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¿Moda o tendencia? Food Trucks:
Este fenómeno conocido en Estados Unidos con el nombre de chuckwagon ha tomado fuerza como modelo de negocio entre comerciantes que buscan una alternativa al restaurante tradicional.
La célebre frase “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma” puede describir el concepto detrás de los food trucks, restaurantes rodantes que buscan al consumidor al ofrecer sus productos en las calles.
Este fenómeno nació a finales del siglo XIX en Estados Unidos y en Colombia ya empiezan a circular los primeros “restauranteros nómadas” que ofrecen alimentos de consumo inmediato, a precios razonables y sin necesidad de esperar mesas o dar propinas.
“Es mucho más rentable un Food Truck que un local. Uno se ahorra la mensualidad del arriendo, lo que se transforma en el mantenimiento del vehículo”, señala Robert Farhi, un emprendedor que en octubre de 2012 empezó con la venta de arepas en Robi’s Gourmet.
Este negocio se suma a Belgofre, quizá el primer food truck que se movió por las calles ofreciendo waffles belgas o gofres, un negocio extendido en Bélgica que se ha replicado en Bogotá.
Al hacer un sondeo entre varios propietarios de Food Trucks, se mencionan diferentes ventajas, como que los costos operativos disminuyen al no necesitar un monto fijo para el pago de arrendamiento y servicios públicos. Además, la posibilidad de obtener mejores ventas en diferentes sectores, sin supeditarse a que el cliente ingrese a un local.
“Trae más ventajas que desventajas, como poder estar en diferentes sitios estratégicos, buscar al cliente en lugar de esperarlo y tener la posibilidad de atender eventos. Con el carro hay más rentabilidad y se nos presentan más oportunidades de negocio”, asegura Martha Forero, propietaria de Cream House Cupcakes, empresa que comercializa sus productos a través del Cupcake Móvil.
Los bajos costos no solo se relacionan con el funcionamiento, sino también con la implementación. Sin importar el tipo de producto existen requisitos como la adecuación de sistemas eléctricos, de gas y de agua potable.
Según Farhi, “la adaptación de un carro puede salir entre 25 y 30 millones de pesos”, pues en su caso, se utilizó acero inoxidable para recubrir el interior, además dispone de parrillas y hornos para la preparación de sus platos.
Aunque en el país aún no hay grandes industrias dedicadas a la venta o modificación de estos vehículos, la inventiva ha sido una de las principales herramientas para el montaje de los Food Trucks.
Al crear Robi’s Gourmet, su propietario se apoyó en material audiovisual para transmitir a su mecánico cómo debería verse su food truck; y para el Cupcake Móvil, sólo fue necesario el entusiasmo familiar para adecuar los pisos y las paredes de una ex-ambulancia.
Una de las falencias detectadas por estos empresarios ha sido la inexistente normatividad para la puesta en marcha de sus negocios. Si bien cuentan con Registro Mercantil, permisos del Invima y las especificaciones legales propias del automotor, aún no existen permisos para rodar por las calles y vender sus alimentos.
Al respecto, Blanca Inés Durán, defensora del Espacio Público de la capital, señala que este tipo de actividades están sancionadas por el Código de Policía, en el cual se prohíbe la venta de alimentos en zonas públicas y el aparcar en “los andenes, separadores, zonas verdes, alamedas, ciclorrutas, carriles exclusivos para el sistema de transporte masivo, vías peatonales, antejardines y las áreas del espacio público”.
“No ha habido capacidad institucional para regular estas actividades”, reconoce Durán, quien aclara que existen multas por el uso indebido del espacio público.
También anunció que espera que se apruebe, en los próximos meses, un proyecto de decreto que busca la expedición de licencias para el uso regulado de las zonas públicas. “Serían licencias de uso temporal en las cuales se calculan los impactos y se cobra un pago a la ciudad”.
Móvil y digital
Esta es una evidencia de cómo este modelo de negocio modifica la forma de crear empresa en el país al adaptarse a unos consumidores eminentemente digitales que confían en sus comunidades virtuales para comprar los productos de su preferencia.
A través de las redes sociales, estos Food Trucks se dan a conocer e informan a sus clientes sobre su ubicación y el menú. Adicionalmente cuando transitan las congestionadas calles de Bogotá, cada transeúnte y conductor fácilmente puede verlos y contactarlos. Es publicidad móvil.
Se trata de una tendencia que transforma el modo de consumir los alimentos. Si bien en Colombia los conceptos take away o stop and go, relacionados con la forma de comer al paso no están muy asimilados por el consumidor, los Food Trucks introducen el hábito, ofrecen una alternativa inocua y de calidad que se acopla al estilo de vida moderno y responde a los afanes diarios.
Adaptación de espacios no convencionales
En el último año se han creado algunos restaurantes cuyo concepto cumple con el propósito de aprovechar espacios poco convencionales para el montaje gastronómico, ejemplo de esto son Burger Town y La Perla Express, ubicados en contenedores con adecuaciones, a la salida de parqueaderos al norte de Bogotá.
“El concepto consiste en aprovechar un espacio que es destinado a otros usos. Lo bonito del contenedor es que se aprovecha un espacio inutilizado”, asegura Andrés Marmolejo, socio de ambos negocios.
Y agrega “queríamos montar un restaurante de costos fijos más controlados y surge la idea de utilizar espacios residuales, no rentabilizados, que no son convencionales”, explica Marmolejo.
Según él, gracias a una alianza con los parqueaderos fue posible tener acceso a estas zonas bien ubicadas con costos mensuales menos elevados que los del mercado tradicional.
En junio de 2012 abrió el primer punto de venta de Burger Town, restaurante casual que logró trasladar los costos fijos de la operación al servicio y la propuesta gastronómica.
“Nació la idea de ofrecer un producto poco común en Bogotá, una hamburguesa con carnes maduradas con ingredientes especiales y el toque colombiano”, señala Juan Pablo Rengifo, socio del restaurante.
Entre los aspectos por destacar están la reducción en los costos fijos de la operación, la necesidad de menos personal y el autoservicio. “El montaje es costoso, pero más económico que un restaurante tradicional y llegar al punto de equilibrio es más sencillo”, indicó Rengifo.
Lo anterior les ha permitido mantenerse en el mercado y lograr posicionarse en la mente de sus clientes, a tal punto que tras pocos meses de apertura, Burger Town inauguró otro punto cerca de la Zona T.
A principios de 2013, La Perla Express le siguió los pasos. “Decidimos tomar el concepto de un restaurante peruano del que soy accionista en Cartagena y adaptarlo a un contenedor que ofrece comida de calle limeña”, comenta Andrés Marmolejo.
Otro protagonista de esta tendencia es Andrés Exprés Caseta De Luxe, antes conocido como La Popular, ubicado en Hacienda Santa Bárbara desde julio de 2012. En este caso, se convierte en una alternativa de venta de los productos tradicionales de Andrés Carne de Res.
“La idea es acercar la marca a la gente: a los universitarios y personas que trabajan en oficinas cercanas al lugar”, manifestó Daniela Ortega, cónsul del Ministerio de la Palabra de Andrés Carne de Res.
Para ella, el modelo tiene ventajas frente al tradicional como la mayor accesibilidad para los comensales, una propuesta más económica y un servicio más rápido. Aunque reconoce que no se puede ofrecer la misma variedad de platos, ni el servicio a la mesa y los espacios son reducidos.