Pedacito de carne
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Lourdes Calderón Ecuador
os aromas deliciosos invadían un restaurante de la capital, los mejores platos decoraban las mesas mientras las personas se deleitaban de su sabor; risas, voces en diferentes tonos eran el fondo y la música del lugar. Sin embargo, una mesa solo de hombres llamaba la atención en una esquina del restaurante, quienes reían sin parar al contar sus conquistas de la noche anterior, y de lo buenas que estaban esas chicas, los números de celular y picos obtenidos, hasta los avances que pudieron hacer con ellas, porque algunas eran difíciles. Cuando el mesero se acercó con un pescado asado que apetecía a quien lo viera, uno de sus amigos dijo “a mi se me antoja un pedacito de carne”, y el otro le contestó “como las de anoche”. Esa frase despertó mi curiosidad, “un pedacito de carne”, ¿la mujer en algún momento de la historia llegó a convertirse en un pedacito de carne, con similitudes semejantes, apetitoso, rico, jugo-
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so y listo para devorar? Pregunté a muchos chicos sobre esta frase y todos coincidían al decir que es algo usado cuando la “man” está buena y lista para comer. Entonces, pensé que era un término usado solo por los hombres, pero algunas mujeres también lo usan al referirse a un hombre que les abre sus bajos instintos, entonces frases como “que rico ese tipo”, “listo para comer”, son ejemplos cotidianos de las conversaciones de mujeres al criticar el físico de un hombre. Los humanos nos hemos convertido en piel, carne, cuero, y similares; ¿será que el deseo ha permitido estas nuevas palabras o calificativos? Para uno ser deseado por alguien debe estar dispuesto a ser valorado como un pedacito de carne, algo que se come, se olvida y se recuerda por lo sabroso que fue al probarlo. Y es que en el deseo y la pasión todo se vale, entonces uno no sabe si deprimirse al sentirse un pedazo de carne o alegrarse porque alguien nos desea, porque alguien nos mira