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Entre los campos semánticos que más préstamos indígenas antillanos aportan está el referido a la flora, especialmente si la planta o el fruto tienen aprovechamiento para la alimentación o para la fabricación de enseres. Tal es el caso de las palabras bejuco (ca), maguey (ant) o majagua (t), y su variante damajagua (t), que designan arbustos cuyas fibras se utilizan para la fabricación de sogas y tejidos. Ampliamente nos describe Bartolomé de las Casas el aspecto y las aplicaciones del bejuco, incluida aquella de su utilización como purgante en la medicina tradicional indígena:

Otra cosa para purgar, no sé para qué enfermedades, hay en esta isla, y sospecho que debe ser para males de flema, y ésta es una correa o raíz, no porque esté debajo de la tierra sino que tiene su raíz debajo della y encarámase por los árboles de la manera de la yedra y así parece algo, no en la hoja porque no la tiene, sino en parecer correa y encaramarse como la yedra. Llamábanla los indios bexuco (la penúltima sílaba luenga). Pueden atar cualquiera cosa con ella como con una cuerda, porque es nervosa y tiene quince y veinte brazas y más de luengo. Generalmente hay muchos bexucos en todos los montes, y sirven para todas cosas de atar y son muy provechosos.90

Posible origen antillano tiene la denominación mabí (ant), referida a un arbusto y a la bebida fermentada que se elabora con su corteza, a la que se le llama además mabí de bejuco o bejuco de indio. 91 En cambio, de otras enredaderas con nombre prehispánico, como el bonday (ant), se consume el fruto, a pesar de su sabor amargo.

El término cabuya (ca) se refiere tanto a la planta como a la fibra que de ella se extrae, y a las sogas y cuerdas que con ella se fabrican; así nos lo cuenta Pedro Simón, que aporta además información sobre el uso de su cogollo como jabón o de sus vástagos como madera para la construcción de casas o como yesca:

Cabuya. Es lo mismo que soga, házese de un cáñamo, que se saca de las ojas de unas matas, que son la hechura de una sábila, pero muy mayores […]. Rematan en punta, son gruesas, y de mucha carnaza blanda, quitan aquella carnaza con unos palos, y sácanles las hebras que tiene dentro, que son al modo de las del cáñamo […]. Desto hazen las sogas, y toda suerte de servicio para el carguío, enjalmas, jáquimas, suelas de alpargates […]. Cogen el cohollo tierno, y sirve de jabón, y si no se lo quitan, echa un bástago tan crecido, que sirve de enmaderar las casas […]. Es la mejor yesca para encender lumbre, qye deven de aver hallado los hombres.

Se generaliza poco a poco la palabra cabuya para designar cualquier tipo de soga fabricada con fibra vegetal; así podemos deducirlo de las palabras de Pedro Simón: «También se hazen estas cabuyas de cortezas de árboles, en tierras calientes, que llaman mahaguas […]». En el español dominicano cabuya mantiene las acepciones históricas y ha desarrollado además varias locuciones de uso coloquial y popular que dan muestra de su vigencia. Para referirse a ‘complicar algo o hacerlo más difícil de comprender o de realizar’ o a ‘equivocarse, confundirse’ se utiliza la locución verbal enredar la cabuya; si se quiere llamar a alguien loco se le dice que está mal de la cabuya.

De la corteza fibrosa del daguillo o daguilla (ant) se extrae una fibra textil muy fina y entrelazada cuyo aspecto le ha granjeado el nombre popular de palo de encaje, según apunta Rafael Moscoso en Indigenismos. 92 Con estas fibras se fabrica una soga delgada que se conoce como daguita (ant): «Y en esta isla Española hacen

de cortezas de árboles, otro hilo, e cordeles delgados que llaman daguita, y este es el es mejor género de hilo de todos para alpargates e hamacas e otras cosas, e más recio que henequén e que la cabuya».

El término indígena antillano coaba, el actual cuaba, nombra a una especie de pino resinoso abundante en los montes dominicanos cuya madera supo aprovecharse para fabricar teas con que alumbrarse, como nos relata Gonzalo Fernández de Oviedo:

Muchos pinos naturales hay en esta isla Española, grandes y pequeños, todos inútiles en el fructo, pues que no llevan piñas sino vanas e muy chiquitas. […] Llaman los indios desta isla Española a este árbol o pino, coaba, e sírvanse mucho dél, en los ingenios del azúcar, desta leña, donde la tienen cerca, para farol o candiles con que se alumbran de noche para las madrugadas, para moler las atareas e ejercicios que se hacen antes que sea de día.93

En el español dominicano sigue llamándose cuaba a esta madera resinosa que, al prender con facilidad y mantenerse ardiendo, se utiliza como tea para iluminación; Emilio Tejera nos cuenta en su diccionario la costumbre de alumbrarse con hachos de cuaba que se colocan sobre una gran piedra chata en el centro de la habitación en las zonas donde abunda este árbol.94 Como nombre genérico también se utiliza cuaba para referirse a la madera del arbusto resinoso llamado guaconejo (ant), empleada también como tea, y cuya resina tiene aplicaciones en medicina tradicional.

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