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Diego Traverso «Cuando hacés una herramienta de política, del otro lado tiene que haber alguien que la aproveche bien y demuestre resultados
Diego Traverso
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Diego Traverso es músico y licenciado en Economía por la Universidad de la República. Es consultor de Geek Creative Economics y de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (anii). Como coordinador del Departamento de Industrias Creativas de la Dirección Nacional de Cultura (2010-2017) fue responsable de la implementación de la cuenta satélite de Cultura en Uruguay y de la dinamización del sector Música, Editorial y Diseño. Fue docente en la Tecnicatura de Gestión Cultural del Centro Latinoamericano de Economía Humana (claeh). Como músico es cantante y guitarrista de Santé Les Amis.
En 2007 fue creado el Departamento de Industrias Creativas (dicrea), dependiente del Ministerio de Educación y Cultura, desde donde se impulsaron distintas políticas culturales. ¿Cómo era el trabajo en dicrea?
Al comienzo se enfocó en realizar estudios, en conocer a los sectores, y después empezamos a hacer todo lo relativo a mejora de la competitividad. En un momento éramos como diez personas, porque hubo financiación de Naciones Unidas. Se fue la financiación y quedamos cuatro. Básicamente gestionábamos la participación de proyectos de Uruguay en ferias internacionales del libro, de música y de diseño, en coordinación con el Ministerio de Industria y el sector privado. Esto implicaba
hacer llamados públicos, gestionar los stands, realizar catálogos, conseguir financiamiento, etcétera. Música no había ido nunca a una feria; Diseño tampoco. Y después hacíamos cosas que tenían que ver con capacitación, como, por ejemplo, marketing digital para proyectos artísticos o gestión de derechos de autor. En la parte de estudios lo principal fue la cuenta satélite y el informe sobre consumo cultural que hacía la Universidad de la República.
¿Y luego hacían evaluaciones?
Se hacían evaluaciones a nivel del Departamento (dicrea). A nivel del Ministerio o la Dirección no hay indicadores de impacto al no tener objetivos medibles. El objetivo es «desarrollar la cultura», pero ¿cómo se mide eso? Entonces, ¿cómo sé si lo que estoy haciendo tiene un impacto de verdad en el sector?
¿Cómo debería ser?
Bajar a tierra. Por ejemplo: «formar diez empresas en cinco años; evaluar luego y ver si pueden vivir de lo que hacen». Se logró generar varias políticas y fondos, de manera desordenada y caótica, porque de otra forma no se podría haber hecho. Está buenísimo, pero no hay una evaluación. Para evaluarlo necesitás técnicos. El mec no tiene evaluación de ningún tipo. Hay cosas que están bien, como el espíritu de la política —democratizar la cultura—, pero ¿qué significa eso de acá a cinco años, de acá a un año? Hay que evaluar y ver que tenga un impacto. Creo que, por un lado, los fondos concursables tuvieron un impacto positivo y, por otro lado, creo que no.
¿Por qué no?
Porque en el largo plazo, si solo hacés el fondo para producción y no vas evaluando si se adquieren otras aptitudes, generás buscadores de renta, como pasa en cualquier sector. Las historietas en Uruguay, por ejemplo, se financiaron durante diez años con los fondos concursables. Si se les saca ese fondo se les hace muy difícil existir, porque en esos diez años vos como Estado no los profesionalizaste. Tenés que darles otras herramientas, que se preocupen por vender, que vayan a una feria internacional, o desde el sector público ayudarlos a comercializar. Es esa idea de que son artistas y solo se les da la plata para que hagan su obra.
De alguna manera es como un asistencialismo, ¿cierto?
Sí, y todo el sistema político tiene esa visión sobre el sector. No se entiende mucho. No ven que la cultura puede ser la posibilidad de tener un trabajo. Nosotros, por ejemplo, hicimos un premio de ilustración que consistía en mandar al que ganaba a la principal feria de ilustración, que es en Bolonia. Lo hicimos y el sector estaba muy satisfecho. Porque, además del premio y la foto, esa persona iba a ver cosas que de otra manera no iba a poder ver. Cosas que iban a impactar en su trabajo, tanto creativo como de relacionamiento, porque se podía vincular con editoriales del resto del mundo. Cuando empezamos con el tema de las industrias creativas, el discurso que nos armamos fue: «Lo que queremos es que la gente viva de su trabajo». Y aun así era difícil que el sector público y el privado entendieran de qué iba. Nos decían: «A ustedes lo que les importa es el negocio», como si negocio fuera mala palabra. Como si un zapatero hiciera zapatos y tuviera resquemor de venderlos. Lo que queríamos era dar herramientas para que la gente viviera de lo que hace, en nuestro caso, en los sectores creativos.
Cómo músico, ¿lo ves realmente factible?
En el momento de hacer arte, hago lo que me sale. Si vos querés hacer metal superpesado, hacelo. Después que lo tenés terminado, tratá de que llegue a la mayor cantidad de gente posible, y para eso tenés que tener ciertas aptitudes. Depende de cada sector. Ojo, hay gente que hace el contenido pensando en el mercado y tampoco está mal. Es más, todos los formatos de serie que hay están pensados para tal público. Yo no lo hago porque no me sale. Quién me va a decir que El Cuarteto de Nos no piensa en hacer plata. O Salvador Dalí.
¿Tenés que tener una actitud especial para profesionalizar tu trabajo?
Tenés que tener ciertas herramientas. Saber a quién le estás hablando, qué podés hacer para llegar a tal lado. Es lo que hacen todos los managers. Es como un gerente de proyecto, que tiene una visión a largo plazo y trata de llegar ahí.
¿Cómo está Uruguay en términos musicales respecto a la región?
A nivel de contenido hay mucho. En relación con otros países de América Latina Uruguay está despegado. Hay un montón de bandas de rock, de hip hop, cantautores. Los chiquilines de ahora tienen una
cabeza de que se puede vivir de la música más que hace diez años. No había referentes antes, pensabas que solo Jorge Drexler podía vivir de la música porque se había ido de Uruguay. Ahora tenés al Cuarteto, La Vela, ntvg y otros artistas.
¿Las políticas culturales ayudaron en ese sentido?
Creo que pasó por fuera de las políticas del Estado. Sobre todo porque los artistas que se internacionalizaron lo hicieron antes de estas políticas. Algunos artistas aprovecharon herramientas de internacionalización que utilizábamos en el Departamento, pero no fue solo gracias a eso que lograron salir al exterior. Cuando estuve en dicrea tuvimos algunos intentos de internacionalizar, pero no se logró porque tampoco había muchas herramientas. La plata que teníamos era para hacer dos misiones por año a alguna feria. Era importante que los músicos salieran y conocieran cómo era en otro lado, cómo debían interactuar con un programador, cómo presentarse. Los músicos que fueron lograron cosas, pero sobre todo servía para que entendieran cómo funcionaba manejarse en mercados mucho más profesionales.
¿En Uruguay xxi no se buscó la promoción de la música afuera?
Ahora Uruguay xxi tiene ciertas políticas orientadas a las industrias creativas, pero no debería ser la institución referente en materia de política, sino ayudar a internacionalizar los proyectos que ya están en una etapa madura para hacerlo.
¿Los clusters se hicieron en la época de dicrea?
Fue una política de clusters que hizo opp para distintos sectores: Vitivinícola, Piedras Preciosas… Y ahí se presentó el Audiovisual. Después se presentó Diseño. Esto fue como hace diez años. En ese momento empezaba la ley de fomento al cine y se generaron pila de cosas con el cluster Audiovisual, como la oficina de locaciones… La idea básica era juntar en una mesa al sector público y al privado para que definieran una estrategia en común y a largo plazo, para que el Ministerio no esté financiando una cosa y el sector privado preocupado por otra. Es algo bastante básico, pero a veces no pasa. Se hizo una Film Commission que luego terminó absorbiendo el Instituto Nacional del Cine; hubo como un problema de «¿qué querés financiar: el cine o los servicios de producción audiovisual?». Pero, bueno, terminó quedando en el icau y ahí está la Film Commission, que tiene pocos recursos; es más pública que privada.
¿El cluster no funcionó?
Hubo cosas positivas y negativas, como en todo proceso. Se logró una ley, se lograron algunas cosas, se trabaja de manera coordinada en otras… Por ejemplo, todo el mundo daba plata para producción, así que producían la película y luego no tenían plata para hacer post y para comercializarla. Entonces la mesa audiovisual dijo: «El mec financia producción, la Intendencia la comercialización o ida a ferias». Se coordinaron en ese sentido. Se hizo un manual técnico para los rodajes, surgió la Oficina de Locaciones de Montevideo. Para esas cosas funcionó. La cantidad de películas que se hacen es gracias a los fondos públicos y ahora se diversificó en apoyos para series.
También necesitás, del otro lado, un sector privado que esté con ganas. A Diseño le va bien: se formó la Cámara de Diseño del Uruguay, empezaron a ir a ferias, la Cámara tiene el apoyo público… Pero se mueven. Videojuegos también. Son 20 empresas, hay un par de fondos para eso y está funcionando. Cuando hacés una herramienta de política, del otro lado tiene que haber alguien que la aproveche bien y demuestre resultados. En Música, como que se generó una asociación de productores, pero no cuajó.
¿Hay una bohemia mayor en la música que en el diseño, tal vez? ¿O es un prejuicio?
Sí. Tenés unos managers que están a otro nivel. Pueden ir un día y darle una charla a un músico, pero no van estar todo el día encima. Si el sector privado está pujante aprovecha más las cosas.
¿Qué sectores aprovecharon más en estos años?
Viéndolo en perspectiva, tal vez el sector de diseño, que en los últimos 10 años logró posicionarse y generar la conciencia de sector en la interna. El otro son los videojuegos. Es un sector muy joven, pero desde su origen coordina y tiene la mirada puesta en la exportación. El sector audiovisual más tradicional ya está consolidado hace bastante tiempo, sobre todo en la venta de servicios de producción.
No existe más dicrea. ¿El Estado no tiene una política de continuidad en la formación de personal?
No. No solo en cuanto a la formación del personal, sino en cuanto a la mirada hacia los recursos humanos. Desde que trabajé en el mec pasaron muy buenos profesionales y la mayoría se terminó yendo. Se
fueron porque los sueldos eran bajos y había poco espacio para el desarrollo profesional. Es una lástima, porque hay muchísimas cosas para hacer en el ámbito de la cultura, pero si no tenés buenos profesionales con sueldos acordes es muy difícil.
¿Cómo ves a la cuenta satélite como forma de medir la economía de la cultura en Uruguay?
Sirve para conocer el sector y es un instrumento político. Sale en el diario, el sistema político dice: «Ah, hay 20 mil puestos de trabajo». La cuenta satélite es algo que avala el Banco Central; es la misma metodología, es serio. Luego debería servir como elemento de medición de ciertas políticas.
¿Llegan a medir lo indirecto?
En el caso de la cuenta satélite de Cultura no se midió lo indirecto, es decir, el impacto generado en otros sectores, o encadenamientos, que en el caso de la cultura es importante porque impacta en el transporte, en gastronomía, en otro tipo de servicios, etc. También hay un tema de cómo vos definís tu objeto de estudio. Nosotros utilizamos el manual del Convenio Andrés Bello, que dice que la cultura son estos sectores. En la segunda cuenta satélite que hicimos nos fijamos en los sectores que realmente impactan desde un punto de vista económico (audiovisual, editorial, artes escénicas y música). Todos juntos son un punto del producto bruto interno. Otros países utilizan otros criterios y, por ejemplo, ponen dentro de «sectores culturales» a las telefónicas; entonces, claro, te da una cifra mucho mayor. O en la parte editorial ponen los servicios gráficos, la imprenta; pero eso no es cultura, los servicios gráficos son un proveedor de una editorial. Eso hace que te dé más puntos porcentuales del pbi. Ahí hay cuestiones metodológicas que pesan. Lo importante es saber de qué estamos hablando cuando alguien dice, a partir de un estudio, que la cultura pesa tanto en el pbi y da tantos puestos de trabajo; qué fue lo que se entendió por «cultural». Si no, nos estamos haciendo trampa al solitario.
¿Te parece que hacer ahora una cuenta satélite reflejaría variaciones respecto a la anterior medición?
Creo que en los contenidos más digitalizables, como es el caso del audiovisual y la música, puede haber cambiado el sector. Especialmente con la entrada de Netflix y Spotify. El tema es que necesitás los datos de
estas plataformas y, por lo que sé, es muy difícil que los brinden. También la cuenta satélite es un instrumento para medir sectores desde un punto de vista macro; por eso se tienen que acompañar con otras mediciones de los propios sectores. Las encuestas empresariales funcionan muy bien si hay un relativo marco de confianza. La Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (cuti) tiene una encuesta excelente a sus socios, y lo mismo la Cámara de Videoguejos (cavi).
Volviendo a lo digital, si trabajaras en una nueva cuenta de cultura, ¿cómo harías para medir ese aspecto?
Todas las plataformas digitales donde se consumen contenidos son extranjeras; por lo tanto, es una importación de servicios que hacemos desde Uruguay todos los que somos usuarios de esas plataformas pagas. Por otra parte, a algunos proyectos nacionales les entra dinero por consumo que se da en Uruguay y en el resto del mundo; por lo tanto, sería una exportación de servicios que paga una empresa extranjera a un proyecto nacional. También hay servicios gratuitos para el usuario que generan facturación por concepto de contenido, como YouTube o Facebook. Metodológicamente es complicado porque estamos acostumbrados a usar ciertos servicios de manera gratuita, servicios que en realidad generan un valor que es monetizado por concepto de publicidad generalmente. Entonces parecería que no hay transacción económica, cuando sí la hay.
La mayoría de los músicos necesitan de otro trabajo para subsistir, ¿cierto?
El tema es qué viene primero. Eso cuesta mucho acá, porque el mercado es chico, entonces es un riesgo. Tiene que ver con el emprendedurismo. Todos los artistas a los que les fue bien son buenos emprendedores. Se venden bien, se gestionan bien. Salvo alguno al que lo agarró la industria discográfica, son ellos mismos los que se gestionan.
Digamos que tienen confianza en sí mismos.
Los músicos, y los artistas en general, usamos metodologías de trabajo que tienen mucho que ver con la innovación, aunque generalmente se nos visualice como personas que trabajan de un modo bastante caótico. Muchas veces la innovación implica mezclar cosas diferentes y saberes diferentes, y hacer cosas nuevas con cosas viejas. La innovación tiene mucho que ver con observar, empatizar, generar un prototipo, hacer
tests hasta que la cosa funciona. Sacás un disco, te fue bien, al año siguiente tenés que hacer uno nuevo y no puede ser igual. Siempre tenés que generar prototipos. La industria de la cultura es una industria de prototipos. Hacés un libro y luego no vas a hacer el mismo. Entonces los artistas están acostumbrados a trabajar con riesgo. Jaime Roos ¿qué hizo? Juntó la murga y el carnaval con los Beatles.
Tiene mucha importancia también generar socios, vínculos con gente de acá y de afuera, y hacer equipos de laburo buenos. Si sos músico y tenés un disco, tenés que pensar a qué público se lo vas a hacer llegar, tenés que comunicarlo, ver quién te hace el marketing digital, etc. Ahora tenés los datos de todo: quiénes te escuchan, de dónde, cuánto rato. Capaz hay un montón de gente de La Plata (Argentina) que te está escuchando: andá a hacer un show ahí. Lo digital cambió todo. Igualmente, no es que publico un disco y me van a escuchar en Bangladesh o en Francia. Me va a escuchar la gente que me conoce, el mundo real con el que generé cierta empatía. Si generás asociaciones en otros lugares que te dan el marketing adecuado, podés llegar a otros públicos y traccionar eso. Pero necesitás esos socios.
Estuviste trabajando en un estudio para la Oficina de Planeamiento y Presupuesto relacionado con la prospectiva de las industrias creativas de acá a 30 años. ¿Qué sacaste en limpio al hacer ese trabajo?
Te metés en unos temas que te vuelan la cabeza. A mí me encantó, leí mucho. Entra toda la inteligencia artificial haciendo contenidos, y pensás: ¿cómo va a hacer la inteligencia artificial un contenido creativo? Creo que de acá a algunos años vamos a estar viendo una serie en Netflix, o la plataforma que sea, hecha por una computadora. O lo mismo con una canción o un videojuego. Ya existen contenidos hechos por inteligencia artificial, pero creo que en un tiempo va a ser la norma. ¿Cómo podemos adaptarnos a ese mundo? ¿Qué tenemos para decir nosotros, los humanos?
Pero hay monopolios.
Sí, Spotify, Netflix… ¿Cómo hacer para pasar una playlist en Spotify? Ahí no entra el algoritmo; es una persona, y la tenés que conocer. Por otra parte, hay un montón de cosas de cómo generan los contenidos las plataformas a partir de lo que a vos te gusta. La primera serie que hizo Netflix, House ofCards, tan exitosa, la hizo porque se dio cuenta de que a la gente le gustaba mucho ver a Kevin Spacey, al director David Fin-
cher y los temas de política. Mezcló las tres cosas e hizo la serie. Y antes de hacerla sabía que iba a ser un suceso. La serie Stranger things: si a vos te la muestra de una forma a mí me la muestra de otra. La placa, la foto, es distinta. Si a vos te gusta más el drama, será una foto más dramática. Si a mí me gusta más la ciencia ficción, será algo del estilo. Se supone que va a haber inteligencia artificial que combine distintas cosas. A cada uno nos va a ofrecer distinto contenido dependiendo del perfil, del estado de ánimo, del clima. Si siempre nos van a ofrecer el contenido que nos gusta o que nuestra inteligencia artificial personal dice que es lo mejor para nosotros, tal vez quedemos atrapados en un loop de consumo solo de cosas que nos gustan, que no deja de ser un poco aterrador. ¿Qué espacio va a quedar para la innovación, o para contenidos que no necesariamente nos gusten pero que igual tengan un valor? Creo que el concepto de lo que entendemos por arte va a cambiar o va a tener otro sentido en las décadas que vienen.
A su vez están pasando cosas nuevas en cuanto a la financiación, como el crowdfunding, que implica que el público financia la obra antes de que esté terminada. Y se generan cosas raras porque cada artista, además de generar su contenido, pasa a ser un contenido en sí mismo. En Instgram estás todo el tiempo generando contenido; la relación con el público es mucho más estrecha. Y si tenés audiencia, podés monetizarla.
Todo el mercado está cambiando muchísimo.
Convive lo tradicional con lo nuevo. Los libros se siguen vendiendo, un montón, y la gente sigue yendo al cine. Creo que la tele va a facturar menos porcentaje de la torta publicitaria porque se va a ir a medios más digitales, pero van a convivir. También porque el mercado se sigue expandiendo. Siempre hablamos de industrias creativas, la industria vendiendo su producto y su servicio. Tradicionalmente las industrias culturales referían a lo más clásico: audiovisual, cine, tv, editorial y música. El concepto de industria cultural empieza cuando se serializa el contenido, cuando se comienzan a editar los libros y comienza a aparecer el concepto del derecho de autor. Esto lo tomó Europa, sobre todo Francia, en los ochenta. En los noventa empieza el concepto de las industrias creativas, con Gran Bretaña a la cabeza, que incorpora diseño, arquitectura, publicidad. Y hoy en día hay un concepto de economía creativa, que implica los servicios creativos que se les venden a todas las industrias. Por ejemplo, en el audiovisual no es solo vender sus
productos como entretenimiento. Vas al cajero automático del banco y lo que ves es audiovisual interactivo; eso tiene diseño y animación. Entonces las industrias creativas comenzaron a brindar servicios a todas las industrias. Esto es superimportante para entender que el contenido creativo a veces es una variable de éxito comercial fundamental. A su vez, es un concepto muy difuso. Con mi socio siempre decimos: el concepto de industria creativa implica que tenga creatividad y que tenga derecho de propiedad intelectual. Pero con esta definición podrías estar incluyendo a la industria del automóvil o a la industria bioquímica. Lo que termino diciendo es: industria creativa es lo que vos definas como industria creativa y el área en la que quieras hacer política. Otra cosa clave para mí es que hoy, si querés hacer política cultural, tenés que pensar en política digital.
¿Cómo te imaginás una política digital en cultura?
Cada sector tiene sus particularidades y hay distribución digital. Tenés que ver cómo te vinculás con las plataformas digitales para estar en esas plataformas.
Hay que hacer un marco regulatorio para eso…
Así como el Estado podría exigir una cuota-pantalla en la tv, debería exigirle a Netflix una cuota-pantalla. Colombia se la pidió; muchas series con temática colombiana, como Cien años de soledad, son producidas en Colombia porque le exigen a Netflix que vaya a producir ahí. Tienen impuestos cero, tienen varias facilidades para que vayan. Lo mismo en la música. ¿Cómo hacés para desarrollarte en el entorno digital? Los fondos de apoyo, ¿qué son?: ¿fondos para producir un disco y hacer un show? Debería haber fondos para hacer marketing digital, que te ayude a vincularte con plataformas digitales, capacitación en esas plataformas. Al final la gente te va a escuchar ahí. También podés generar herramientas para que los chiquilines produzcan contenidos a muy bajo costo con las herramientas digitales que hay. Con un celular podés hacer un disco. Sobre todo, se necesitan recursos humanos capacitados. Las capacidades adquiridas de los recursos humanos son más importantes que el acceso a tecnología.
La infraestructura que tiene Uruguay en materia digital está buenísima. Si sos de los videojuegos o de música y querés subir tu material a Spotify, a YouTube o hacer marketing digital, anda muy bien Internet en el país. En ese sentido tenés una ventaja con respecto a la región. Pero
hay que lograr cambiar de paradigma en algunas cosas. Por ejemplo, en el caso de Antel, te hacías socio de Antel y te daban Spotify tres meses. ¿Pero te pensás que Antel le pedía a Spotify que pusiera una playlist de Uruguay? Antel tiene un canal de televisión, Vera tv, que llega a todo el país con contenido gratuito, y habría que usar esas plataformas públicas para tener un mayor impacto de política. Te digo cualquier cosa: Premio Nacional de Música. Al proyecto artístico que gane el premio, en vez de darle plata, que Antel le filme un show con nivel profesional y lo ponga en Vera tv. A la banda le generás contenido que puede mostrar en cualquier parte del mundo, al mismo tiempo que la empresa genera un contenido de calidad para su audiencia. Otro ejemplo: una serie gana un fondo e inmediatamente debería ganar con ello un espacio en Vera tv o en el canal público para que sea emitida. Si soy creador de una serie, voy a una feria y me preguntan dónde se emitió, puedo contestar que la serie la pasó el canal público nacional y lo tengo acá: mirá. Ahí ven que en tu mercado te pasaron y que te vio gente. Vera tv es una pantalla que está buenísima. Luego está la televisión pública. Es algo viejo, pero tiene su peso.
A la televisión privada no le importan nada los contenidos nacionales. Tienen informativos y programas de poco valor agregado. Si sos el canal de televisión y estás haciendo un montón de plata con Tinelli y con la televisión turca, ¿para qué hacer una serie? Tiene que venir el Estado y decir: «Tenés que tener un 30% de ficción». Y la televisión nacional pública debería tener un estándar de calidad alto. Entonces, si producís una buena serie de contenido nacional que la gente ve, generás competencia. La ley de servicios audiovisuales tenía cuota, pero quedó en la mitad. Hay un tema político también. Hay intereses de los medios también. La televisión más regulada del mundo es de la Comunidad Europea, Estados Unidos. En la Comunidad Europea tenés regulados cantidad contenidos de la localidad, de la comunidad y del resto del mundo. Está todo regulado. Son formas de generar políticas.
Si fueras ministro de Educación y Cultura, ¿qué medidas tomarías para dinamizar más el sector?
Yo sacaría el foco en la producción, no daría tantos incentivos para eso y sí para la distribución y comercialización. Por ejemplo, en el caso de la música, que es el que más conozco, a cualquier persona que viene a Uruguay le llama la atención la cantidad de músicos y músicas que hay; parece que no tenemos un problema con crear música en Uruguay. Creo
que hay que poner el foco en generar vínculos y capacidades, generar herramientas para después que pase la política. Ni que hablar que hay que profesionalizar la política pública: que haya objetivos, indicadores, entender para qué hacemos las cosas. Históricamente el mec es la Cenicienta total del Poder Ejecutivo; era el ministerio adonde iba la gente con la cual no sabían qué hacer. En Uruguay pasa que muchas veces los instrumentos de política se ven como un objetivo en sí mismo y no como una herramienta. «Vamos a hacer una ley, un instituto». Para mí esto es del siglo xix, ya ni del siglo xx, porque cada vez los sectores están más interrelacionados y vos al compartimentarlos dejás de facilitar esos vínculos que tienen que darse. Es importante que la gente se conozca, que haya proyectos híbridos. Hacia eso debería tender la política. Me han dicho: «Lo que hay que hacer acá, Diego, es un instituto de la música». Y yo digo: «No, lo que hay que hacer es que 40 bandas de música vivan de la música». Ese es el objetivo, no hacer un instituto. Y acá somos muy obtusos en ver la herramienta como un objetivo y generar burocracias. Mejor hacer una mesa que coordine, que no sea instituto de nada, poner fondos y que el sector privado se empodere. Una ley no es un objetivo en sí mismo. Eso pasa mucho. La institucionalidad pública… Ahora tenés la anii, el mec, el miem, Antel que no habla con nadie, la Intendencia, otras intendencias, Turismo, Relaciones Exteriores; todos tienen algún fondo o algo que dar. ok, pero no se coordina, no se sabe bien para qué lo hace uno y para qué lo hace otro.
Febrero de 2019.