas de su eterno canto para perpetuar su memoria, es rasgar de un solo tirón la historia de Vasconia, que siempre le veneró como a padre de nuestras canciones. Es, en una palabra, colocarse al pie de su estatua y decirle: “Baja, tu gloria se eclipsó, mintieron los que de ti escribieron preciosas páginas, los que tus glorias cantaron. Malogrados escritores desconocieron tu historia, no te conocieron, solo te admiraron.” Pero no. Iparraguirre queda para siempre, queda porque es la verdad, el verbo del pueblo eúskaro, el autor del “Guernikako Arbola”, queda porque ha encarnado en ese himno genial la santidad de nuestro duelo, la esencia de nuestras justas aspiraciones y la substancia de nuestro ser. Cantemos, pues, ese himno popular al leño augusto que, según Tirso de Molina, “ha con40
servado la antigüedad que ilustra a sus Señores, sin que tiranos le hayan deshojado ni haga sombra a confesos ni a traidores”. Guernikako Arbola Da bedeinkatuba Euskaldunen artean Gustiz maitatuba Eman da zabalzazu Munduban frutuba; Adoratzen zaitugu, Arbola Santuba!.”
SE ESTRENA EN DONOSTIA LA ANTOLOGÍA LÍRICA “IPARRAGUIRRE” En una fecha tan significativa en el calendario festivo donostiarra como es la de Santo Tomaseko Feria, en su edición del 21 de diciembre de 1971, se registra el acontecimiento del estreno en el Teatro Principal de la antología lírica teatral “Iparraguirre” del compositor donostiarra Juan José Guerrero Urreisti. Intervienen en esta obra, versionada al euskera por María Dolores Aguirre, directora que fue de la Academia de Declamación y Lengua Vasca, el grupo de danzas de la Academia “Sarasua-Brown”, el “Ballet Kresala”, la “Coral Lartaun” dirigida por Juan Oñativia y el “Grupo de Declamación Vasca” del Ayuntamiento de San Sebastián. Se interpretan las canciones mas representativas del repertorio de Iparraguirre. Sobre el estreno Estrella Inchausti escribe en El Diario Vasco: “La interpretación corrió a cargo de la Escuela de Declamación Vasca, alcanzando uno de los mayores triunfos de su ya dilatada carrera artística, destacando notablemente y revelándose como una real promesa de la canción lírica, dentro de los mejores empeños de arte declamado y cantado, Jose María Echeveste.
IPARRAGUIRRE: Una crónica para el recuerdo