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Huella lingüística

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Pie de página

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Huella lingüística

La realidad lingüística de la América a la que llegó la lengua española era de una complejidad casi inimaginable. A la arribada de la lengua española a la América prehispánica existían aproximadamente ciento setenta familias de lenguas.1 Cada uno de estos inmensos troncos había ramificado en multitud de lenguas y dialectos, a veces ininteligibles entre sí. Muchas de estas lenguas se han extinguido, otras están en vías de extinción, otras muchas siguen vivas. Cada una de ellas constituye un patrimonio histórico y cultural de valor incalculable, no solo para su propia historia, sino para la historia de la lengua española. Entre estas ciento setenta familias de lenguas hay nueve que han dejado su huella lingüística en el español: arahuaco, caribe, náhuatl, maya, quechua, aimara, chibcha, araucano y tupí-guaraní.2

Las Antillas son el escenario del primer encuentro entre lenguas de una y otra orilla del Atlántico. La lengua española entra en contacto por primera vez con dos familias lingüísticas indígenas americanas: la arahuaca y la caribe. Sus palabras son las primeras en tomarse prestadas, las más numerosas y las que antes se consolidan en el español que empieza a hablarse en América. Emilio Tejera lo explica de esta forma en el primer diccionario de indigenismos de la República Dominicana: «En esta isla vivieron, i de aquí salieron a realizar su temeraria empresa, casi todos los hombres que conquistaron el continente, i cuando en la fauna i en la flora de los países recién descubiertos encontraban algo igual o parecido a lo que habían conocido en la Española, le aplicaban los mismos nombres que habían aprendido en ella».3 Son también las primeras palabras en atravesar el mar en un viaje de vuelta con destino a la lengua española que se habla en España y las primeras en dejar una impronta americana en otras lenguas europeas.

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