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MIS VIAJES CON DON RICARDO

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UN LEGADO:

UN LEGADO:

Mis experiencias más memorables con Don Ricardo Alegría, por más de treinta años, han sido los viajes que hemos efectuados a diferentes ciudades, entre ellas: New York, Santo Domingo, La Habana, Caracas, Río de Janeiro, Buenos Aires y Santiago de Chile.

Durante esas travesías he logrado conocer su personalidad, sensibilidad, humildad y sobre todo, “su don de gente”, como llaman nuestros campesinos a los hombres que exhiben una bondad especial. Por ejemplo, en uno de esos viajes que efectuamos a Santo Domingo, una empleada de American Airlines en el aeropuerto de San Juan reconoció a Don Ricardo y le informó, que lo acomodaría en primera clase. Don Ricardo le preguntó si yo estaba incluido. Ella le contestó, ¡Cuánto lo siento!, sólo queda un asiento disponible”. Don Ricardo le contestó con su acostumbrada amabilidad. “Muchas gracias, pero prefiero viajar con mi amigo”. Ella le respondió: “Muchas gracias tengo yo que darle, por todo lo que Usted ha hecho por Puerto Rico”.

Horas más tarde, aterrizamos en Santo Domingo y al pie de la puerta del avión nos recibieron un oficial militar y una joven elegantemente vestida. Ella nos dijo: ¡Bienvenidos a la República Dominicana! Serían tan amables y me entregan sus pasaportes y sus boletos de viaje. Don Ricardo me miró con cierta incredulidad y procedimos a entregarle los documentos. El militar se nos acercó y con suma amabilidad nos dijo ”Será un honor acompañarle hasta el Salón de Embajadores, allí le espera la Viceministro de educación. Sus valijas serán trasladadas hasta el avión que los llevara a La Habana”.

Cinco horas más tarde, aterrizamos en La Habana y fuimos recibidos por una docena de personalidades del mundo intelectual. Todos formaron una línea de recibo para estrechar la mano de Don Ricardo. El grupo estaba encabezado por Don Eusebio Leal, el Historiador Oficial de la antigua ciudad de La Habana y por otros funcionarios del Ministerio de Cultura.

Al dia siguiente, Don Eusebio develó una tarja de piedra al costado de un edificio de una céntrica calle de la ciudad. Se efectuó un acto solemne. En ella habían esculpido el perfil de Don Ricardo, precedida de una: Al Dr. Ricardo E. Alegría, por su destacada y desprendida colaboración en los trabajos de restauración y rehabilitación de la zona histórica de la Ciudad de la Habana, Cuba. Me llamó la atención que un transeúnte le comentó a otro en voz baja, “ese señor salió hoy por la televisión y dijeron que había recibido una medalla del Presidente Clinton y otra del presidente de la UNESCO”.

En otra ocasión, con motivo de la celebración del Desfile Puertorriqueño de Nueva York, Don Ricardo recorrió a pie todo el trayecto de más de sesenta bloques. Había declinado desfilar en una carroza que le habían preparado. Durante todo el desfile Don Ricardo miraba a cada lado, levantaba la mano y sonreía. Recuerdo muchas frases que el público le gritaba, en especial de personas jóvenes. Algunas que no olvido: “Ricardo sigue defendiendo nuestra cultura…” “Don Ricardo usted hace falta aquí, nos están asimilando…” La más que me caló fue la de una mujer que grito a viva voz” “Ricardo, te necesitamos…no te puedes morir por favor!”

Un día viajábamos de Panamá a Puerto Rico. A mi lado se sentó un hombre vestido con un traje blanco impecable. Luego de varios minutos, el hombre con una voz entrecortada y tímida, me preguntó, “perdone que lo interrumpa, ¿el señor a su lado es Don Ricardo Alegría? Yo le contesté en la afirmativa. Él se dirigió a don Ricardo y le dijo: “Con todo el respeto que Usted se merece, yo lo admiro y le tengo gran estima. Usted ha sido una bendición para nuestra música popular y típica. Yo soy el gallito de Manatí, un cantante puertorriqueño”. Don Ricardo le contestó: “Claro, quien no lo conoce, gracias por sus palabras” y acto seguido le dio la mano.“Viene a mí, la memoria de la versión que usted hacía del Zorzal, me gustaba mucho.” Me llamó la atención los amplios conocimientos que posee don Ricardo de nuestra música popular y de sus intérpretes.

Con motivo del quinto centenario tuve la oportunidad de acompañar al Lcdo. Miguel Hernández Agosto a una visita al rey de España en el Palacio de la Zarzuela en Madrid. En la misma le entregamos una invitación que le enviara el Gobernador de protocolares, el Rey me preguntó por don Ricardo. El Rey se dirigió a Hernández Agosto y le dijo: “por favor, exprésele a don Ricardo que su petición para la donación de un retablo para la Iglesia de San José fue concedida, que espero entregarlo en nuestra visita a San Juan el próximo mes de mayo”. Así fue.

De nuestra visita a Brasil, Argentina y Chile tengo una cantidad enorme de recuerdos. Hay algo muy gracioso que don Ricardo, doña Mela y yo, siempre recordamos. Regresábamos a Buenos Aires en tren desde la región de la Plata cuando a mitad del trayecto un hombre entró impetuoso al tren, con una máquina portátil de gasolina para cortar madera. Pasó frente a nosotros y se sentó a tres asientos. Doña Mela por poco muere y le susurró a Don Ricardo, “Ricardo, ¿y si ese hombre es Freddy Krueger? Don Ricardo le contestó: “no, no creo, ese es un campesino, ¿no le viste las botas llenas de fango?”. Cuando el tren se detuvo Doña Mela agarró fuerte a Don Ricardo por el brazo. Él le dijo en voz baja “Mela deja el miedo, ese no es Krueger”. Yo tampoco sabía, con el tiempo me enteré que el tal Krueger, era un personaje del cine de terror. Oh, my God!

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