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Dónde está Doña Vero?
David Eligio Maldonado Sumida en su viejo sillón en su departamento del tercer piso de alguno de los edificios de la Sección F de la Unidad Plateros, desde ahi doña Verónica pasaba las largas horas de las noches sin poder dormir, solo acompañada del viejo gato pardo que hace mas de ocho años rescatara una madrugada de abajo de uno de los autos chatarra abandonados en el estacionamiento de enfrente de su edificio y de su eterno dolor de cabeza, desde ahí veía pasar el tiempo dándole vueltas y vueltas a las añoranzas y a sus recuerdos. Una de esas noches de aquel febrero de 2020, cuando por fin estaba agarrando el sueño, en el departamento de su vecino comenzaba la música que se oía tan fuerte como las carcajadas y las majaderías que alegremente los invitados sin el menor pudor gritaban y obligaron a doña Vero a parase con la dificultad que le imponía su peso y con el temblor de sus piernas a mejor prender la televisión, a ponerse sus gruesos lentes con fondo de botella a ver el noticiero de la media noche. Refunfuñando se decía “y a mi que me importa que en China haya aparecido esa enfermedad del Coronavirus! Estamos a miles de kilómetros de allá y lo que el gobierno debería de atender es la corrupción e inseguridad que nos esa matando… esos periodistas ya no saben ni que informar en la televisión” Así pasaban los días y las semanas, la diabetes de doña Vero empeoraba, aun así ayudada de su bastón a mediados de marzo salió a caminar. Recorriendo los andadores cercanos a su edificio se deleitaba viendo en los jardines las plantas, los arbustos y las flores que adornadas de abejas y de colibríes le animaban el espiritu, en eso se topó con la señora de la limpieza a la que preguntó porqué traía puesto aquel cubrebocas, que si estaba enferma a lo que la señora le contestó que no estaba enferma que era por acatar una orden del gobierno para evitar enfermarse del coronavirus que todos dicen es muy contagioso, que ya se había declarado la pandemia y que por favor ni se le acercara porque el
mismo gobierno recomendaba mantener la “sana distancia” entre una persona y otra. ¡Que señora tan exagerada¡ pensó doña Vero, metros más adelante notó que también el jardinero portaba el cubrebocas, y también el tamalero y el licenciado del departamento 22 y su niño, todos traían cubrebocas!... Preocupada, pensativa mejor se regresó a su casa para llamar a su hija que vivía también en Plateros pero en la Sección H y platicarle lo que vió. Su hija la regañó y le dijo que no hiciera caso que eso es puro invento del gobierno. Sin embargo ante la avalancha de los anuncios gubernamentales que invitaban a la población a acatar las medidas sanitarias doña Vero aceptó y entendió la gravedad de la pandemia y ya mejor escuchaba la radio porque cada vez le costaba más trabajo ver la tele. Y así una de esas madrugadas sintió que todo le daba vueltas, sintió muchas nauseas y un escalofrió que le recorría el cuerpo… como pudo se dirigió al baño, como pudo después buscó el teléfono y le llamó a su hija varias veces hasta que por fin le contestó…”Y ahora que te pasa madre! Ya ves la hora que es?”. Llegó la hija a auxiliar a doña Vero, llamó muchas veces al 911 hasta que le contestaron recomendando que no saque a la enferma, que espere lo más posible en su casa, que mientras tome tal o cual medicamento porque clínicas y hospitales de la ciudad especialmente del ISSSTE o el IMSS están saturados de enfermos del coronavirus, no hay camas, no hay ni sillas para sentarse, que doctores, enfermeras y camilleros no se dan abasto con tanto paciente!. Pero dónde atienden a los que no tienen coronavirus? Nadie sabe nada. Aunque sea llévenla con el Doctor Simi, proponía alguno de los parientes, otro proponía llevarla al Hospital Enrique Cabrera que queda muy cerca, otro pariente presume ser influyente y conocer a un político importante que quizá pueda apoyar, pero eso sí: todos los parientes y amigos opinan desde lejos, opinando solo por teléfono, ni de chiste acercarse al domicilio de la enferma, no vaya a ser la de malas que se haya contagiado de esa cochina enfermedad. Para que arriesgarse!. Solo su hija está ahí, triste, angustiada y cansada del desgaste de tantos días de ciudar a su mamá y además de cargar con las angustias económicas ya que no
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tiene trabajo, sobrevive de vender joyería de fantasía con lo que esperaba pagar los cuatro meses de renta atrasada que le está cobrando a cada rato la casera y que por ahora solo le daba para mantenerse ella y su hija de 9 años. Doña Vero permanece consciente pero con sus ojos cerrados en aquella cama, ya no sabe cuando es de día ni cuando es de noche. A veces le parece escuchar el canto de los pájaros que se posaban en el cedro y las bugambilias que estan frente a su edificio y hasta se imagina los años en que salía con su hija de la mano y su esposo para cruzar la sección F y la Sección E de la Unidad para ir a comprar la despensa al Aurrerá que estaba junto a las Torres de Mixcoac. De pronto doña Vero ya no escucha, ya no vé ni siente nada. Son las 4 de la mañana de un día cualquiera de verano y una ambulancia con las luces apagadas de manera sigilosa se detiene enfrente de su edificio del cual descienden camilleros con trajes blancos, como de astronauta cargando una camilla y presurosos suben al departamento uno de ellos toma los signos vitales de la enferma y certifica que aún está viva. Se dice y se rumora que la ambulancia llevó a doña Vero al ISSSTE que está en Barranca del Muerto y Revolución que a su hija (única acompañante) no la dejaron entrar al hospital y que después de tres días y de varios reclamos por saber el estado de su mamá por fin la llamaron a una oficina del hospital para informarle que su mamá había muerto. Llorosa pidió un momento para avisar a la familia y preparar el funeral… No, no no! Ningún funeral, le espetó malhumorado el oficinista que le atendía. El cuerpo de su mamá será cremado y solo se le entregarán las cenizas, son las instrucciones que tenemos!, punto. Los jardines de Plateros ya tienen muy crecido el pasto y la hierba debido a la abundante lluvia de los últimos días, a pesar de ello el jardinero se queja porque nadie lo llama para cortar ese matorral y piensa en ir con doña Vero, ella siempre lo contrata para esos trabajos porque ama los jardines, toca el timbre de su departamento y la señora de la limpieza le dice “ni toque, esa viejita por no pagar ni contesta ni abre, mire que lo digo yo que llevo buscándola muchos días !”.
Sumida en el viejo sillón, la hija de doña Vero se pierde en un profundo sueño, por la ventana entra un viento fresco que anuncia tormenta y remueve un papel que es el acta de defunción de doña Vero donde se alcanza a leer “muerte por neumonía atípica” la muerte de moda, la muerte que oculta la que puede ser la causa verdadera: la muerte por coronavirus o como le pusieron después muerte del Covid19, para el caso da lo mismo. Cd. De México, agosto 2020.