León Durante la Guerra de Independencia

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León Antes de la Insurrección Desde el inicio de la época colonial fue importante para los Gobiernos Virreinales garantizar la seguridad de los territorios conquistados y protegerlos de las sublevaciones de los indígenas y, sobre todo, del ataque de los piratas y las potencias extranjeras. La Corona poco se ocupó de mantener o fortalecer un ejército regular en la Nueva España y las tareas de defensa del territorio se entregaron casi por completo a las milicias. Éstas eran cuerpos militares no remunerados, alimentados por trabajo voluntario o a través de la leva forzosa y se establecieron en los territorios coloniales a partir de que la Corona emitió, el 7 de octubre de 1540, una Real Cédula en la que convocaba a los colonos americanos a formar la milicia. Las primeras milicias, que no recibieron pago alguno y fueron carentes de disciplina, se conocieron como compañías milicianas urbanas, pues sus miembros se reclutaban generalmente en las principales villas y ciudades. Puesto que el reclutamiento forzoso causaba que se abandonaran propiedades y ocupaciones, los colonos españoles y criollos enviaron a sus esclavos a cumplir con este servicio militar. La presencia de esclavos y más adelante de mulatos y pardos libres, siempre causó polémica: por una parte, se señalan las ventajas de que sean parte de las fuerzas de defensa del territorio, pero también se manifiestan los miedos ante el poder que pudieran obtener estos grupos y el riesgo de tumultos o sublevaciones. En el siglo XVIII, la Corona española empezó a tener serios problemas para controlar sus territorios. El creciente poderío del Imperio Británico, demostrado sobre todo en la ocupación inglesa de La Habana, Manila y La Florida, obligó a crear en la Nueva España y en el resto del continente americano, un ejército regular más vigoroso y fortalecer las milicias locales. Las reformas borbónicas dictaron medidas para que los milicianos se incorporaran como tropa regular del ejército virreinal. Esta medida, en particular a partir de 1765, otorgó a los pardos y mulatos la posibilidad de ascender socialmente mediante su incorporación a la carrera militar profesional, y, de esa manera, podían acceder a los privilegios y fueros reservados para los militares. Para distinguirlos, algunos militares les dieron uniformes distintos: a las de españoles, de paño azul; a las de pardos, de cotense, con divisa amarilla en la casaca y usaban la lanza como arma distintiva.1 En el caso de León, ubicado en el centro de la Nueva España, en 1596, veinte años después de fundada la villa, se recibió el superior despacho en el que el Virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Conde de Monterrey, ordenaba le enviaran listas de vecinos, armas y mercancías de Castilla que hubiera en la jurisdicción, con objeto de racionar a causa de la destrucción hecha por los corsarios ingleses en las naos españolas que traían mercancía a la Nueva España.2 Para la defensa de estas tierras el Virrey Marqués de Guadalcázar envió 20 arcabuses, un quintal de pólvora y dos quintales de cuerda, mismos que quedaban en posesión del Alcalde Mayor. En 1618, Sancho Dorantes de Carranza se los entregó a su sucesor, Juan de Sotomayor.3 En 1626, Luis Alonso de Torres, para solicitar al Virrey la ampliación de la jurisdicción, hizo levantar una información ante el Alcalde Mayor, capitán Jorge de Terrazas Herades, y en ella especificó que fue el primero en ocupar el cargo de Alcalde de la Santa Hermandad -cuerpo de defensascuando se fundó la villa de León.4 En 1755, el Cabildo nombró Capitán de Infantería Miliciana a Francisco de la Fuente y Ontavilla, y Capitán de Caballos Corazas a Antonio de la Pompa, ante el amotinamiento o tumulto de los 3


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