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Roedores y reptiles

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Roedores y reptiles

El español adoptó el término caribe sabana para referirse a las amplias llanuras poco arboladas; se sirvió del tainismo manigua para designar el terreno poblado de espesos arbustos tropicales; necesitó del arahuaco cayo para nombrar las islas arenosas del mar de las Antillas. Y con los nombres de los entornos naturales llegaron los nombres de sus pobladores naturales.

Los animales también tienen su protagonismo en los préstamos antillanos. Entre los mamíferos roedores antillanos están la hutía (ara) y el curí (ca), también conocido como conejillo de Indias, que ha derivado en el español dominicano en la palabra curía para referirse despectivamente a la mujer muy fecunda. Gonzalo Fernández de Oviedo nos cuenta cómo «en esta isla ningún animal de quatro pies avía sino dos maneras de animales muy pequeñicos que se llaman hutía e corí, quue son quasi a manera de conejos».133

Entre los reptiles ninguno tan impresionante como la iguana (ara). Su aspecto y su tamaño llamaron la atención de los españoles, a pesar de que su comportamiento no mostraba fiereza. Bartolomé de las Casas las describe tomando como referencia los animales que conoce:

Esta sierpe, verdaderamente es sierpe y cosa espantable; cuasi de manera de cocodrilo o como un lagarto, salvo que tiene hacia la boca y narices más ahusada que lagarto. Tiene un cerco, desde las narices hasta lo último de la cola, de espinas grandes, que la hace más terrible; es toda pintada como lagarto, aunque más verdes escuras las pinturas. No hace mal a nadie y es muy tímida y cobarde.134

El aprovechamiento de su carne y de sus huevos era tradicional en el mundo indígena, y así lo adoptaron los españoles, como nos hace ver Pedro Simón: «No son de ningún daño vivas. Y muertas, quanto son espantables, son de sabrosas, guisadas de mil maneras». Aunque alguno, como Bartolomé de las Casas, se resitió al nuevo manjar incluso en momentos de necesidad:

Es tan excelente cosa de comer, según todos los españoles dicen, y tan estimada -mayormente toda la cola, que es muy blanca cuando está desollada- que la tienen por más preciosa que pechugas de gallina ni otro manjar alguno. De los indios no hay duda sino que la estiman sobre todos los manjares. Con todas sus bondades, aunque soy de los más viejos destas tierras y en los tiempos pasados me vi con otros en grandes necesidades de hambre, peno nunca jamás pudieron conmigo para que della gustase. Llámanla los indios de esta isla Española iguana. 135

Esta costumbre ancestral mantiene aún en peligro de extinción a las iguanas endémicas de las islas del Caribe. Algo similar le sucede a la hicotea (t), o jicotea, cuya carne se aprovecha desde época prehispánica. Bartolomé de las Casas nos las describe en relación con aquellas que él conoce de Castilla: «Hay en ellos también hycoteas que son galápagos de los arroyos de Castilla, puesto que estas hycoteas son muy más limpias y más sanas que aquellos -según creo-, porque no son tan limosas ni tan amigas de lodo».136

Pedro Simón nos aporta un curioso dato cultural: «Es lo mismo que tortuga, con alguna diferencia, animal de agua, y tierras, cuya carne no está prohibida en viernes, por estar dada más por pescado que por carne».

En el español dominicano se solía usar el término hicotea, o su variante gráfica jicotea, para referirse a la presidencia de la República. A esta acepción jocosa se refiere, como nos reseña Emilio Rodríguez Demorizi, el refrán popular criollo «la jicotea no es del que la ve sino del que la coge. Porque lo habitual no era merecerla ni recibirla, sino cogerla, pescarla a la brava sin parar mientes en la camada».137

Entre los reptiles antillanos mantiene su denominación prehispánica el majá (ant), una serpiente gruesa, no venenosa, de la que se aprovechaba la piel. El hábitat natural del cocodrilo, el reptil de mayor tamaño entre los que habitan en la República Dominicana, se encuentra en las aguas salobres del lago Enriquillo, en la Reserva de la Biosfera de Jaragua, Bahoruco y Enriquillo. La vida y el recorrido de las palabras nos sorprende a veces. La denominación prehispánica de estos reptiles era la voz taína caimán; sin embargo, este término prehispánico ha pasado en español a denominar a una especie diferente de reptil; para la especie dominicana se utiliza la patrimonial cocodrilo, del latín medieval, y este del griego. Pedro Simón ya compara a los caimanes con los cocodrilos del Nilo: «Son unos valentíssimos, y ferozes lagartos de agua, y tierra, que son lo mismo, que los cocodrillos del río Nilo de Egypto […]».

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