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Cartas con regusto antillano

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Pie de página

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Cartas con regusto antillano

No todo son crónicas, diccionarios o grandes creaciones literarias. La comunicación de las gentes de a pie entre la orilla americana y la española se mantenía gracias a las cartas.43 En ellas unas pocas palabras antillanas de origen taíno o caribe, perfectamente adaptadas, son la prueba de que el español ya nunca volvería a ser el que era antes de su llegada a América.44

Hernando de Cantillana le escribe a Sevilla a su mujer, Magdalena de Cárdenas, detallándole unas mercancías que le envía, entre las que se incluyen una hamaca y un papagayo: «[…] mas vn amaca chiquita y vn papagayo grande […]».45 Alonso de Herrojo le cuenta a su mujer, Teresa González, vecina del pueblo pacense de Reina, cómo un accidente le ha impedido regresar a España; su pierna ha quedado en tan malas condiciones que lo llevan a misa cargado en una hamaca:

[…] estava de partida p[ar]a yrme a castilla por mis pecados me sucedio vna desgraçia q cayo conmigo vn cavallo en un hoyo donde me cojo debaxo la pierna q tenia mala por donde esto muy maltratado y coxo q no puedo caminar q a misa me llevan cargado en una hamaca quatro o çinco hombres[…].46

Un clérigo apellidado Quirós describe en otra carta el transporte de ropa a bordo de canoas: «[…] de manera q la ropa q hemos desembarcado en este desierto adonde se puede llegar por este rio la han de lleuar los indios acuestas estas dos leguas y despues se ha de tornar a embarcar en canoas qes harto trabajo […]».47 El mismo clérigo relata los aprestos para el bautizo del hijo de un cacique: «[…] teniendo el cacique […] vn hijo de tres años muy enfermo […] a hecho instancia q se le fuessen a baptizar […] por estar ya muy propinco a la muerte».48

Ninguno de los que escriben las cartas se entretiene en aclarar el significado de los indigenismos; bien porque ya eran conocidos por sus destinatarios, bien porque los utilizan sin darse apenas cuenta; las nuevas palabras ya están estrechamente ligadas a su manera de hablar español. Aquellas cartas de los emigrados a Indias, los textos más humildes, no solo nos abren una ventana a la vida de quienes las escribieron y las leyeron; nos abren una ventana a la vida de las palabras.

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