Señor “chichis”
Luz Elena Ponce Tress Veracruz
Invierno, 1996
amigos.
Algo me tiene hechizado en esta chica, llevamos ya un par de meses juntos tomando clases, no la había notado hasta ahora, quizás por el alboroto de un nuevo comienzo, escuela nueva, gente nueva… sí, seguro fue eso porque ahora que la descubrí no entiendo cómo me había pasado desapercibida. Resulta que llevamos casi toda la carga de materias en el mismo horario y ¡el colmo! es que ella se sienta tres bancas adelante de mí. ¡Pero qué idiota tarda casi tres meses en darse cuenta de semejante belleza!
Último día de clases, verano del 97.
No, no es que fuera espectacular o la más guapa del lugar, niñas bonitas abundan en estos edificios, pero hay algo en la sonrisa de esta niña que me hace sentirme completamente anonadado. El otro día tomé de pretexto una tarea para hablarle, lo suyo sin duda son las letras, lo mío es más la física y las matemáticas. Lo sé, somos el clásico cliché de polos opuestos. Me entero entonces que tiene novio ¡Obvio tarugo! Ni modo que una cara tan linda estuviera libre. En fin, decido ir despacio, ella me intriga. Supongo que podemos ser
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Somos inseparables, fue suficiente hacer equipo en sistemas para que ahora no exista ni el novio. Sigo en la carrera, en la lucha, en el cortejo. Ella se hace la desentendida. Lo sabe, lo sé. Empiezo a dejar una flor en la puerta de su casa cada día, como reloj, no toco ni le aviso, sólo aparezco coloco la gerbera y me marcho. Tras dos semanas así, una noche de viernes dejé un ramo completo de rosas rojas y una nota: “Para la niña de mis sueños”. Ya no hay forma que se “haga la loca”. Está dicho. Día final de clases, nos quedamos en el salón de las computadoras con el pretexto de ver .. no sé… algo. Salimos a ver la luna. ¿Así o más cursis? ¡Así!... es el momento. Sucede el preámbulo ideal, nos quedamos viendo directo a los ojos. La veo totalmente a ella…como es. La beso, me besa, nos besamos.