11 minute read
Renato Opertti «El cambio fundamental está en las mentalidades
Renato Opertti
«El cambio fundamental está en las mentalidades»
Advertisement
Renato Opertti es director ejecutivo de Eduy21. Es magíster en Investigación Educativa, idrc (Canadá), licenciado en Sociología por la Universidad de la República Oriental del Uruguay, coordinador del Diploma en Diseño y Desarrollo Curricular en la ucu, especialista sénior a cargo de la coordinación de la Unidad de Innovación y Liderazgo en Currículo, Aprendizaje y Evaluación de la Oficina Internacional de Educación de la unesco (oie-unesco), con sede en Ginebra.
¿Cómo está influyendo la revolución digital en el sistema educativo? ¿Qué lugar ocupa la cultura en estos cambios que se vienen?
Creo que el tema que estás encarando es por demás relevante y es uno de los temas centrales de la agenda educativa contemporánea. Te menciono dos o tres cosas importantes. Hoy hay una rediscusión en el mundo sobre lo que significa ser alfabeto. El concepto de alfabetización es fundamental y también hay que ver cuáles son las alfabetizaciones que son clave, en dos sentidos: para tu desempeño en la vida diaria y como base de todo aprendizaje. Estas alfabetizaciones requieren ser ampliadas. Siguen siendo importantes las habilidades de lectoescritura, de matemáticas, pero se abren otras cosas: lenguaje de programación, alfabetización financiera, alfabetización deportiva y recreativa. En ese marco es que aparecen dos cosas bien importantes. Por un lado, la persona tiene que tener una base de comprensión del mundo y de lo que significa ser ciudadano hoy, lo cual implica necesariamente la cultura. Esto aparece como parte de la alfabetización de cualquier niño, de cualquier joven, la alfabetización ciudadana y cultural que pasa a formar
parte de las alfabetizaciones fundamentales. No es un agregado o un elemento adicional, sino que es parte constitutiva de la formación básica que una persona tiene que tener para desempeñarse en un mundo que, como sabemos todos, es complejo, incierto, disruptivo, y cuyos trazados para el futuro poco conocemos en sus detalles.
El segundo elemento que me parece importante marcar es que en la educación en general hay cada vez más una tendencia a ir a formaciones más globales, más interdisciplinares, si se quiere más universalistas, en el sentido de que una persona hoy, para entender un problema, una situación, un desafío, requiere conectar piezas disciplinares, movilizar conocimientos distintos. Y para eso se requiere tener una formación cultural general básica, necesaria para entender las condiciones básicas de otra disciplina. La cultura pasa a ser una parte importante de un diálogo interdisciplinar donde uno tiene que tener determinados referentes de cultura imprescindibles para poder conectar y entender la manera en que el mundo se maneja. Entonces el renacimiento del universalismo en la educación está asociado a la importancia que está teniendo la cultura, el humanismo, la filosofía, la ética.
Luego hay un tercer elemento vinculado a lo digital. Como bien sabés, lo digital no es solo un recurso. La tecnología ha pasado a ser un elemento importante de redefinición de la identidad humana, de redefinición de nuestra manera de ser, de comportarnos, de ver el mundo, de nuestras percepciones. Por tanto, detrás de cualquier decisión tecnológica hay una decisión ética que requiere necesariamente entender a las personas más desde el punto de vista de la antropología cultural. Requiere conocer mucho más los valores, las percepciones, las sensaciones de las personas, las narrativas… Todo eso requiere fundamentos ético-culturales fundamentales. La tecnología es un instrumento, pero es un instrumento que está cargado y está implicado en supuestos ético-culturales muy importantes. Entonces formar en ese terreno es muy importante para poder enfrentar los problemas del mundo con un basamento que te permite entender que detrás de las decisiones tecnológicas hay implicancias éticas que necesitan entender las personas.
Hay un cuarto elemento que está asociado a este tercero, y es que la cultura en educación está inextricablemente asociada al conocimiento de la diversidad humana: la diversidad de afiliaciones, de credos, de orígenes, de grupos, de filosofías, de religiones. La cultura es un elemento que hace al entendimiento de la diversidad de las personas en sus va-
lores y referencias, y eso también es importante reposicionarlo en la educación como el conflicto de las culturas, para aceptar al otro, aceptar al diferente, en un mundo en el que, sabés muy bien, estamos cada vez más expuestos al rechazo al diferente, a la exclusión, a ver al otro como un enemigo. El espacio de interculturalidad va a ser clave.
Si vamos a lo más concreto, ¿cuál es la vinculación entre educación y cultura?
Si uno piensa cuáles son las tres funciones primordiales de la educación a nivel mundial, la educación es política social porque tiene que ver con las condiciones de vida, la calidad de vida en términos de generar ingresos y oportunidades para todos (un tema de equidad). Es también política económica porque todos los países necesitan fuerza de trabajo calificada, sobre todo en este mundo tan disruptivo, que tanto jaquea nuestra manera tradicional de pensar y de sentir. Y es política cultural porque la educación es la base para aprender a vivir juntos, para apreciar al diferente, para poder dialogar con los otros. No hay educación posible sin cultura. Y esto implica no solamente pensar en una matriz tradicional de la formación —con contenidos como las lenguas, las matemáticas—, sino lo que en el mundo funciona mejor, que es cuando uno diversifica las experiencias de aprendizaje incorporando a la formación temas vinculados a la recreación, a la cultura, a la estética, los deportes, los valores. En Eduy21 entendemos que hablar de educación es hablar de política social, económica y cultural, y para eso se requiere repensar todo el andamiaje de la educación, porque no está pensada para exponer al alumno a esa diversidad de experiencias que son necesarias para desarrollar el gusto por la estética, por el arte, por apreciar lo diferente.
Tengo dudas de que seamos una sociedad tan abierta. En la propuesta de Eduy21, cuando definimos los bloques de competencias y conocimientos que nuestros jóvenes podrían desarrollar en esa nueva educación que estamos proponiendo, decimos: «Hacerlos partícipes de un mundo donde lo global y local van juntos». Son ciudadanos del mundo y a la vez de su país, de su entorno y su contexto. Para eso hay que tener un gusto por lo diferente. No la diversidad como una barrera, como un obstáculo, sino como un activo de una sociedad que la entiende como una manera de aprender a estar juntos, a hacer juntos. La cultura y la diversidad en la expresión de la cultura cobran especial relevancia.
Más que poner el foco en los contenidos, en Eduy21 afirman que sería importante desarrollar habilidades y competencias. ¿Cómo sería en el caso de lo creativo-artístico-cultural?
En esta educación unitaria que va de los tres a los dieciocho años, los niños van a tener exposición a expresiones del arte y la cultura que hoy día no tienen. En cuanto a las herramientas para que los jóvenes puedan actuar en un mundo de cambios muy disruptivos, hay que ver cómo generás creatividad, innovación, pensamiento crítico, cómo te comunicás con el otro. Otro bloque que tiene que ver con la cultura es cómo nos cuidamos y nos responsabilizamos por nosotros mismos, cómo generamos estilos de vida sostenibles, saludables. Cómo nos alimentamos, cómo nos transportamos, cómo cuidamos el ambiente. Hay un par de libros de Yuval Noah Harari —Homo Deus y 21 lecciones para el siglo xxi— donde él dice que hoy por hoy en el mundo muere más gente por comer en exceso que por comer poco, y ese es un tema cultural. A su vez, debemos asumir esta doble identidad de todos nosotros. Somos parte de la aldea global, pero también somos parte de nuestro contexto, de nuestro micromundo. Un dato que puede ser fuerte: de todos los niños que hoy están en las escuelas en el mundo, el 70% va a trabajar en tareas que hoy no existen. Entonces esos niños tienen que estar formados para desarrollar la creatividad, la innovación, el espíritu crítico, para adaptarse también a distintas culturas. Pueden trabajar en proyectos comunes personas de culturas distintas. Este mundo tan conectado de hoy habilita eso, el gusto por lo diferente. En Uruguay tenemos una tarea pendiente. Por un lado, asumimos la diversidad como cuestión de política. Creo que Uruguay ha avanzado en su agenda de derechos, que es plausible y endorsable. Pero una cosa es avanzar en la política y otra avanzar en el terreno de las mentalidades y prácticas. Vivo desde hace 12 años en Ginebra, que es una ciudad multicultural, y lo multicultural es parte de mi vida. Pero si esta cultura tan multicultural estuviera en Montevideo, no sé cómo reaccionaríamos. Tengo dudas, porque implica toda una manera de vincularse al otro, de entenderlo desde su cultura. Hay una cuestión paradójica en Uruguay. Es un país extremadamente comunicado. Yo viajo por el mundo y siempre destaco esto. La accesibilidad a Internet es increíble, comparada no solo con América Latina sino con países de fuera de la región. Pero a la vez es un país muy autorreferenciado en sus discursos y sus debates, sobre cultura, sobre arte, sobre la sociedad, y creo que con lo que proponemos a nivel educativo buscamos abrirnos al mundo. No para que nos absorba, sino
para tener una oportunidad. En estas sociedades de cambios disruptivos, tenemos que formar a nuestros jóvenes para que puedan tener una oportunidad. Porque, si no, vamos a ser gobernados por los algoritmos. El gran debate en cultura hoy es: ¿nosotros lideramos a los algoritmos o ellos nos lideran a nosotros?
A nivel de los jóvenes tenemos problemas serios en lenguas, ciencias y matemáticas. Ya no es la sociedad que se destacaba en Latinoamérica por sus logros. Estamos en la media.
¿Cómo piensan implementar estos cambios en los que vienen trabajando?
El cambio fundamental está en las mentalidades. Si uno recorre las reformas educativas en el mundo, empieza por un cambio en las mentalidades. Esto no significa enterrar u olvidar el pasado, sino resignificar nuestras identidades a la luz de los desafíos que tenemos. No es borrar y escribir de nuevo. El Uruguay en los últimos treinta años, con sus gobiernos de distinto signo, propició y generó distintos cambios, algunos de ellos positivos para el país: la universalización de la educación inicial, las escuelas de tiempo completo… Nadie puede decir que el sistema político ha sido insensible a estos temas. No ha encontrado solución a las tres maldiciones que jaquean al sistema educativo. En primer lugar, calidad deficitaria en las competencias y los conocimientos básicos de escritura, ciencia y lectura. En segundo lugar, inequidad y desigualdad. Hoy las posibilidades educativas de un niño o joven de ingresos más bajos son muy inferiores a las de uno de un sector de más altos ingresos; es inequidad de acceso a las oportunidades educativas. Y por último, un problema de ineficiencia marginal: no promovemos la excelencia. Es un valor que parece que no tenemos que promover, lo cual es un error. La propuesta de Eduy21 implica un cambio de mentalidades y de prácticas. ¿Cómo se hace? Ante todo, que el sistema político se comprometa, no solamente con un acuerdo educativo profundo, que es lo que estamos tratando de plantear, sino con liderar ese proceso. Las sociedades necesitan liderazgos. Es muy difícil cambiar la educación sin convencer a la ciudadanía y sin que haya un liderazgo político detrás que lo oriente. Tendrá que haber una revalorización de la política. Pero si el sistema político está dispuesto a liderar ese proceso y que Eduy21 sea un puente entre ellos… ¿Por qué nace Eduy21? Porque los partidos políticos entre sí no se ponen de acuerdo. ¿Qué hicimos durante un año y medio? Reunimos a
unas 100 personas de distintos ámbitos —del mundo político, de la producción, del arte, de la educación, de la sociedad— y trabajamos juntos en el armado de esta propuesta. ¿Y qué mensaje le dimos al gobierno? «Miren que personas de distintos perfiles nos podemos poner de acuerdo. Ahora es tarea de los políticos liderar ese proceso». ¿Cómo se implementa en la realidad? Con un liderazgo político fuerte, con equipos técnicos muy solventes, con un espíritu de diálogo permanente, pero con timón. Dialogar no significa ceder a todo. Dialogar es escuchar y entender. ¿Por qué lo llamamos libro blanco? Por una simple razón: porque vamos a hablar con los distintos actores y vamos a ir ajustando y luego a publicar el libro abierto.
Para implementarlo se necesitan cuatro aspectos. Uno es que el Ministerio de Educación se dedique solo a la educación —hay que ver cómo se pueden reordenar las otras funciones dentro del Estado— y que tenga la conducción política de la educación, que no significa conducción partidizada, sino que tenga la conducción de la educación como política pública. No hay Ministerio de Educación en el mundo como el de Uruguay, que no tiene que ver con la educación. No existe. En los primeros 120 días de gobierno, el Ministerio de Educación y Cultura eleva la propuesta educativa con su presupuesto al Parlamento para que el Parlamento la discuta. O sea, la discusión es entre el Ministerio y el Parlamento. Por supuesto, el Ministerio coordinado con la anep. Entre otras cosas, darle al centro educativo recursos para que tenga el traje a medida, formar directores de centros educativos. Hoy día están muy trabados. Hay que formarlos para liderar y vamos a premiarlos. Y fundamental para los docentes: que estén radicados en el centro, con 30-40 horas de trabajo en ese centro, con permanencia en ese centro de tres años por lo menos, con horas para poder coordinar y meterse. Hay que romper esa idea de que la actividad docente es solo la clase. Es mi clase con la de otro. En el mundo hay evidencias de cómo los sistemas ayudan a aprender mejor. Una es que los alumnos son los mejores tutores de otros alumnos. Y otra es el trabajo entre docentes, las comunidades de docentes, el trabajo colaborativo, porque la colaboración es la base de la educación.
Si Uruguay no se da la oportunidad de cambiar la educación, esa sociedad de oportunidades de la que somos todos hijos no tiene futuro. El país tiene que ponerse las pilas y ahí veremos la calidad de la democracia y de los liderazgos emergentes.
Febrero de 2019.