Bajo la Constitución La Constitución de Cádiz se sancionó el 19 de marzo de 1812, y en Nueva España, el código fue sancionado el 30 de septiembre. Las celebraciones duraron más de una semana. No obstante, el Virrey Venegas hizo cuanto estuvo de su parte para que el texto constitucional tuviera las mayores dificultades para su aplicación en suelo novohispano. El modelo gaditano había dinamitado el poder del Virrey al convertirlo en Jefe Político de la Provincia de México, por lo que su campo de acción se vio muy restringido. Sin embargo, Venegas suspendió la libertad de prensa y anuló las elecciones municipales de noviembre de ese año, aduciendo que se habían cometido irregularidades. No obstante, en las demás provincias las elecciones se llevaron a cabo y la Constitución se acató. Venegas fue sustituido el 4 de marzo de 1813 por el General Calleja, quien reemprendió el proceso electoral.1 Para encabezar la Subdelegación de León se nombró al Lic. Francisco Antonio Gómez y Vázquez, quien era abogado de la Real Audiencia y Cancillería de la Nueva España, miembro del Real e Ilustre Colegio de la Corte de México y Alcalde Ordinario de Primera Elección. Las tropas de la villa quedaron bajo las órdenes del Conde de Pérez Gálvez, quien el 1º de junio de 1813 publicó el bando para jurar a la Madre Santísima de la Luz Generala de las armas de la villa de León: Ciudadanos: abrazaría sin duda una empresa muy superior a mis limitadas luces si tratase no ya de encarecer, sino sólo de referir los singulares beneficios que, en todos tiempos, pero con particularidades en los presentes de amargura y llanto, habéis recibido de vuestra singular Patrona, la Madre Santísima de la Luz, y os haría muy poca justicia en recomendaros aquella fe y reconocimiento que deben profesarle y tenéis manifestado en distintas ocasiones. No puedo, sin embargo, deje de poner a vuestra vista la estrecha obligación en que se hayan estas tropas de proclamarla y jurarla Generala de sus Armas, que tan maravillosamente ha hecho triunfar de sus enemigos, en un sin número de ocasiones, que me sería muy difícil recordaros, y los deseos en que ha ardido mi corazón de que se le tribute aquel homenaje, tan justo como debido, desde el mismo que encargado del mando militar de este suelo empecé a experimentar su decidida protección hacia él. El día 2 de este será el feliz en que tengan efecto mis anhelos, sí, el mismo en que la Iglesia celebra la festividad de esta Soberana Señora, a las ocho de su mañana, prestaré con esta guarnición el juramento de tenerla, reconocerla y venerarla como Generala de ella. ¿Cuál pues debe ser la satisfacción que ha de ocuparnos en esta solemnidad? ¿Cuál la reverencia y el respeto con que hemos humillarnos en su presencia? ¿Y cuál, por último, el entusiasmo que debemos mostrar en tan feliz instante? Bien lo conocéis y espera que lo hagáis sensible para honor de esta población, tan fiel como valiente.2 Por su parte, el Subdelegado emitió un bando para solemnizar tal reconocimiento: Habiendo determinado prestar el día de mañana el señor comandante militar y guarnición de esta villa el juramento de reconocer y venerar por Generala de estas armas a la Madre Santísima de la Luz, en reconocimiento de los singulares beneficios que le debemos en las críticas y amargas circunstancias del tiempo, he resuelto que este vecindario de muestras del entusiasmo y parte que toma en aquel feliz suceso, iluminando esta noche y la del día de mañana, las calles, y colgando con tapices las
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