1985
100 años de una pasión
España, en la élite europea Once de agosto de 1985. Carlos Gil, director técnico de la RFEA, terminó remojado en la ría del Népstadion, una vez liberado de su pipa y de sus gafas. Los atletas españoles festejaban el soñado ascenso a la categoría A de la Copa de Europa. Había que ganar la final B en la capital húngara, y se ganó. Un hecho histórico. Veintiocho de junio de 1987. Carlos Gil vuelve a ser arrojado a la ría, ahora en el Estadio Rosicky. La alegría desbordante se debe a que España ha mantenido esa categoría suprema. Había que eludir el último puesto y se ha eludido con mucha solvencia. Un hecho aún más histórico. En 1985, la final B comenzó como acabó. En la primera prueba se impuso José Alonso en 400 metros vallas y en la última el relevo 4x400, con récord de España (3:04.04). Y entre el inicio y el final, seis victorias españolas en total y una lucha feroz que acabó con el ascenso a la superélite, la que enfrentaba a los ocho equipos más poderosos, en un formato que se abandonó en 2008. En la primera jornada también se apuntaron la victoria, por este orden, José Luis González en 1.500 y Ángel Heras en 400. España terminó tercera este día, con 52 puntos, a dos puntos de Hungría y a uno de Bulgaria. En la segunda jornada, la victoria de Colomán Trabado en 800 colocó a España en una primera plaza que reforzó Paco Sánchez Vargas al ganar sin oposición en obstáculos. A la última prueba, el relevo largo, la Selección llegó empatada a puntos con Bulgaria. Bastaba con quedar por delante, pero se venció. Comenzó muy bien Juanjo Prado, Antonio Sánchez puso al equipo en cabeza y mantuvieron la posición José Alonso y Ángel Heras. Dos años después, España debutó en la Final A. El primer español en competir en esta categoría fue Arturo Ortiz, en altura. Se esperaba que fuese octavo y terminó sexto. Dos puntos más que lo previsto. Buen presagio. Las estadísticas señalaban a España como octava y última, con billete de regreso a la Final B, pero una cosa son los números y otra cosa las pistas. Carlos Gil, director técnico, había planteado una jugada maestra: colocó en 1.500 a José Luis González, llevó al 5.000 a José Manuel Abascal e hizo debutar en 10.000 a Abel Antón. En la primera jornada, González y Antón respondieron con victoria. En 1.500 el alemán federal Dieter Baumann marcó el paso por los 800 (2:09.13) y los mil (2:41.26) y el británico Steve Cram, gran favorito, atacó a falta de 400 metros. González se fue tras él y le batió en una recta final apoteósica. La última vuelta de Pepe, en 50.5. Cram no perdía en 1.500 desde la final olímpica de Los Ángeles 1984.
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En 10.000, nueva carrera táctica, que venía bien a Antón. Aguantó los ataques finales y batió al italiano Salvatore Antibo. Los demás españoles arropaban las dos victorias compitiendo muy bien en general, aunque el 4x100 fue descalificado. La primera jornada terminó con España sexta empatada con Checoslovaquia, pero con 5,5 puntos por delante de Polonia. En la segunda jornada la batalla se centraba en superar a los polacos en cada prueba, o en perder los mínimos puntos posibles respecto a ellos. Y se fue consiguiendo poco a poco, de forma que España veía cada vez más cerca la permanencia. Y llegó Abascal para sentenciar. En los 5.000 metros tiró Antibo (2:40.99 en mil y 5:24.31 en el 2.000) y luego tomó el relevo el británico Tim Hutchings (8:16.07 en el 3.000 y 10:59.88 en el 4.000), pero el ataque final de Abascal fue demoledor, con una última vuelta en 54.0. Hutchings acabó aplaudiéndole desde el suelo. La Selección ya estaba a salvo. El milagro había sucedido. Al final, séptimos con 72 puntos, uno por detrás de Checoslovaquia, pero con nada menos que 16 de avance sobre Polonia. El baño de Carlos Gil y de los atletas en la ría estaba más que justificado.