Rastitas
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Alejandro Leph Universidad de Buenos Aires, Argentina
igamos que conocí una mujer que parecía perfecta, al menos eso creía yo, que vivía bajo la ilusión de que estaba con la única mujer siempre feliz. No sé realmente si yo le gustaba, eso era algo de lo que dudaba bastante a menudo, principalmente a razón de que llevábamos dos años juntos y aun no me permitía entrar a su casa, no la conocía por dentro, como si se avergonzara de mi.
sona, pero ahí entra mi desagrado por la mayoría de la gente que vuelve muy difícil que tenga personas cercanas en mi vida. Siempre me creí inteligente, no un genio pero creo que he usado bien mis facultades ya que pensando, finalmente, pude lograr algo que, si bien no me mantendrá de por vida, lo hará un tiempo más que considerable. Bastante bien para un intento de inventor que buscaba más que nada su autorrealización.
Ella era una mujer muy liberal y yo, que por regla general soy una persona muy desconfiada, le creía todo lo que decía, aceptaba todo lo que proponía… ninguna maravilla que haya quedado embarazada.
Cuando nació el chico yo no podía estar en un momento mejor de mi vida dentro de lo que era mi plan: el tiempo justo para ser padre que siempre imagine, treinta años, sin dificultades económicas y con una mujer que amaba…
Yo siempre fui considerado por mí mismo como una persona un poco diferente, con un limitado alcance social en el que las cosas no pueden dejar de ser de la forma perfecta y soñada para que pueda integrarme relajadamente a un grupo, incluso a una per-
Por el tiempo en que nació pude finalmente entrar a su casa, dada la necesidad de ayuda que la crianza requería. Nunca sabré igualmente por qué eligió ese momento para mostrarme lo que realmente pasaba pero, dado lo que vi, puedo suponer sin mucho
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