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Suertes dispares
by CENTRO LEÓN
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Suertes dispares
Las denominaciones indígenas antillanas no siempre se impusieron. Su difusión acompañó en algunos casos a la de los frutos que nombran; en otros perdió terreno frente a otras palabras que designaban las mismas realidades, otros indigenismos o nuevos derivados patrimoniales; suertes dispares que hicieron que algunas se generalizaran en español y otras se limitaran a la variedad de su tierra de origen.
El sustantivo maní (t) compite en su difusión americana y española con cacahuete, de origen náhuatl. Pedro Simón, como acostumbra, nos lo describe y detalla sus usos culinarios y sus efectos: «Son unos granillos, que se crían debajo de la tierra en las rayzes de unas matas pequeñas, críase en unas vaynillas poco mayores que las de los garbanços, y sacados todos son casi como la medula de la avellama, hazen dél tostado turrón, y suple la falta que ay por acá de almendras y piñones. Si comen mucho, embriaga».
En el español hablado en la República Dominicana maní pervive como el único término para referirse a la planta y al fruto. Su derivado manisero, con la variante manicero, se usa para designar a la persona que se dedica a su venta ambulante. Prueba de su vitalidad es la locución coloquial ser un maní, para referirse a algo que es fácil de realizar o conseguir; o la fórmula a mí maní, usada para expresar que no se le da importancia a algo.
Entre los indigenismos antillanos que no tuvieron éxito en el español dominicano se encuentra papaya (ca), que, curiosamente, ha sido desplazado por el término patrimonial lechosa, derivado de leche, en referencia a la sustancia lechosa que desprende el tallo de la planta cuando se corta. Simón registra el indigenismo con su habitual capacidad de observación de las nuevas realidades americanas: