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Edna Vega

4 Por tipo de Programa, el Programa de Mejoramiento Urbano es el mejor evaluado por el género femenino (65% de quienes consideran que su vivienda es adecuada son mujeres que habitan en zonas urbanas marginadas); le sigue el Programa de Vivienda Social (con 64%) y el Programa Nacional de Reconstrucción (que habitan en zonas afectadas por los sismos de 2017 y 2018) con 50 por ciento.

4 En cuanto a la participación de la familia en el diseño de la intervención de su vivienda, lo que se observa es que las mujeres participan más activamente (seis de cada 10 mujeres participó en actividades de diseño participativo) en comparación con los hombres que participaron en cuatro de cada 10 casos.

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4 En cuanto a la valoración de los resultados de la intervención, las mujeres valoran más la funcionalidad (los espacios más amplios y el uso de ecotecnologías); mientras que los hombres valoran más la parte ornamental (la pintura, aplanados, colocación de azulejo).

4 Asimismo, seis de cada 10 mujeres considera que después de la intervención su vivienda ya es adecuada; de éstas, nueve de cada 10 mujeres volvería a contratar la misma asistencia técnica, lo que muestra que el esquema empleado ha logrado que este grupo poblacional se sienta escuchado y atendido.

4 Finalmente, a la pregunta acerca de las emociones sobre su vivienda intervenida y el trabajo con el asistente técnico, ocho de cada 10 mujeres dicen "sentirse más seguras y con esperanza".

REFLEXIÓN FINAL

Lo anterior refiere sólo una aproximación a las valoraciones que las personas beneficiarias hacen sobre la vivienda intervenida con los subsidios que la Conavi les otorgó.

Indudablemente, el género es una variable importante para la exploración de resultados porque muestra áreas de oportunidad para establecer estrategias de inclusión e igualdad en el proceso de atención a las necesidades de vivienda, algunas de las cuales son las técnicas y procesos de diseño participativo, la traducción de necesidades en propuestas técnicas, cómo hacer compatible la estética con la funcionalidad, entre otros.

El diseño de políticas habitacionales debe considerar siempre como principal referente la identificación de las necesidades sociales y culturales de la población a través de diseños participativos para incluir a la persona como un actor activo en el proceso de intervención de la vivienda que habita.

Como se muestra en la aproximación al análisis de satisfacción, las valoraciones que las personas beneficiarias hacen sobre las viviendas intervenidas que la Conavi apoyó, en cuanto al análisis a través de la variable género es muy claro que las necesidades son distintas. Lo anterior pone de manifiesto el enorme reto en el diseño de estrategias de inclusión e igualdad desde el proceso de identificación y de atención de sus necesidades.

EDNA VEGA RANGEL

n Titular de la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi).

Agenda Urbana en tiempos de pandemia

Tras la pandemia, es necesario que autoridades, sociedad civil, academia y sector privado trabajen de manera conjunta para redefinir la planeación de ciudad

POR MARTHA DELGADO PERALTA

La pandemia no solo ha evidenciado los retos existentes en nuestros servicios de salud pública, sino también las duras consecuencias de las profundas brechas de desigualdad social que existen al interior de nuestros países y a nivel internacional. Interesantemente, a diferencia de otros grandes problemas globales, la propagación del Covid-19 se ha presentado como un fenómeno principalmente urbano, siendo las ciudades testigos de 95% de los contagios.

Esto no es ninguna coincidencia, pues, aunque las ciudades solo ocupan 3% de la superficie terrestre, éstas no solo albergan el mayor porcentaje de población a nivel global – 50% a nivel global, y hasta 80% en algunas regiones de América latina, la región más urbanizada -, sino que también son el escenario donde ocurren la mayoría de las actividades económicas del mundo. Derivado de ello, es en las urbes donde transitan la mayoría de los humanos y se intercambian la mayor cantidad de bienes y servicios globales, creando el escenario perfecto para los contagios.

Consecuentemente, y a fin de evitar futuras tragedias, es imperante que tanto los gobiernos locales y nacionales, junto con la sociedad civil, la academia y el sector privado trabajen de manera conjunta para redefinir la manera en que planeamos y construimos las ciudades, pues el modelo actual ya ha demostrado que no sostenible a lo largo del tiempo.

Más aún, aunque ahora nuestra atención y recursos está enfocado en aliviar los terribles efectos de la pandemia del Covid-19, no debemos olvidar los otros grandes retos al desarrollo que continuamos teniendo encima y se acrecientan a pasos agigantados, tal y como es la pobreza; la falta de acceso a servicios básicos, particularmente de servicios de salud, agua y saneamiento; el cambio climático; la pérdida de biodiversidad; entre otros. Problemas que también están en mayor o menor medida ligados a las ciudades, ya sea por la concentración de la población, así como por la

cantidad excesiva de recursos naturales que requieren para mantener su funcionamiento.

Afortunadamente, no requerimos empezar de cero, pues desde la década pasada contamos con una serie de instrumentos internacionales acordados por consenso, los cuales prevén una serie de objetivos y acciones puntuales relativas a cómo debemos reconfigurar y construir nuestras ciudades. En específico, me refiero a la agenda 2030, particularmente el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 “Ciudades y Comunidades Sostenibles”, y la Nueva Agenda Urbana; así como, complementariamente, el Acuerdo de París, la Agenda para la Acción de Addis Abeba y el Marco de Sendai para reducción de desastres.

Adicionalmente, tenemos un importante acervo de conocimiento, nunca antes visto por la humanidad, sobre la cual sin duda podemos edificar ciudades sostenibles y resilientes ante cualquier tipo de adversidad. Por ejemplo, el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos –ONU Habitat– publicó un reporte sobre la relación entre las ciudades y el Covid-19, y en el cual se identifican el nivel de hacinamiento, el tiempo dedicado a transportación y las condiciones laborales como las tres principales variables relacionadas con el contagio. Tres factores que, no por coincidencia, están también íntimamente con otros grandes retos como la pobreza o el cambio climático.

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