1984
100 años de una pasión
El largo sprint olímpico de José Manuel Abascal El Memorial Coliseum de Los Ángeles es un majestuoso recinto inaugurado en 1923 y que ya había sido escenario de los Juegos Olímpicos de 1932. Con capacidad para 77.500 espectadores, el estadio angelino volvió a ser la sede de los Juegos Olímpicos de 1984. Y es difícil imaginar una mejor ubicación para la consecución de la que iba a ser la primera medalla olímpica del atletismo español en pista, la segunda tras la lograda por Jordi Llopart en los 50 kilómetros marcha de Moscú 1980. El protagonista de esta gesta fue un espigado atleta cántabro de 1,81 metros de estatura y 67 kilos, nacido el 17 de marzo de 1958 en la localidad de Alceda. Su nombre, José Manuel Abascal. Dos años antes Abascal se había colgado la medalla de bronce en los 1.500 metros del Campeonato de Europa de Atenas 1982 y en ese momento ostentaba el récord de España de la distancia con un registro de 3:33.12. No obstante, su participación en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 estuvo pendiente de un hilo hasta el último momento, debido a que desde primavera había arrastrado unas molestias físicas que le hicieron entrar tarde en forma y las dudas no habían dejado de rondar por su cabeza desde entonces. Sin embargo, antes de la cita olímpica él mismo se encargó de despejar todas las sombras con una marca de 5:01.1 en un test sobre 2.000 metros realizado en la pista de La Albericia de Santander, nuevo récord de España de la distancia, y el mediofondista cántabro puso rumbo a la ciudad californiana. Una vez que se iniciaron los Juegos Olímpicos, Abascal se mostró en gran forma desde los primeros compases de la competición, dominando su eliminatoria de 1.500 metros con 3:37.68 y después la semifinal con 3:35.70. Tras demostrar su gran condición física en unas carreras tan exigentes, el corredor español se había conseguido situar entre los doce elegidos que iban a disputar una de las finales más esperadas de aquellos Juegos, rodeado por muchos de los mejores mediofondistas de una de las épocas más doradas de la historia del atletismo. Y el momento culminante de su actuación iba a llegar precisamente aquel 11 de agosto a las 18:55 horas (3:55 de la madrugada en España) que quedó grabado para siempre en los libros del atletismo español.
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Desde el mismo momento de la salida, Abascal comenzó a correr muy atento a las evoluciones de la cabeza de carrera. El ritmo era alto, bueno para el español, y se aceleró en la segunda vuelta por acción del local Steve Scott, que fue el primero en tensar la cuerda. El discípulo de Gregorio Rojo vio su oportunidad a falta de 600 metros para el final y lanzó un ataque largo y sostenido que fue pasando factura en algunos rivales como el británico Steve Ovett, el campeón olímpico de 800 metros en Moscú 1980 que en esta ocasión llegaba exhausto tras haber tomado parte en las cuatro carreras de 800 metros y en las dos eliminatorias de 1.500 metros, lo que hizo que terminase retirándose de la final. Mientras tanto, Abascal se llevó a los también británicos Sebastian Coe y Steve Cram pegados a su espalda, dos de los grandes favoritos que iban a terminar marchándose por delante. El cántabro entró en la recta de meta en posición de medalla de bronce, pero allí sintió el aliento del keniano Joseph Chesire, una de las grandes revelaciones de la prueba que poco a poco iba recortando su desventaja. Sin embargo, Abascal apretó los dientes y consiguió mantener su privilegiada posición hasta cruzar la línea de meta, donde por fin pudo alzar los brazos al cielo para celebrar la gesta que acababa de conseguir. Más de diez años de intenso trabajo y sacrificio habían merecido la pena. Este fue sin duda el gran momento de la trayectoria deportiva de José Manuel Abascal, que en años venideros siguió consiguiendo logros importantes. En 1985 protagonizó una serie de marcas espectacular, bajando cinco veces de los 3:33.00 en apenas 18 días. Comenzó bajando su marca personal hasta 3:31.69 el 13 de agosto en Barcelona y luego corrió en 3:32.52 en Zúrich (día 21), en 3:32.73 en Colonia (23), en 3:32.17 en Coblenza (28) para cerrar su serie con 3:32.86 en Bruselas el día 30. Una secuencia de marcas sencillamente espectacular. Luego lograría la medalla de plata en el Campeonato del Mundo en pista cubierta de Indianápolis 1987 o el triunfo en los 5.000 metros en la Copa de Europa de Praga 1987. También llevaría sus marcas personales hasta 3:31.13 en 1.500 metros (1986), 3:50.43 en la milla (1986) y 13:12.49 en los 5.000 metros (1987). Un atleta de leyenda olímpica que a lo largo de su carrera iba a terminar estableciendo nada menos que 14 récords de España entre aire libre y pista cubierta.