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Delegado

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Plateros y Oriente

Plateros y Oriente

El Comité Ejecutivo de Colonos

o las tres veces que le dije “si” al Delegado

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Narración del lic. Atanacio Véjar Gerardo, 2018 El Comité se hizo porque de repente subieron mucho el predio, el agua y la luz. Con un volante citaron a los vecinos para una reunión un domingo en el F3. Sorpresivamente llegó a la reunión Consuelito Velázquez, la compositora de “Bésame Mucho”, que era candidata a diputada federal. Ella dijo: “No se preocupen, yo se los resuelvo”. Y sí, lo arregló, porque era una transa del PRI para que votaran por ella. Entonces el vecino Ernesto Sigler dijo: Mejor hacemos un Comité, porque si no, esto va a ser a cada rato. Así que se hizo una Asamblea y una elección, y quedó de presidente el mismo señor Sigler, que tenía unos 80 años; Luis Maurín, vicepresidente; Roberto Téllez Aguilar, tesorero; y yo secretario de actas y acuerdos, porque aunque era muy joven, era Contador Privado Certificado. Ellos fueron con el Administrador de la Asociación Hipotecaria Mexicana para que nos asignara un lugar, y nos dieron el F5 departamento 1, “pero me lo regresan tan pronto lo vaya yo a vender”. En la primera junta, dijo el señor Sigler: “Vamos a buscar un abogado, porque nos vamos a meter en muchas broncas con este Comité”. Como yo estaba estudiando derecho en la UNAM, le dije: “Yo estudio leyes”, y me dijo: “¡Ah, pues usted mero!” y me asignó un “privado” que en realidad esa una recámara. Y siendo estudiante, le atoré a todo lo legal. En la segunda junta, Luis Maurín, que trabajaba en Banamex, consiguió unos muebles de lo embargado por el banco, los compró a muy buen precio. Para los gastos se pedía cooperación por boteo. El tesorero era muy activo, así que nunca hizo falta dinero. Desde el principio dábamos clases de corte y confección, sastrería, peluquería, cocina y otras cosas. Empezamos a darlas nosotros mismos de gratis para beneficio de los vecinos, fue parte de los acuerdos iniciales de la Asamblea. Después llegó un señor de apellido Sabuló y dijo: “Oiga mire, yo trabajo en el Seguro Social y me pagan por hacer estos eventos. Yo me puedo hacer cargo de coordinar las clases y ya ustedes se quitan de problemas”. Sigler aceptó y el Seguro se empezó a hacer cargo de todo eso.

Cuando se vendió el departamento del F5 nos fuimos al F3 entrada 2 departamento 1. Luego la Administración nos cambió a un departamento en la sección G, luego a otro en la H, luego a donde después estuvo la CONASUPO, pero nosotros estuvimos antes. Hicimos un estatuto que decía que el presidente duraba un año. Después de Sigler el presidente fue Téllez y luego yo. Luego entró el señor Félix Domínguez Heredia, vivía en el H-22. Él me dijo: “Yo tengo más cultura que tú, pero tú tienes más intuición que yo”. Primero nada más nos ayudaba, luego le entró a la lucha, luego se hizo amigo mío. Aunque venían muchos vecinos a las asambleas, ninguno nuevo quería entrarle y siempre nos elegían a los mismos. Los departamentos en la sección I costaban 80,000 pesos, por la vista desde lo alto, y en los F $63,000.00. Aquí venían todos los que tenían problemas por atrasos en el pago de las amortizaciones. Unos vecinos vinieron porque tenían una deuda grande y como no pagaban completo, la deuda seguía aumentando. Yo les dije: “Se van a meter en un problema, así como van, lo van a perder todo”. Mejor el dinero lo daban al Comité, yo compraba billetes de Nacional Financiera (NAFINSA) y consignaba los pagos y así la deuda no aumentaba. era como terrorismo, los lanzaban en las noches. De un día para otro se sabía: ya lanzaron a tal! Ya lanzaron a tal! Mientras, buscábamos la manera de que no los lanzaran, en lo que podían terminar de pagar, no pedíamos nada regalado para nadie. Eso es lo que le decíamos “la lucha”. En 1976 se inauguró la Procuraduría Federal del Consumidos PROFECO, y casi a mí me tocó inaugurarla, el primero o segundo día yo llegué con este asunto; el caso más importante que manejó en sus primeros años fue la lucha de Plateros. Manejábamos mucho dinero pero afortunadamente nunca tuvimos ninguna acusación ni ningún faltante. Entonces me manda llamar Raúl Zárate Machuca, delegado político. De momento me asusté pero fui de todas maneras a San Ángel, allí estaba la delegación. Al entrar yo, dice: “Mire, lo mandé llamar para decirle: sálgase de donde está y métase en el Deportivo (Gómez Farías). Yo me comprometo a hacerle un

Comité donde va a tener usted todo: sala de juntas, sala de conferencias (auditorio) y todo; y déjeme ese local porque voy a meter una CONASUPO”. Nos metimos en el deportivo. Ya no sé ni cómo cupimos porque estaba bien chiquito. Allí estuvimos menos de un año en lo que nos construían el Comité entre las secciones G y H. Pero otra vez me mandó llamar Zárate Machuca, yo me volví a asustar pero volví a ir, y me dijo: “Qué cree, le empecé a hacer su Comité y que se me viene encima el gobierno, porque a tantos metros a los lados del río es zona federal y nadie se puede meter allí por el riesgo en caso de una creciente, pero se lo voy a construir allá arriba donde está el basurero”. Eso era en la sección I, y empezaron a hacerlo muy amplio y con estacionamiento. Por esos días entré a trabajar en la empresa Gimbel SA de CV, de Don Ernesto Gimbel. Eran unos judíos alemanes que fabricaban desde tornillos hasta fresadoras, y me mandaban como abogado de cobranzas a diferentes estados de la República por meses. En el Comité había unas señoras que me ayudaban, antes de irme yo les decía todo lo que había que hacer. Cuando llegué de uno de esos viajes, el Comité ya estaba terminado, pero solamente nos habían dejado una partecita, como el 10% de toda la construcción. “¿Y esto?” les pregunté, y ellas me explican: “Es que esta oficina iba a ser la entrada y salida de todo el Comité, y temimos un asalto. Cuando vinieron los ingenieros y los arquitectos les dijimos: Óigame no, aquí no queremos que ande entrando y saliendo nadie. Ciérrenle aquí y hagan otras puertas para ustedes por otro lado” y así lo hicieron. Yo nomás pensé: “¡Estos bárbaros ya nos amolaron, nos dejaron la pura entrada!”. Pero también dije: “Bueno, sirve que así se da más servicio a los vecinos, porque el edificio se usa para las clases”. Y se quedó dividido. El señor Sabuló se siguió haciendo cargo de las clases. Luego el Seguro Social agarró el local para pagar las pensiones, ¡y entonces sí hubo un asalto! Esto fue después de 1980. El Comité siguió funcionando. Había asambleas tan grandes que no cabían los vecinos y teníamos que hacerlas en el jardín, unas 50 personas. Cada que había elecciones para renovar el Comité, se invitaba a todos los vecinos pero sólo venían los de siempre. Los del Comité éramos unos cinco, y veníamos a diario a ver qué

movimiento había. Entonces cambiamos los estatutos para que no hubiera tanto cambio de personas y hubiera más continuidad, y quedé yo de presidente, y comenzó ya mi lucha personal. Esta fue como de 1980 a 1985. Ayudamos a mucha gente, tenemos un archivo muy grande, pero cuando salían del problema se iban y ya no regresaban, y esto se fue quedando solo, pero seguimos teniendo Asambleas. Ese año vinieron a buscarme del PST (Partido Socialista de los Trabajadores), y me ofrecieron ser candidato a diputado federal. Yo acepté. Nunca me dieron sueldo ni presupuesto, nada más me hicieron una asamblea con dos camiones de gente que yo ni conocía, y así como llegaron se fueron. El único uso que le di a la candidatura, fue darme el gusto de hablar mal del delegado político, que ya era otro y era muy corrupto. Entonces me llamó el delegado y es cuando más me asusté, pero de todas maneras fui. Cuando me pasaron con él, me dijo: “Oiga, ¿usted anda hablando mal de mí?” Yo le dije: Si. “¿Usted anda diciendo que yo soy corrupto?” Y yo dije: Si. Hizo traer máquina de escribir, secretarias y testigos. Empezó a dictar un Acta. Cuando me pidió mi identificación, yo le di la de candidato. Él dijo: “¿Usted es candidato a diputado federal?” Yo le dije: Si. Y de inmediato dijo: “¡Suspendan todo!”, comprobando lo que yo decía. Félix Domínguez ya está muerto y regadas sus cenizas en el Desierto de los Leones según dejó dicho. También Sigler, Téllez y los demás. Supe que murió Sabuló y otros del Seguro Social tomaron posesión del edificio del Comité sin avisarme. De la lucha ya no hay movimiento. Incluso hace unos tres meses vinieron del Seguro y me pidieron la oficina que nos queda. Pero así sea yo la única persona del Comité, seguiremos la lucha, porque es el compromiso que tomamos.

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