Tornaviaje Lo peor no era el hambre, sino los desvaríos de la tripulación. El navegante Andrés de Urdaneta buscaba una ruta de retorno a Nueva España desde Filipinas. Sabía que, tras cinco meses de navegación, el cansancio y el escorbuto castigaban tanto como el azote de las tormentas. Las alucinaciones eran frecuentes: dragones, sirenas y monstruos de todas las especies amenazaban el navío, trepaban por los mástiles, se enquistaban en los cerebros y lanzaban a las profundidades a los marineros. Una espiral de locura impregnaba el barco. Sin embargo, Urdaneta sentía que el éxito estaba cerca. Habían enfilado la corriente que los empujaba en buena dirección y, si sus cálculos eran correctos, restaba poco para divisar la costa. Confirmó su previsión al oír el grito de avistamiento del vigía. En lontananza, apuntando con sus cañones, el acorazado Iowa de los Estados Unidos de América, requería por los altavoces la identidad del navío.
Antonio Javier Álvarez Linares Sevilla 20