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RICARDO ALEGRÍA:
Miguel Rodríguez López, Arqueólogo UAGM-Recinto de Gurabo
Introducción
Durante el pasado año mucho se ha escrito sobre la figura y la obra de don Ricardo Alegría. Y no es para menos, pues en el centenario de su nacimiento (1921-2021) diversas instituciones culturales y educativas, tanto públicas como privadas, se han empeñado en rescatar para las presentes y futuras generaciones su enorme legado al país. Tuve el inmenso honor de conocerlo y colaborar muy de cerca con sus numerosos proyectos culturales y educativos. Por casi cuatro décadas me unieron estrechos lazos personales, profesionales y académicos con él. Luego de su fallecimiento en el año de 2011 continué laborando de manera prominente en algunos de ellos, particularmente en la dirección del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, hasta mi renuncia en el 2019.
Contribuciones de don Ricardo Alegría a la arqueología puertorriqueña y caribeña
Aunque Alegría realizara cuantiosas aportaciones en el campo de la historia, la restauración arquitectónica, la fundación de instituciones y la gestión cultural, fue la arqueología la pasión de su vida y la que le abrió otras puertas en el amplio y diverso mundo de las artes, la historia y la cultura en general.
Para muchos puertorriqueños la palabra arqueología evoca imágenes diversas: los Centros Ceremoniales de Caguana en Utuado y Tibes en Ponce, el famoso petroglifo del Sol de Jayuya, la Cueva de María la Cruz, los impresionantes cemíes y dujos precolombinos que enriquecen algunos de nuestros museos, la lucha heroica del cacique Agüeybaná y del pueblo taíno en defensa de su tierra. Las generaciones presentes han aprendido a mirar con respeto, admiración y a veces hasta con sagrada reverencia, todos los vestigios de las antiguas culturas aborígenes que poblaron la región antillana, y muy especialmente, Puerto Rico. Pero no sentiríamos ninguna de estas emociones si no hubiese existido un puertorriqueño llamado Ricardo Alegría, a quien durante el año 2021 se le honraría por motivo del centenario de su nacimiento. De hecho, uno de sus grandes aportes al ambito cultural ha sido la impronta identitaria. Sobre este rubro se profundizará a continuación.
El constructo de la identidad puertorriqueña
El orgullo con el que muchos puertorriqueños sienten el remoto pasado indígena es parte de la herencia del maestro Alegría a las presentes y futuras generaciones. El valor de lo que hoy constituye la primera raíz, el primer piso, la zapata, el subsuelo de nuestra identidad puertorriqueña, es incalculable. Ya no debe haber confusión. Nuestra historia nacional tiene mucho más de 500 años de antigüedad. Cuando por las playas del Borinquén taino se asomaron las primeras embarcaciones europeas en el 1493, ya nuestra isla contaba con al menos 5,000 años de historia humana precolombina confirmada arqueológicamente. Una secuencia de sociedades humanas y culturas ancestrales que habitaban costas y valles de nuestra isla y de otras islas del Caribe, fue establecida por Ricardo Alegría y confirmada por otros arqueólogos extranjeros que laboraron en nuestro país a lo largo del siglo XX.
Sin duda alguna, ya entrados en el siglo XXI podemos afirmar, tal y como nos enseñó don Ricardo Alegría, que es la herencia indígena, el ancla donde debemos afianzar la identidad nacional puertorriqueña y no, los lejanos continentes de Europa y África, aunque de allí también proviene gran parte de nuestra identidad caribeña. Debemos pensar, como don Ricardo, que para proyectarse al mundo hay que tener primero un aprecio y un entendimiento cabal de nuestras más profundas raíces.
Pero no siempre fue así. Hubo una época, hace muchas décadas, en la cual distinguidos intelectuales y académicos puertorriqueños se burlaban del entonces joven e inquieto arqueólogo y ridiculizaban sus descubrimientos. Hasta cuestionaban la validez científica de sus estudios. Todavía hay puertorriqueños enredados en esos complejos coloniales de inferioridad y también de superioridad. Para algunos, nuestro pasado indígena es una vergonzosa humillación. Se trata de seres primitivos que andaban casi desnudos, no tenían escritura ni tampoco grandes edificaciones y monumentos. Algunos piensan con desdén e ignorancia que si por lo menos los Taínos hubiesen sido Mayas o Aztecas no sería tan mala la cosa.
Hagamos un poco de historia y examinemos algunos elementos claves de esta gran contribución arqueológica de Ricardo Alegría, a quien sin lugar a dudas podemos declarar como el arqueólogo mayor de nuestra cultura e identidad nacional. La pasión de Ricardo Alegría por la investigación arqueológica nunca fue un mero pasatiempo. Todavía no hay quien iguale su sólida preparación científica en las mejores universidades de su tiempo, Maestría en Chicago (1945) y Doctorado en Harvard (1952), ambos grados bajo la guianza de prestigiosos arqueólogos y antropólogos del momento.
Para Alegría esta búsqueda de raíces, de pistas en nuestra pasada historia comenzó en la década del 1940. Estudió los escritos de Eugenio María de Hostos, Cayetano Coll y Toste, Agustín Stahl, Adolfo de Hostos y tantos otros puertorriqueños a quienes el tema indígena apasionaba de diversos modos y con variados enfoques. Pero a su inicial interés en la arqueología le faltaban cuatro cosas: Primero, otorgarle el carácter científico, objetivo, sistemático, que permitiera ofrecer una base concreta al gran proyecto cultural que en su mente se estaba gestando; segundo, definir con elementos reales, no imaginarios o románticos, la verdadera raíz indígena de nuestra identidad cultural; tercero, ofrecerle a la herencia indígena una dirección estable por medio de la creación de organismos estatales, incluyendo salas y museos, donde se promoviese su investigación, promoción; y cuarto, educar activamente a los estudiantes y al pueblo en general en el aprecio de nuestra herencia indígena por medio de libros, revistas, películas y documentales, comenzando desde los grados primarios. Su vida profesional la dedicó a cumplir con estas cuatro grandes metas. No debe haber sido casualidad que la arqueología fuera su primer compromiso profesional. Y aunque luego se dirigió por otros caminos, la arqueología siempre estuvo en su mente y en su corazón. Con el conocimiento estrecho que tuve de Ricardo Alegría creo que no había otra cosa que apreciara tanto como la visita anónima a un yacimiento arqueológico. Durante mi vida como arqueólogo siempre me fue a visitar a los diversos yacimientos que excavé dándome siempre ánimo y apoyo de todo tipo. Fue además el director de mi tesis de Maestría titulada “Arqueología de Collores” (1983) del Centro de Estudios Avanzados del Puerto Rico y el Caribe (CEAPRC). Son testigos también de este gran compromiso sus interminables publicaciones sobre temas arqueológicos y etnohistóricos y la gran importancia que tuvo esta disciplina en el CEAPRC.
Alegría siempre estuvo dispuesto a apoyar incondicionalmente el desarrollo profesional de los arqueólogos jóvenes. Son muchos los que sentimos un agradecimiento profundo por la ayuda proporcionada (de todo tipo), en nuestras carreras profesionales.
Como tantas otras áreas de la cultura, para Ricardo Alegría, la práctica de la arqueología representaba una misión muy profunda. Había que conocer cómo se investiga el pasado y adquirir las más variadas destrezas técnicas, teóricas y metodológicas. Pero lo más importante para él era el compromiso, la misión cultural, la visión de la arqueología como un mecanismo de interpretación del pasado y del enriquecimiento del presente. Como profesor y mentor, don Ricardo nos enseñó que la investigación científica tiene un espacio académico, y hay que respetarlo. Pero el conocimiento no puede limitarse a discusiones teóricas que nunca se resuelven completamente. Había que transmitir ese conocimiento a los estudiantes y al pueblo en general, y este fue su gran acierto, no sólo en la arqueología, sino en tantas otras manifestaciones de la cultura.
Durante su extensa carrera como arqueólogo Ricardo Alegría colaboró con grandes figuras de la arqueología norteamericana y latinoamericana. Algunos de ellos realizaron junto a él investigaciones en Puerto Rico. Pero no se limitó a investigar y a publicar con estos reconocidos investigadores. Le permitió a sus estudiantes el poder estudiar y colaborar también con figuras como Irving Rouse, Gordon Willey y Peter Roe de los Estados Unidos, Marcio Veloz Maggiolo y Manuel García Arévalo de la República Dominicana, Mario Sanoja e Iraida Vargas de Venezuela, Lourdes Domínguez y Jorge Febles de Cuba, y Hugo Ludeña del Perú. Todos ellos ofrecieron cursos y dictaron conferencias en el CEAPRC. Algunos formaron parte de la facultad del exitoso programa de Maestría en Arqueología que se estableció formalmente en el CEAPRC bajo mi dirección a partir del 2008. Estos son tan solo algunas figuras de gran renombre en nuestros países cercanos que fueron invitados por Alegría para adiestrar y educar varias generaciones de arqueólogos e investigadores de las culturas precolombinas antillanas. Es un ejemplo más de su desprendimiento, compromiso con la continuidad de la arqueología y, la investigación cultural y con sus estudiantes.
Alegría también estuvo muy activo en promover las organizaciones profesionales en Puerto Rico y el Caribe. Fue miembro fundador de la Mesa Arqueológica que sesionó en La Habana, Cuba en el 1952; y de la Asociación Internacional de Arqueología del Caribe (AIAC). Fuimos los editores de las Actas del XV Congreso Internacional de Arqueología de Puerto Rico que sesionó en Puerto Rico en el 1993 bajo los auspicios del CEAPRC. Esta publicación contiene 60 ponencias sobre temas arqueológicos y es un documento muy valioso para aquellos que quieren ponerse al día en torno a la arqueología caribeña.
Precisamente, en este ámbito, Ricardo Alegría tuvo a su haber grandes logros concretos en la investigación arqueológica en Puerto Rico. Por ejemplo, realizó el primer descubrimiento de restos materiales de la cultura Arcaica en Puerto Rico en la Cueva de María la Cruz en Loíza. Se trata de la confirmación de la existencia de comunidades cazadoras y recolectoras de la llamada Edad de Piedra que habitaron la isla desde una antigüedad cercana a los cinco mil años antes del presente. Logró también la identificación de la fase más temprana de la Cultura Igneri con su característica cerámica pintada en colores blanco sobre rojo y en ocasiones policromada. Los Igneris también tallaban amuletos de piedra y enterraban a sus difuntos en posición flexada o acuclillada. El descubrimiento de esta Cultura Igneri ocurrió precisamente en la finca de Hacienda Grande, Loíza, que había pertenecido a doña Elisa Gallardo, la abuela materna de don Ricardo.
Junto a Irving Rouse, arqueólogo de la Universidad de Yale y máxima autoridad de la arqueología antillana, Alegría estableció la primera cronología absoluta basada en pruebas de Carbono 14 para la prehistoria de Puerto Rico. Algo fundamental en su obra dentro del Instituto de Cultura Puertorriqueña lo fue la adquisición y restauración del Centro Ceremonial Indígena de Caguana, Utuado. Se trata del más importante sitio arqueológico de Puerto Rico y posiblemente del Caribe, por la complejidad de sus plazas y juegos de pelota, y porque se trata del conjunto de tallas de arte rupestre más elaborado de todo el Caribe.
Mientras dirigió el Museo de la Universidad de Puerto Rico y luego el Instituto de Cultura Puertorriqueña, adquirió para el disfrute de los puertorriqueños y visitantes una serie de valiosas colecciones arqueológicas locales, algunas de las cuales estaban en peligro de salir del país o perderse para siempre. También los principales Museos y Salas Arqueológicas fueron fundados y diseñados por Alegría, con la estrecha colaboración de su esposa Mela Pons.
La bibliografía arqueológica de Ricardo Alegría es una de las más variadas y extensas entre los arqueólogos del Caribe. Incluye publicaciones tanto científicas como populares que abarcan temas como: las excavaciones en Hacienda Grande y la Cueva de María la Cruz en Loíza; el más completo estudio sobre el juego de pelota de los indios antillanos; y valiosas investigaciones sobre los caciques de Puerto Rico. Además, ha escrito sobre la manera en que se representaban los indios durante la conquista y colonización de América. Su libro para estudiantes de escuela primaria “Historia de Nuestros Indios” sigue siendo lectura obligada para todos nuestros estudiantes.
Se puede decir mucho más, muchísimo más sobre don Ricardo y la arqueología de Puerto Rico. No obstante, sólo voy a mencionar su estrecha relación con la entonces llamada Universidad del Turabo, hoy conocida como Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Gurabo desde mediados de la década del 1970. Ricardo Alegría fue el que sugirió el nombre taíno que tuvo la Universidad del Turabo. Fundó además, su Museo y Centro Humanístico, y promovió las investigaciones y excavaciones en yacimientos como Cagüitas, Loíza y Punta Candelero, Humacao, que tanto reconocimiento le han dado a la institución.
Conclusión
El que Ricardo Alegría fuese un dedicado arqueólogo profesional es como una especie de metáfora de su vida. Pues comprometido con su pueblo localiza y excava con paciencia y extremo cuidado los vestigios culturales más antiguos de la sociedad en que vive, para luego estudiarlos, clasificarlos, analizarlos y en resumidas cuentas utilizarlos para reconstruir la historia antigua de ese pueblo. El buen arqueólogo une los pedazos del pasado con paciencia y dedicación. Eso es exactamente lo mismo que hizo Ricardo Alegría durante toda su vida en todos los ámbitos en que se desempeñó: escudriñar y desenterrar del pasado y del olvido todo aquello que nos identificaba culturalmente y que nos unía como pueblo. Ricardo Alegría ha sido, para todos los efectos, el arqueólogo mayor de nuestra cultura puertorriqueña. Por su obra le estaremos eternamente agradecidos.
Bibliografía
Alegría, Ricardo E.
Historia de nuestros indios. Versión elemental; ilustr. por Mela Pons de Alegría, 1ª ed. Departamento de Instrucción Pública, 1950.
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“El uso de gases nocivos como arma bélica por los indios Tainos y Caribes de las Antillas.” Journal de la Société des Americanistes LXIII (1974-1976): 302-308.
Apuntes en torno a la mitología de los indios tainos de las Antillas Mayores y sus orígenes suramericanos. San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe y Museo del Hombre Dominicano, 1978.
Las primeras representaciones gráficas del indio americano (1493-1523). San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe e Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1978.
El uso de la incrustación en la escultura de los indios antillanos. San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe y Fundación García Arévalo de Santo Domingo, 1981.
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Actas del XV Congreso Internacional de Arqueología del Caribe (IACA), coeditado por Ricardo E. Alegría y Miguel Rodríguez. San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 1995.