2 minute read

Introducción: Sobre cómo se conocieron Juan y José Enrique

<<<<<<<< 16

Juan asegura que una de las cosas que más disfruta es escuchar historias. De tanto hacerlo se ha animado, incluso, a inventar algunas. A veces las escribe y otras veces solo las repite para sí mismo antes de dormirse, como si fueran el trampolín para el mundo de los sueños. Muchas de esas historias las conoció en la voz de José Enrique. Para sus padres es un vecino con quien conversan en la puerta de calle y que algunas veces entra a tomar un cafecito. Siempre habla con voz grave y con una seguridad que consigue que todos lo rodeen para escucharlo con la mayor atención. Para Juan es «un maravilloso contador de historias». Ha leído tantos libros que si los colocara uno arriba del otro podría levantar ciudades enteras. Le contó a Juan que su biblioteca es similar a eso, una ciudad enorme donde cada torre de libros parece un edificio, y los caminos entre ellos, las callecitas de las grandes ciudades. A veces Cleto, su gato, camina lentamente en esa ciudad de papel, según cuenta José Enrique, sin tirar ni un solo libro al suelo. Otras veces elige una de las pilas y de un salto se coloca sobre el libro más alto para echarse a dormir una siesta.

Advertisement

José Enrique se mudó al barrio hace unos meses. Mientras unos muchachos descargaban un montón de cajas llenas de libros, una se abrió y un libro cayó al suelo. En ese mismo momento Juan y su madre iban camino a la escuela. Juan se detuvo porque le pareció que el libro se abría y cerraba en el aire muy rápido, como si quisiera echarse a volar. Mientras le contaba eso a su madre, José Enrique se acercó y le preguntó si le gustaban los libros. Le dijo

INTRODUCCIÓN

17 <<<<<<<<

MI AMIGO JOSÉ ENRIQUE además que los libros no volaban, pero que nos ayudaban a volar a los hombres y mujeres. Porque dentro de cada libro había una voz, y algunas de esas voces venían de muy lejos, desde el principio de los tiempos. Juan le preguntó por qué tenía tantos libros en su casa, preocupado por que no entraran tantos en una casa tan chica. Pero José Enrique le dijo que para él los libros nunca eran suficientes. Le contó que se había hecho profesor leyendo y que había seguido leyendo luego de terminar el profesorado. Porque los verdaderos lectores nunca dejan de querer un libro más.

Juan le contó que vivían cerca y que un día le iba a pedir un libro prestado, y le dio el libro que un rato antes había parecido querer levantar vuelo. Con un libro empezó esa amistad. Y se extendió a los padres de Juan, que cada tanto conversaban con José Enrique en una esquina cualquiera, en la feria, en la plaza. A veces lo invitaban a pasar y tomaban un café, mientras él les contaba del jardín que cuidaba al fondo de su casa. Juan se reía, comentando que a José Enrique le gustaban todos los tipos de hojas. Y José Enrique asentía, acomodándose los lentes y acariciándose el bigote.

This article is from: