6 minute read
La vida cotidiana
by CENTRO LEÓN
17
La vida cotidiana
Gonzalo Fernández de Oviedo en el Sumario de la Historia Natural de las Indias, publicado en 1526, nos describe cómo los indios «asan la carne sobre unos palos, que ponen, a manera de trévedes o parrillas, en hueco, (que ellos llaman barbacoas) e la lumbre debajo; porque, como la tierra está en clima que naturalmente es calurosa, presto se daña el pescado o la carne, que se asa el mesmo día que muere».61 Pedro Simón describe así en 1627 el uso de la barbacoa como soporte para mantener lejos del suelo lo que se pone sobre ella: «Es poyo, o cama hecha de cañas, juntan muchas al modo de los çarços, en que se cría la seda, y hincados en el suelo unos palos con unas horquetas de altura de una cama, o poyo, y travessados otros por las horquetas tienden las cañas, o el cañizo, y sirve de muchas cosas […]». El término barbacoa (t) pasa al español peninsular con el sentido de ‘parrilla usada al aire libre para asar’; con este mismo sentido es usado en inglés (barbecue) o en francés (barbecue).
Lo más curioso de la palabra barbacoa es su sorprendente viaje de ida y vuelta. En tierras dominicanas mantiene la forma original para algunos de sus significados; sin embargo, para referirse a la rejilla para asar, y a los alimentos que en ella se asan, se adopta la forma patrimonial parrilla y su derivado parrillada o, más extraordinario todavía, el préstamo procedente del inglés barbecue, pronunciado /barbikiú/. Como si de un búmeran lingüístico se tratara, lo que nació taíno se usa en su lugar de origen pasado por el tamiz del inglés. La adopción del término patrimonial o del anglicismo para esta acepción puede deberse a que el español
dominicano mantiene para barbacoa acepciones directamente relacionadas con otras que el término original tenía en la lengua taína: ‘camastro hecho de tablas de palma sobre la que se ponen hojas secas de plátano o de guineo’, ‘repisa para colocar platos y utensilios de cocina’, y ‘armazón construida para que se extiendan plantas enredaderas’.62
Si hubo un utensilio que se adoptó con celeridad, esa fue la hamaca; y con ella, la palabra utilizada para designarla. Diego de Alvarado recomienda su uso para el buen trato a los indios: «mandandoles dar de comer como dan en castilla a los trabajadores su almuerzo e comida e merienda e çena e buenas camas e hamacas en que duerman».63 Pedro Simón apunta que es «de manta de algodón […] y suele en tierras calientes ahorrar de llevar otras camas de camino»; la compara con el chinchorro y describe su éxito entre los españoles: «Y se acuestan a dormir en la red, assí dispuesta, los indios, especialmente en tierras calientes, y se están como columpiando, pues por poco movimiento que hagan del cuerpo se mueve de una parte a otra; invención, que no les a parecido mal a los españoles, y assí usan mucho della para lo mismo». La lengua española, que ha creado múltiples derivados de este sustantivo (hamacar, hamacada, hamaquear), sirvió además para su difusión a otras lenguas europeas como el francés (hamac), el inglés (hammock) o el italiano (amaca). El español dominicano conserva el indigenismo hico, o su variante jico, para designar a las cuerdas con las que se cuelgan las hamacas.
Gonzalo Fernández de Oviedo describe las naguas como «unas mantas cortas de algodón, con que las indias andan cubiertas desde la cinta hasta las rodillas»64 y Bernal Díaz del Castillo nos cuenta que «andaban los de Cuba con las vergüenzas defuera, excepto las mujeres, que traían hasta que les llegaban a los muslos unas ropas de algodón que llaman naguas».65 Simón lo describe como un «faldellín blanco de lienço que traen las mugeres en tierras calientes». Esta voz taína se difundió en el español peninsular para designar a la falda interior femenina; con la pérdida de vigencia de la prenda, la palabra comienza su declive.
Los indios llamaban cacona (ant) al jornal diario, en moneda o especie, que se les entregaba; las prendas de ropa solían formar parte de él: «que en la cacona que a cada yndio se oviere de dar sea prinçipal mente doss camisas: la vna de angeo para trabajar, y otra de lienço más delgado para las fiestas».66 Al parecer, esta costumbre está en el origen de que el término cacona, ya en desuso, desarrollara
en el español dominicano las acepciones de ‘levita’, ‘traje infantil de gala, utilizado especialmente para el bautizo o el entierro’, ‘canastilla que contiene las cosas necesarias para el recién nacido’ y ‘herencia legada por la madrina a su ahijado’.67
Con origen en la palabra botuto (ca) se conserva en el español dominicano la voz fotuto para designar a la caracola del lambí, voz de origen incierto, o cobo (ant), usada tradicionalmente en los campos como bocina. Rafael Moscoso incluye entre sus notas en el diccionario Indigenismos una relacionada con esta costumbre ancestral: «Un caracol jigante, que los campesinos (en Santo Domingo) usan como fotuto o guamo para anunciar a los vecinos de sus secciones que tienen carne a la venta. Los sonidos o modulaciones varían según la clase de carne que se expenda: de res o de cerdo».68 El uso de la caracola ha perdido vigencia y la denominación fotuto ha pasado a un instrumento de viento que produce un sonido similar y a un pequeño pito cónico de cartón.69
En el español caribeño coloquial se utilizan las palabras tereco o tereque (ant), generalmente en plural, como sinónimos de trasto, cualquier cosa que se considera poco útil o de poco valor.
Tirso de Molina, que vivió en Santo Domingo a comienzos del XVII, registra en su comedia La villana de Vallecas la voz antillana túbano, de uso común en el español dominicano para referirse al cigarro rústico. Tirso describe los manjares de una copiosa cena que, tras los postres indianos y castellanos, culmina con un buen cigarro: