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El por qué de esta edición

El Dr. Ricardo Alegría Gallardo (1921-2011), es el gran responsable de la concienciación y conservación del patrimonio cultural puertorriqueño. Al conmemorarse el centenario de su nacimiento en 1921, la Asociación de Maestros de Puerto Rico decidió dedicar uno de sus números de la Revista El Sol, con el propósito de rescatar para las presentes y futuras generaciones de maestros y estudiantes, su legado al país. Don Ricardo fue un amigo de la Asociación de Maestros en el esfuerzo común de estudio, preservación y promoción de nuestra cultura. Presentamos una serie de artículos y escritos que enfatizan diversas fases de su obra.

Durante la organización y el montaje de esta revista nos sorprendieron dos lamentables decesos de compañeras muy ligadas a la historia de la Asociación de Maestros de Puerto Rico. Primeramente, Ruth Evelyn Cruz Santos, gran amiga, colaboradora y mujer de letras, quien fue por muchos años la Editora de esta revista. Iniciamos este número con un artículo a su memoria escrito por su sobrina Ely Ginette Cruz. Luego, Magda E. Sagardía Ruiz, abogada, profesora universitaria y líder en nuestra institución. El compañero Eloy A. Ruiz Rivera, nos regala un artículo sobre ésta, enmarcado en la amistad y confianza que desarrolló con Magda.

Sobre la persona de Don Ricardo, comenzamos con el artículo Ricardo Alegría: Arqueólogo mayor de la cultura puertorriqueña, por Miguel A. Rodríguez López. En el mismo se presentan las contribuciones de don Ricardo Alegría a la arqueología puertorriqueña y caribeña. En el próximo artículo, Ricardo Alegría y las políticas culturales del siglo XX, el profesor Jaime L. Rodríguez Cancel, analiza las aportaciones de Don Ricardo en el desarrollo de las políticas culturales en Puerto Rico. Carmen Dolores Hernández, nos presenta en el artículo, El abarcador magisterio de Ricardo Alegría, la labor didáctica de Don Ricardo “enseñándoles a sus compatriotas lo que significa ser puertorriqueño”. La aportación de Don Ricardo a la educación se amplía en el escrito de Víctor Hernández Rivera, Ricardo Alegría y la escuela puertorriqueña en mi memoria Además, Carlos Rubio-Cancela en su escrito Dr. Ricardo Alegría Gallardo: El educador y su gesta en San Juan, nos describe su experiencia con Don Ricardo, donde descubre: “con el pasar de los años comprendí que ser Educador fue su rol más importante”.

Elsa Tío en su escrito, Ricardo Alegría y la cultura como esperanza, nos narra las diversas iniciativas de Don Ricardo por mantener y propulsar nuestra cultura. Le sigue una reflexión de Antonio Mantorell, Un legado: El taller de gráfica del Instituto de Cultura Puertorrriqueña, donde nos cuenta su experiencia en el taller que fundó Don Ricardo, el cuál se convirtió en un espacio de aprendizaje, intercambio y creación de artistas de gráfica, escultura, cerámica, vitral y restauración.

Le sigue, el artículo de Aníbal Rodríguez Vera, Mis viajes con Don Ricardo, donde el autor rememora las experiencias inolvidables de sus viajes con Don Ricardo. Finalmente, Carlos R. Ruiz Cortés, actual director ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña, nos comparte una breve reflexión sobre la figura de Don Ricardo en, Mi visión sobre Don Ricardo E. Alegría Gallardo. Termina la revista con tres reseñas. En las primeras dos, Víctor Hernández Rivera analiza dos estudios de historia política de Puerto Rico del siglo XX, centrados en dos líderes claves de ese período que contribuyeron en forma decisiva al debate y a la discusión pública de ideologías determinadas: Pedro Albizu Campos y el ejército libertador del Partido Nacionalista de Puerto Rico (1930-1939) de José Manuel Dávila Marichal y Compatriotas: Exilio y retorno de Luis Muñoz Marín de Pablo José Hernández Rivera. Los autores de los estudios son dos jóvenes investigadores que contribuyen a la construcción de la historia política de Puerto Rico desde la mirada valorativa y crítica a dos de sus más fervientes líderes.

En la tercera reseña, Madeliz Gutiérrez Ortiz, analiza el artículo de Juan F. Caraballo Resto, “¿Islam en Puerto Rico o Islam de Puerto Rico?: Prácticas identarias entre conversos/as al Islam en Puerto Rico”. Ámbitos de Encuentros 12(2): 7-29, del cual surgen múltiples representaciones esencialistas del Islam en Puerto Rico que rompen con el estereotipo de los modelos e historias fijas.

Ely Ginette Cruz

La conocieron comúnmente como Evelyn Cruz, unos se referían a ella como Doña Evelyn y otros simplemente la llamaban Evelyn. Ruth Evelyn Cruz Santos fue maestra y escritora cidreña, nacida el 18 de diciembre de 1931 en un hogar en el que las narraciones de su madre y su abuelita, así como la influencia y modelaje de un padre maestro y juez, sembraron en ella desde muy niña el encanto por la palabra, por el decir, por el crear y por educar.

Escribió su primer trabajo literario a la edad de seis años cuando cursaba el segundo grado. Fue un párrafo breve acerca de las nubes que decía, “Las nubes parecen ovejitas paseando por el cielo. Yo quisiera traerlas hasta mi pueblo para que pastaran en los finos prados y bebieran en los claros riachuelos”. La maestra la declaró escritora oficial de segundo grado, de ahí en adelante lo demás es historia.

Esa sensibilidad que la caracterizó desde niña, la convirtió en una dulce y delicada maestra de muchos niños cidreños. Adultos que luego la admiraron y se convirtieron en sus amigos de tertulia, porque Evelyn poseía el don de comunicarse efectivamente con adultos, jóvenes y niños. De todos estos niños podemos reconocer a un grupo que tuvo para ella un significado especial, su grupo de primer grado en la Escuela Juan Domingo Stubbe de Cidra, a los cuales dedicó su libro de reflexiones, Meditaciones de una maestra. De barrio en barrio y del campo al pueblo dejó huellas en muchas escuelas de su distrito escolar. Huellas de importancia, porque más que desarrollar conceptos, desarrolló valores, curó, secó lágrimas, calmó el hambre, provocó sonrisas y sensibilizó almas.

Evelyn fue escritora desde su nacimiento, vocación que muy bien combinó con su carrera profesional. Luego de laborar por muchos años como maestra ocupó diferentes posiciones en el Departamento de Instrucción Pública, hoy,

Departamento de Educación. Allí escribió por muchos años para la Revista Escuela, especialmente la recordada sección, Búho dice. Además, colaboró en la Serie Básica de Lectura en los libros Conozcamos a Puerto Rico, Misterios de la Tierra y el Espacio, y Páginas de Ayer y de Hoy. También, participó en la creación del libro Floresta de Cuentos. En 1985, se retiró del Departamento de Educación y comenzó a trabajar para la revista El Sol de la Asociación de Maestros. Simultáneamente, escribió varios libros, entre los que podemos mencionar: El Credo del Maestro, Cartas que nunca llegaron, De poeta a poeta, y su primer libro estrictamente para adultos Bibe tu bida y no la mía. Escrito así con “b” porque así lo copió de un graffiti que llamó su atención. De éste, señala en el prólogo la escritora María Arrillaga, “Los cuentos de Evelyn son apólogos, porque contienen un amplio registro de responsabilidad social. El pincel de Evelyn evoca el desasosiego límite de la condición humana”.

Su aportación a la litera infantil es prolífera, cerca de un centenar de cuentos aparecen en periódicos, revistas y otras publicaciones del Departamento de Educación. Además, escribió para la Editorial Yiquiyú con la cual publicó cuatro libros: La cotorrita puertorriqueña, Ensueño musical, Símbolos de mi tierra y Un milagro de amor. Lamentablemente no pudo publicar un libro de nanas, cuya finalidad era motivar a las futuras madres a cantar a sus recién nacidos los dulces turuletes que ya han sido olvidados.

Sus obras para títeres: Juan Bobo en tres tiempos y Érase una gallinita, subieron a escena en el Centro de Bellas Artes y sus dramas: Los cuatro cerditos y Un sueño para mí, fueron premiados por el Instituto de Cultura Puertorriqueña y exhibidos en el teatrito de dicha institución.

Veamos la opinión de Evelyn respecto a su trabajo como escritora: “Por muchos años, tantos que ya ni me acuerdo, comencé a escribir para niños. Escribía para la Revista Escuela y la Serie Básica del Departamento de Educación antes de Instrucción. En fin era una máquina de escribir con sueños e ideas que jamás pensé desarrollar. La palabra fluía como un manantial de todo tipo de historias, leyendas, cuentos y poesías”. Así describe nuestra maestra-poeta su ardua y valiosa labor, cuyo único propósito fue sensibilizar el alma de los niños puertorriqueños. En 2006 el Departamento de Educación le dedicó la Semana de la Lengua. La Escuela Superior Vocacional de Cidra lleva su nombre.

Durante sus últimos años, después de sufrir un quebranto de salud que le impidió continuar trabajando para la revista El Sol de la Asociación de Maestros de Puerto Rico, se dedicó a publicar un artículo semanal en el periódico La Cordillera en su amado Cidra. Además, su gran sueño se hizo realidad al poder publicar la novela La monja impura. También fue una fiel colaboradora para la organización conocida como Patronato Cidreño. Una organización que se encarga de promover la historia y cultura de Cidra

Un derrame cerebral le imposibilitó utilizar su mano derecha. Pero su espíritu emprendedor no la detuvo y continuó escribiendo frente a su computadora por largas horas, dedo a dedo. Comenzó, pero la que sería su segunda novela quedó inconclusa. En esta quería plasmar vivencias de su estadía en varios hogares de cuidado de ancianos en los cuales compartió con pacientes de Alzheimer. Su título sería, La casa del olvido.

Mujer comprometida con la educación y la cultura, de carácter jovial, sentido del humor y facilidad para el fluir de la palabra escrita. Su envidiable memoria e ingenio estuvieron presentes hasta sus últimos días. Lastimosamente su cuerpo se deterioró a raíz de una larga hospitalización y falleció en noviembre de 2022, días antes de cumplir 91 años.

Su amado Cidra la despidió como ella merecía y aún continúan las actividades para recordar su vida y reconocer su obra. Evelyn continúa viva en el corazón de los cidreños y puertorriqueños que la admiraron y amaron.

Sus versos se han hecho realidad:

MAGDA E. SAGARDÍA RUIZ: una

vida de magisterio (1953-2022)

Abogada de maestros, profesora universitaria y precursora del derecho escolar puertorriqueño

La licenciada Magda Sagardía era un nombre conocido de muchos años en la Asociación de Maestros de Puerto Rico (AMPR). Magda, a secas, remitía al gran personaje que todos conocíamos y con quien teníamos una relación personal estrecha. La licenciada representaba el trato de respeto y admiración para muchos que no la conocían de cerca, pero igual, podían distinguir a leguas su personalidad pintoresca y de una alegría apabullante. No eran dos, sino siempre la misma: la amiga, y, ante todo, la amiga. Esa era Magda, la licenciada Sagardía.

En la historia reciente de la Asociación de Maestros, la profesora tiene un lugar especial. Su madre, la profesora Ana Elena Ruiz Anglada, fue una maestra normalista que emigró de su escuela rural en San Sebastián a la escuela Julio Sellés Solá en la década del sesenta. Ruiz Anglada había sido compañera de clases en Lares de José Eligio Vélez, pasado presidente de la AMPR (1971-2001). En 1982, José Eligio nombró a Magda, abogada interna para que atendiera casos de maestros, trasladándose a escuelas, distritos y regiones educativas.

Esa experiencia la enamoró profundamente del trabajo magisterial, clave para su reclutamiento como instructora en los cursos de Fundamentos Legales y Sociales de la Educación en la Facultad de Educación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Así surgió el Seminario de Leyes Escolares que dictó por años y que lleva grabado su nombre. En ese seminario se formaron centenas de maestros, administradores escolares, líderes sindicales, presidentes de organizaciones y muchos otros discípulos que le siguieron como maestra y mentora de generaciones.

Fue una asociada destacada, una profesora universitaria legendaria, una abogada estudiosa, amante y pionera del contexto histórico en que se produce el derecho como artefacto cultural y su más grande legado: el derecho escolar puertorriqueño, su gran obra inconclusa. La licenciada será recordada siempre como abogada de maestros, profesora universitaria y precursora del derecho escolar puertorriqueño.

Magda era de armas tomar y a nadie tomaba desprevenido con sus múltiples ocurrencias. La oficina podía estar llena, pero era presta en expresar cualquier comentario que cambiara el tono del ambiente: “Loco, ¿qué está pasando?”. Irreverente, es su mejor descripción. Con un intelecto exquisito, y con todas nuestras personalidades y dinámicas familiares de tantas décadas, siempre respetamos su mirada profunda y crítica de las cosas, aunque no siempre fueran políticamente correctas. Precisamente, una de sus especialidades era ser políticamente incorrecta, ya que sostenía una forma fogosa de resistencia y protesta.

Sus cuentos son múltiples, porque era la gran narradora de anécdotas, cuentos, chistes y refranes. Luego de ser abogada interna de la Asociación, en su función de presidenta de la Junta Local de la Universidad, varias veces se le enfrentó a José Eligio y cuando el mítico líder lanzaba sus flechas y se quedaba sin argumentos, hacía lo que le había enseñado su mentora, Nilda García Santiago: “Olvídate, repite y sigue peleando, pero jamás abandones el espacio”. Se le enfrentó a más de uno y eso la hizo legendaria.

Magda tuvo una vida de magisterio sin haber ido a enseñar a un salón de escuela pública, donde sí estuvo muchas veces con su madre en los históricos salones de doble matrícula. Utilizó su cátedra universitaria para estudiar, engrandecer y hacer justicia al magisterio y la educación pública, porque lo creía con ahínco, aunque eso le ganara dolorosas diferencias. Su profunda sensibilidad, que conocimos tan de cerca, la hacía más fuerte de lo que parecía. Su fortaleza y carácter fueron su marca.

No hay palabras, ni homenajes, ni nada que podamos hacer para pagar la deuda contraída con nuestra amiga. Es una deuda de amor y gratitud; de respeto y admiración; de labor intelectual en estudiar la historia de nuestra educación; es una deuda de amistad. Ante todo, Magda fue nuestra amiga y hermana. La conocimos en los años de lucha y pudimos demostrarle nuestro cariño en los días postreros.

Cumplimos con el mandato de los grandes maestros del siglo XIX, librepensadores e intelectuales sobre cuyas ideas se fundó nuestra organización, y que luego fuesen plasmadas por una maestra en 1937, cuando se compuso el himno de la AMPR. Una parte del himno afirma: “Cuando el mundo me olvide ya, cumplida mi misión, consuelo de mis penas será la Asociación”. Lo hemos hecho con tantos que han sido especiales para nosotros, como lo fue Magda, cuyo ejemplo honramos con la Medalla Nacional Maestro Rafael Cordero en 2022.

Magda, amiga querida, maestra, refranera y mentora irreverente, vuela libre como siempre fuiste y que este viaje de libertad te haga justicia, la que siempre mereciste, para que siempre estés en poder. Te recordaremos con alegría, tus llegadas inesperadas y extrañaremos tus llamadas llenas de alegría. Te echaremos de menos. Que la tierra te sea leve.

¡Descansa en poder!

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