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Superación del maniqueísmo político

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Postulados

Postulados

será a partir de este momento cuando el occidental se dará cuenta de cómo puede trascender, y que así lo ha de desear. Con la estructura renacida, luchará por ir más allá de la acracia que vivió, regurgitando valores tras valores, clausurando deficiencias y mejorando, todo ello en pos de encontrar el verdadero sentido del existir, aquel que jamás podrá entender, pero que siempre luchará por entenderlo. Cuando logre esta asunción, da igual si ha de llamarse fascismo, comunismo, democracia u otra denominación, pues su valor residirá en aquello que va más allá de la etimología del modelo citado. Así, para lograr la trascendencia de Occidente, habremos de olvidar temporalmente la noción de la acracia y asumir un sistema desfasado en contraste, debiendo así volver primero tras nuestros pasos para alcanzar nuevamente la liberación, esta vez convencidos de cómo es el único método de gobierno para lograr nuestra perfección.

SUpERACIóN DEL MANIqUEÍSMO pOLÍTICO

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Nosotros, otros. En su apenas indistinguible etimología, hallamos en el nosotros el yo, la pertenencia, el sentirse parte de un algo. Es el «Yo y alguien más». El otro, el «alguien», no nos contiene, y por ende hace surgir en el alma básica un sentimiento de diferencia que deriva en dos corrientes, ambas contrapuestas: comprensión u hostilidad. Reduccionismos que desestabilizan constantemente el equilibrio en una balanza de dos platos, uno por cada percepción. Tal es así, que solo para evitar que el yo y ese alguien más se desgarre a dentelladas con el resto que no forma parte de su ecuación, se ha de abogar necesariamente por entender cómo la heterogeneidad es la que ha favorecido la supervivencia de nuestra especie, y por ende la diversidad de sistemas que existen, incluso aunque no pertenezcamos a ellos y nos resulten extraños, deben resultar preservados. Si el ser humano solo sabe vivir entre maniqueísmos, que al menos le demos opción a creer que ambos se deberían preservar por el bien de su comunidad. Aunque el sujeto es capaz de renegar de la especie que lo vio nacer, difícilmente puede hacerlo con su instinto de supervivencia. Ni siquiera el suicida, cuya decisión de asesinarse

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parte de ir en contra de su vida solo para salvaguardar su existencia, sus valores, su hedoné o incluso su paz espiritual, nos disguste más o menos este condicionamiento. Por ende, resultar destructivo contra aquello que favorece nuestra continuidad en generaciones venideras es tan solo uno más de los falsos ídolos que ciertos modelos corruptos nos han inculcado para creerlo, probablemente movidos por aquellos corrompidos en su ambición por el liderazgo. Solo un sujeto que se mueve bajo estos apelativos podría obrar de tal manera ante lo que no comprende debido a su ceguera de poder, pues por temor el sujeto huye, por asco destruye; por esperanza construye. Como contraparte, dudo que seamos únicamente capaces de pensar en dos misivas diferenciadas. Si se obra de tal manera es por deficiencias del sistema al cual nos atenemos, resultando en percepciones infundadas que limitan el cuestionamiento del sujeto ante tal ideología maniquea. Este error nos convierte en chimpancés proclives a asesinar a sus vecinos solo por el hecho de no pertenecer a su clan. Así actúan las nociones políticas de izquierda y derecha, concepciones pasadas que siguen acechando el buen hacer del progreso de Occidente, y en cuyo enfrentamiento, aunque a lo largo de su historia se han revertido las tornas de quienes apostaban por uno u otro bando, no ha hecho desaparecer el absurdo de su noción. Fíjese en la belicosidad europea en la primera mitad del siglo pasado. Labrando su historia en demasiadas ocasiones a golpe de tambor y bayoneta, en el último término del período enfrentó su modelo fascista contra la democracia y el comunismo. Aunque pudiera considerarse dicho conflicto como un enfrentamiento no dicotómico, sino a tres frentes, la realidad es que para el fascismo, democracia y comunismo eran un mismo enemigo que se les encaraba, independientemente de las casuísticas que justificaban su odio a cada una. Vencido el fascismo, la enemistad fue declarada entre la democracia y el comunismo. Por supuesto, el maniqueísmo también atrae a esencialismos peligrosos que deben resultar rebatidos. Véase lo anteriormente citado, donde en el capitalismo encontrábamos desde gobiernos democráticos de derecha e izquierda hasta regímenes

autoritarios de diversa índole. Mas este grupo acabó por reunirse durante la Guerra Fría, a pesar de su diversidad, en un único concepto bajo las visiones comunistas, que evidentemente no los llamaban «democráticos», sino «imperialistas» o «atlantistas». Igual destino corrieron la clasificación de corrientes socialistas alternas a Moscú como el maoísmo o el titismo. Llámelo x, llámelo y. Esto también podría explicar cómo las diferenciaciones han sabido encontrar lagunas para esconder de forma superficial el maniqueísmo que las enfrenta. Han «flexibilizado», como parte de esa falsa percepción de subjetividad, los valores absolutos, y les han dotado de otros nombres: socio-liberalismo, socialdemocracia; neoliberalismo, neoconservadurismo. En el fondo, siguen siendo ideas de izquierda y derecha que, aunque hemos de valorar cautelosamente sus principios debido a las remodelaciones que lograron proveer a sus sistemas, no permitieron romper con la brecha que enfrenta una postura con respecto a la otra. Esta tendencia es terrible, pues divide comunidades y limita la participación heterogénea y conjunta de toda la sociedad ¿Cómo obtener el progreso de un sistema, cómo lograr que los sujetos avancen hacia valores más elevados, si son privados de otras referencias para el cuestionamiento de su existencia por parte del grupo en oposición? Superar esta noción es una tarea ardua que, sin embargo, ya ha sido contrarrestada a lo largo de la historia. Qué me dirán del ecologismo, movimiento que aspira a fines políticos como la izquierda y la derecha, pero que en sus mismas bases no pertenece ni a uno ni a otro bando. Atiéndase a cómo los jóvenes de la República Socialista Soviética de Bielorrusia asumieron el «debate verde» como expresión de sus valores espirituales y en contraposición con los gobiernos comunistas, los cuales no podían juzgarlos con el mismo calificativo de enemigo como hicieran con toda la esfera de lo «democrático» al no responder a una representación política antes vista. Mas, como una hidra hambrienta, los maniqueísmos políticos han devorado dichas alternativas hasta someterlas a su causa, donde el disentimiento de pertenencia es solo justificante para el destierro. El ecologismo fue absorbido en Occidente

mayoritariamente por la izquierda, mientras que la derecha monopolizó los fundamentos capitalistas que fueron en su momento apolíticos o independientes. Los nacionalismos quedaron adscritos a ambos campos, quizá porque el mayor corrompedor de los sistemas posee de forma intrínseca la capacidad de volverse parte natural de la ambición de los corruptores. Así, queda entre ambos contrincantes un equilibrio, en donde siempre uno atacará al otro para desestabilizar el peso ¿Con qué fin? ¿Para destruirlo y quedar únicamente uno de ellos? Si es por eso, dado su razonamiento y necesidad de búsqueda constante de contrincantes, incluso aunque tengan que crearlos con sus manos, elevarán un nuevo competidor a toda costa para después perseguir su destrucción ¡Ah, el ser humano, no entiende que el maniqueísmo es una oda al suicidio de su progreso, pues solo sirve para preservar valores incompletos que limitan su avance! Occidente y no Occidente. Ambos nacidos de una misma base y, en esencia, pertenecientes a un mismo grupo: sistemas. Diferenciados, sí, pero en sus constantes evoluciones y conversiones siempre hay un núcleo compartido, bebiendo constantemente los unos de los otros, escindiéndose para dar paso a nuevos. Si en ellos se integra la comunidad de lo humano, los sujetos también deberían aspirar a unificar sus ideas, entendiendo que la contraposición de unos y otros solo sirve para identificar qué grupo pertenece a qué comunidad. En este caso, Occidente no sería el adversario del no Occidente, sino tan solo la diferenciación que empleamos para visualizar nuestro sistema. De igual modo, Rusia, sin ser Occidente, y más allá de las falencias de su identidad, no es tampoco contraposición de lo occidental, sino la forma en la cual su comunidad se identifica dentro de la multiplicidad de estructuras. Son sistemas que parten de uno hacia la heterogeneidad y se clasifican en su variedad en un único grupo. Es por tanto el maniqueísmo político una de las carencias que corrompen a lo occidental y que ha sido integrado a través del sistema de la democracia, de ahí lo desaconsejable de la continuidad de su modelo. Solo cuando logremos despertar a Occidente, las reconvertidas nociones políticas, ahora libera-

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