Rutinas En cuanto me ve entrar por la puerta del bar ya me prepara un café como sabe que me gusta. Tardo unos segundos en llegar a la barra y allí lo tengo servido, un expreso con un azucarillo. Como llego tarde a la oficina me lo tomo en dos minutos, los mismos que utiliza él para limpiar la vitrina de las tortillas, la que hay justo donde me ha dejado estratégicamente el café. Y siempre, antes de irme, me mira. Yo también le miro y según el día nos guiñamos un ojo. Luego ya no nos volvemos a ver hasta la noche y, en cuanto le veo entrar por la puerta de casa, le preparo el sitio del sofá que sé que le gusta.
Aurora Tàrrega Barcelona
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