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palabras al mar
Balcei 195 mayo 2021
#alcorisasaleunida
Estampas “Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. A los más pobres, a los más escondidos, a los más abandonados. (…) A estos pueblos, a estas gentes, se dirige la Misión”. “Durante la noche el pueblo en masa asiste a sesiones de cine educativo, charlas, audiciones y lecturas. Durante el día la Misión es una alegre escuela al aire libre”. Estos textos acompañan “Estampas”, un extraordinario documental que José Val del Omar filmó en 1932 en el que retrató la esencia de las Misiones Pedagógicas. Estas nacieron un año antes al amparo de una voluntad personalizada en la figura de Marcelino Domingo siguiendo la estela de Ferrer i Guardia. Este maestro, Ministro de Instrucción Pública, entendió muy bien que sin la sensibilidad y el entusiasmo de los gobernantes no era posible hacer que la educación fuese algo accesible a todo el pueblo, desde la infancia a la vejez. Hoy llamaríamos a esto “aprendizaje permanente” y eso ya lo entendieron muy bien aquellos hombres y mujeres que defendían una educación formal y no formal. Domingo lo simbolizó en dos palabras: “Maestros y Libros, como blasones del escudo del régimen nuevo… Para marchar hacia el futuro”, y defendió la importancia de la formación del profesorado, expresado en el Plan Profesional de 1931. Hay quien habla de ese período como la edad de oro de nuestra pedagogía. Es el caso de Jau-
Taller de pinturas rupestres en el IES.
me Carbonell, quien destaca que “algunas de sus aportaciones teóricas y experienciales aún hoy, con sus pertinentes adaptaciones a los nuevos tiempos, siguen siendo enormemente vigentes”. Semejante afirmación, que comparto, me lleva a preguntarme si no sería necesario que unas modernas Misiones Pedagógicas trasladasen ese
mismo espíritu humanizador a una sociedad confundida, incapaz de tener conciencia de su ser. Si no sería preciso que apartásemos la mirada de lo urgente para descubrir lo realmente importante. Tal y como escribió José Val: “Los primeros amigos de las Misiones son los niños”. Lo importante, es decir.
Merlí
Actividad de los alumnos del Ciclo de APSD.
Mural en el IES.
“Algunos creen que la ética es algo innato en el ser humano, pero la ética se aprende y necesita reflexión. Nos pueden enseñar reglas, pero yo necesito saber la razón de esas reglas. Y la ética fortalece la reflexión y el pensamiento crítico”. Esta afirmación es de una alumna de 1º de Bachillerato, por nombre Claudia Moreno (cito de El País) y su clarividencia estremece por insólita y rica al tiempo. Estos días se ha abierto el viejo debate: ¿qué incluir en los planes de estudios: Valores Cívicos y Éticos o Ética? La primera idea (transversalidad) defiende que puede ser enseñada vinculándola a la vida diaria. Quienes defienden la segunda opción (asignatura) creen necesaria una formación básica y rigurosa en filosofía moral. Entiendo que pretenden preparar a los jóvenes para que adquieran un comportamiento ético responsable. En cierto sentido no deja de ser un “déjà vu”. Cuando se ha elegido la transversalidad ha sido muy fácil caer en la dispersión, muy sencillo confundir práctica con recetario y habitual ocultar la esencia bajo la sombra de lo aparente. Yo creo que no es imprescindible acotar la vida con una “materia”, pero sí es necesario aportar claridad cuando la postverdad gobierna nuestra sociedad. Por eso estoy de acuerdo con Savater: “Una cosa es (saber) lo que hay que hacer y lo que no, y otra distinta las preguntas sobre por qué hay que hacerlas o por qué no”. Es una afirmación de tal sustancia que asusta que no se tenga en consideración. Hoy volvemos a traer a Merlí a nuestra caverna porque es un profesor de Filosofía que, además, le otorga transversalidad a sus enseñanzas. Cumple, así, ambas opciones. Siendo más partidario de la primera, ambas tienen posibilidades. Porque como diría el heterodoxo profesor: “La gente dice que la filosofía (la ética) no sirve para nada. Parece que el sistema educativo ha olvidado las preguntas: ¿Quién somos? ¿De dónde venimos? ¿Dónde vamos? Ahora solo importa: ¿Qué empresa montamos?». Y eso, amigos, es mal asunto. Juan A. Pérez Bello