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Desenmascarando cucos en torno a los OGM
by Aapresid
Por: Permingeat, H.
A pesar de sus múltiples ventajas, todavía resulta difícil amigar a los cultivos genéticamente modificados con la sociedad. ¿Qué discusiones deben darse para promover innovaciones que mejoran la seguridad alimentaria?
Los organismos genéticamente modificados (OGMs) están sometidos a un proceso regulatorio muy estricto que busca garantizar la inocuidad ambiental, alimentaria y comercial de los productos de la biotecnología vinculados al sector agropecuario. Argentina, por ejemplo, fue pionera y modelo del sistema regulatorio, al crear organismos oficiales como la Dirección de Biotecnología y la CONABIA, y al comprometer a otros entes como el INASE, el SENASA y la misma Secretaría o Ministerio de Agricultura para autorizar la comercialización de los cultivares que tengan una innovación biotecnológica. La CONABIA, por ejemplo, fue creada en 1991 y los primeros eventos genéticamente modificados, liberados comercialmente, se aprobaron recién en 1996.
Estos organismos oficiales y otros equivalentes en diferentes países del mundo se encargan de hacer una exhaustiva evaluación de riesgos de tipo ambiental y de los efectos sobre la salud de los consumidores de aquellos productos derivados de estos cultivos antes de autorizar su comercialización. A pesar de que ya pasaron 30 años desde la creación de la CONABIA y de otros organismos similares en el mundo, todavía resulta difícil amigar a estas tecnologías con la sociedad.
Algunos artículos científicos publicados recientemente, analizan y discuten la necesidad de mejorar las políticas de la seguridad alimentaria y el desarrollo sustentable con los productos de la agrobiotecnología. Al mismo tiempo, los Objetivos del Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas plantean también trabajar para combatir el hambre y garantizar la seguridad alimentaria mundial. También, la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, firmada en septiembre del año 2000, comprometió a los líderes mundiales a combatir la pobreza, el hambre, las enfermedades, el analfabetismo, la degradación ambiental y la discriminación contra la mujer.
Los autores Smyth y col. (2021) aportan algunos datos relevantes que ayudan a construir un diagnóstico claro. La inseguridad alimentaria mundial está en aumento (688 millones de personas, según datos de 2019) y se prevé que siga subiendo hasta al menos 2030, cuando el número de personas con inseguridad alimentaria podría llegar a 841 millones. Si estas proyecciones se hacen realidad, el mundo estará en una posición más pobre en términos de seguridad alimentaria en 2030 de lo que estaba 25 años antes. A este panorama se suma que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que otros 2 mil millones de personas carecen de acceso regular a alimentos nutritivos. En resumen, la combinación de personas que padecen inseguridad alimentaria y deficiencia de nutrientes representa ahora un tercio de la población mundial.
Al mismo tiempo, los autores destacan que las tecnologías de cultivos genéticamente modificados que se incorporaron a la producción durante más de 25 años (de manera segura por los sistemas regulatorios vigentes), contribuyeron al aumento de la producción y la seguridad de los alimentos, pero muchas de ellas continúan sin ser aprobadas y aceptadas.
Mejores rendimientos y aportes productivos
Según el Servicio Internacional de Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA), en 2019 se sembraron 190 millones de hectáreas de cultivos genéticamente modificados (OGMs) en 29 países, y otros 42 importaron cultivos similares para la alimentación del ganado y la alimentación humana. Los rendimientos de los cultivos genéticamente modificados son, en promedio, un 22% más altos que los de los cultivos no OGMs, según datos de los primeros 15 años (desde 1996 a 2011).
La ventaja de rendimiento de los cultivos OGMs sobre los cultivos orgánicos es aún más pronunciada, ya que los cultivos orgánicos experimentan un retraso de rendimiento del 30% en comparación con los cultivos convencionales no OGMs. Con rendimientos orgánicos que producen solo el 70% de lo que puede producir un cultivo convencional y con cultivos OGMs que producen un 22% más que los rendimientos convencionales, los cultivos genéticamente modificados rinden un 70% más que los cultivos orgánicos.
Los cultivos OGMs aprobados se sometieron a 4485 evaluaciones de riesgo en los distintos países productores e importadores. Los resultados de las evaluaciones de riesgo confirmaron que el daño potencial de la producción y el consumo humano de un cultivo OGM aprobado no difieren de los riesgos de producir un cultivo no OGM. En este sentido, las evaluaciones de riesgos basadas en la ciencia cuantificaron la seguridad de los cultivos OGMs para el consumo humano y las evaluaciones del impacto económico cuantificaron los aumentos de rendimiento.
Biotecnología y desarrollo sostenible
La biotecnología médica (roja) e industrial (blanca) son relativamente poco discutibles, mientras que la biotecnología en la agricultura, la gestión ambiental y la salud pública (biotecnología verde) continúa siendo controvertida luego de 25 años del primer cultivo comercial de cultivos genéticamente modificados (Raybould, 2021).
En el caso de Argentina, un estudio reciente indica que los cultivos genéticamente modificados incrementaron rendimientos, redujeron costos de producción y aumentaron la rentabilidad de la producción primaria. Entre 1996 y 2020, los planteos de OGMs superaron en promedio a los convencionales en 29,1 USD/ha en el caso de la soja, 35 USD/ha en maíz y 217 USD/ha en algodón. Así, la adopción de cultivos GM reportó importantes beneficios al país y se estiman beneficios brutos acumulados de 159 mil millones de dólares en 25 años. De este total, el 92% (USD 146 MM) corresponde al cultivo de la soja, el 7% (USD 10,9 MM) al maíz y el resto (USD 2,1 MM) al algodón. Cuando se observa el incremento de divisas gracias a las mayores exportaciones, los 25 años de cultivos GM representaron 153 mil millones de dólares adicionales. En relación al empleo adicional que demandan las cadenas al aplicar la tecnología de OGMs, se estima en 93 mil puestos de trabajo directos por campaña.
En términos ambientales, los cultivos GM permitieron mitigar significativamente el impacto de la producción primaria en el medioambiente. De no haberse dado el salto en la adopción de siembra directa observado con posterioridad a 1996, se hubieran volcado al ambiente más de 18 mil millones kg de carbono equivalente al consumo anual de 3,9 millones de autos particulares. Por otro lado, la tecnología permitió incrementar el carbono acumulado en el suelo en 7,3 millones de toneladas para la campaña 2020/2021 y 121 millones de toneladas en las últimas 25 campañas (Tejeda Rodríguez y col., 2021).
Una cuestión política
Estos datos son cuestionados en Argentina y en el mundo cuando se habla de cultivos OGMs o de biotecnología verde. Smyth y col. (2021) se preguntan por qué no se adoptan y producen estos cultivos “seguros” y “de mayor rendimiento”, y afirman que la respuesta se expresa simplemente con una palabra: “política”. Los autores concentran su atención en la interferencia política de las organizaciones ambientales no gubernamentales (ENGO, por sus siglas en inglés), a través de campañas de “desinformación”, que impiden la comercialización de cultivos OGMs en muchos países con inseguridad alimentaria, con un altísimo costo en términos de efectos adversos para la salud y pérdidas de vidas.
En la opinión de Smyth y col. (2021), la interferencia política dañó la seguridad alimentaria y la salud humana durante los 25 años que han estado disponibles los cultivos OGMs, y ahora también amenaza las muchas oportunidades que ofrecen las tecnologías de edición del genoma (por ejemplo, la biofortificación, la resistencia a enfermedades de las plantas, la resistencia a los insectos, la tolerancia a la sequía, el aumento de la fotosíntesis, la eficiencia mejorada en el uso de nitrógeno, entre otros). Además, como el cambio climático afecta negativamente los rendimientos, no se pueden desarrollar ni comercializar nuevas variedades de cultivos capaces de mantener altos rendimientos.
En la visión de Raybould (2021), la política tiene una connotación más positiva: es el foro en el que los individuos y las organizaciones de la sociedad promueven sus legítimos valores, ética e intereses; es el medio por el cual la sociedad evalúa estas opiniones para establecer objetivos sociales; y es el medio por el cual la sociedad evalúa las opciones para lograr estos objetivos. En este sentido, sostienen que la sociedad necesita una mejor política en las discusiones sobre biotecnología y desarrollo sostenible. Para esto, se requiere de líderes políticos con autoridad legítima para tomar decisiones en nombre de la sociedad. Son ellos quienes deben adaptar las normativas para fomentar la innovación y que la biotecnología contribuya de la forma más eficaz al desarrollo sostenible; al mismo tiempo también deben fomentar el compromiso responsable de la sociedad civil con estas ideas para generar confianza.
El mismo autor afirma que es necesario mejorar en lugar de eliminar la política para evitar que las ENGO, los organismos que establecen normas y las organizaciones comerciales con intereses creados convenzan a la sociedad de que excluya la biotecnología verde de sus definiciones de seguridad alimentaria y sostenibilidad en general. Sin ese liderazgo político, la innovación en biotecnología verde para el desarrollo sostenible se verá severamente restringida ya que los desarrolladores perderán la confianza en que habrá un mercado para sus productos. La política reguladora para los cultivos OGMs tendió a centrarse en controlar el riesgo del impulso tecnológico, lo que limitó la innovación, como lo demuestra la estrecha gama de productos disponibles (la mayoría de las variedades OGMs son cultivos básicos tolerantes a herbicidas y resistentes a los insectos) y el desarrollo se limita a un puñado de empresas multinacionales.
Desde el punto de vista científico, el desarrollo de la biotecnología agrícola es una herramienta potente para combatir el hambre y la nutrición. Sin embargo, esta virtud no goza del visto bueno de la sociedad. Una mejor política significa revisar valores para que la información sobre biotecnología verde tenga un contexto adecuado que aliente a la sociedad civil a discutir de una manera constructiva. Una mayor apertura sobre los objetivos políticos, los valores y los criterios de toma de decisiones debería reducir la intromisión política y el oportunismo tras bambalinas en la toma de decisiones en beneficio de todos, excepto de algunos entrometidos y oportunistas (Raybould, 2021).
Con 25 años de consumo de cultivos GM sin ninguna evidencia de daño a la salud humana o al medioambiente, se hace evidente que la oposición a la comercialización de este tipo de cultivos no se basa en pruebas científicas, sino en un oportunismo político. Si los países con inseguridad alimentaria tienen alguna esperanza de superar sus desafíos de suministro interno de alimentos, deben rechazar con firmeza las campañas deliberadas de desinformación y aprobar los cultivos GM que mejoran el rendimiento. Quizás llegó el momento de preguntarse si "¿es ético oponerse a una mayor seguridad alimentaria de la mano de los cultivos OGMs"? (Smyth y col., 2021)
REFERENCIAS
• Smyth SJ, McHughen A, Entine J, Kershen D, Ramage C, Parrott W. (2021). Removing politics from innovations that improve food security. Transgenic Res, 30: 601–612.
• Raybould A. (2021). Improving the politics of biotechnological innovations in food security and other sustainable development goals. Transgenic Res, 30: 613–618.
• Tejeda Rodríguez A, Rossi S, Jorge N, Trigo E (2021). 25 años de organismos genéticamente modificados en la agricultura argentina. Bolsa de Cereales de Buenos Aires, 76 pp.