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¿TERMOSTATO O TERMÓMETRO?
Oí una vez a una persona decir que los cristianos deberíamos ser termostatos, no termómetros. Al ver mi desconcierto, me lo explicaron.
Un cristiano termómetro es aquel cuya temperatura se ajusta constantemente a las circunstancias en las que se encuentra. Ese tipo de persona es capaz de evaluar el entorno y ajustar su modo de presentarse para llegar mejor a la gente. Por otro lado, un cristiano termostato es aquel que influye en su entorno, marcando la diferencia para bien.
Estuve pensando en esto hace poco mientras realizaba una serie de estudios bíblicos sobre el conocido Sermón de la Montaña pronunciado por Jesús. En una parte Él dice: «Ustedes son la luz del mundo. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el Cielo». Por otra parte, advierte: «Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el Cielo no les dará ninguna recompensa».1
Aunque en primera instancia estas dos afirmaciones pueden parecer contradictorias, creo que es un buen ejemplo de cómo podemos aplicar correctamente el principio de ser cristianos que ejercen una influencia positiva. Está claro que debemos tener un efecto en nuestro entorno —proyectar la luz y el amor de Dios al mundo—, pero es muy importante que lo hagamos con la motivación de glorificar y enaltecer a Jesús, no con ánimo de demostrar que nuestra fe o religión nos hace mejores que otras personas. No olvidemos tampoco que todos los buenos termostatos incluyen también un termómetro. Es preciso que seamos capaces de evaluar acertadamente las situaciones para ver cómo podemos transmitir mejor la buena nueva a la gente y glorificar a Dios.
Creo que Jesús quiere que los cristianos seamos reflejo de Él: humildes, facilitando Su amor y curación a toda la gente con la que nos topamos en el camino, independientemente de sus defectos, guiándolos y enseñándoles mansamente, llevándolos a un ritmo que puedan mantener. En Filipenses 2:5-7 dice que Jesús se despojó de Su honor y Su grandeza y asumió la identidad de un siervo. Creo que se podría afirmar que Jesús se adaptó radicalmente a Su entorno humano para que quienes lo rodeaban pudieran identificarse con Él. Al mismo tiempo, sin embargo, generó una enorme fuerza para bien al propiciar un cambio en cada circunstancia en la que se encontraba. Ruego a Dios poder seguir Su ejemplo en mi vida.