1986
100 años de una pasión
Cinco medallas en el Palacio A mediados de los años ochenta el atletismo español progresó hasta altas cotas tras haber conseguido pisar el pódium de grandes eventos internacionales al aire libre y en pista cubierta y tras alcanzar la máxima división continental por equipos gracias a la gran actuación colectiva en la Copa de Europa disputada en 1985 en Budapest. En medio de aquella dinámica, la organización del Campeonato de Europa de pista cubierta de 1986 que iba a disputarse en el Palacio de los Deportes de Madrid se presentó como una magnífica oportunidad para que una excelente generación de atletas pudiera demostrar su calidad ante los mejores de Europa. La capital española ya había organizado el certamen europeo en 1968, entonces bajo el nombre de Juegos Europeos, y en esta segunda oportunidad la competición iba a dejar un gran sabor de boca en el país anfitrión, tanto por la actuación de los atletas españoles como por la calidad de las marcas conseguidas durante los dos días de competición. El equipo español estaba integrado por 34 atletas, 22 hombres y 12 mujeres, con un balance final de 5 medallas y 10 finalistas. Y entre todos ellos, destacó de manera muy sobresaliente la actuación de dos atletas como Javier Moracho y José Luis González. Por un lado, el vallista Javier Moracho demostró su carácter competitivo sobre la rápida pista central del Palacio. En la final de los 60 metros vallas realizó una salida prácticamente perfecta y desde los primeros compases se situó en cabeza. Sin embargo, en la última valla tropezó de forma aparatosa y se desequilibró un poco, lo que posteriormente le costaría una lesión en cada pierna. Pero este traspiés no fue obstáculo para que Moracho se lanzara sobre la línea de meta como un felino y consiguiera proclamarse vencedor con un registro de 7.67 por delante del italiano Daniele Fontecchio y del alemán oriental Holger Pohland. “Me hubiera roto el cuerpo entero si hubiera hecho falta”, declararía después el oscense, feliz por lograr el mayor éxito de su carrera. Testigo de excepción de la gesta de Moracho en Madrid fue su gran rival doméstico durante aquella época, el catalán Carlos Sala, que conquistaba en el Palacio de los Deportes la cuarta plaza con 7.74. Gracias a su rivalidad con Moracho, juntos escribieron algunas de las páginas más bellas de la historia de las vallas en España. El otro gran protagonista en aquel Europeo de 1986 fue José Luis González, del que estamos hablando largo y tendido en varios capítulos de este libro, y que en esta ocasión sumó una nueva medalla de oro a su ya
114
largo historial tras imponerse con claridad en los 1.500 metros con 3:44.55, en una final que el madrileño José Luis Carreira completó el éxito para el atletismo español con un magnífico segundo puesto con 3:45.07. Junto a ellos, las otras dos medallas que consiguió la selección española correspondieron a José Alonso Valero, plata en los 400 metros con 47.12 por detrás del germano Thomas Schoenlebe, y Colomán Trabado, también medallista de plata en los 800 metros tras el germano occidental Peter Braun. En medio de la tendencia positiva con la que comenzábamos la narración de este momento, el equipo español presentó también a jóvenes prometedores como Jesús Oliván, un chaval de diecisiete años nacido en Aranjuez (Madrid) que solo unos días antes había sorprendido al mundo saltando 8,00 metros en el Encuentro Internacional España-Reino Unido, mejor marca europea júnior de aquel año. En aquel Europeo de Madrid el joven Oliván consiguió clasificarse octavo con 7,82 metros, en una prueba en la que el plusmarquista nacional Antonio Corgos luchó por las medallas hasta el final, pero en la que finalmente solo pudo finalizar en cuarta posición con 8,12 metros, nuevo récord de España bajo techo. En categoría femenina la española más destacada fue Asunción Sinobas, que consiguió la sexta plaza en los 1.500 metros. El Campeonato deparó también marcas de altísima calidad a nivel internacional, como por ejemplo el récord del mundo de triple salto en pista cubierta a cargo del soviético Maris Bruzhiks (17,54 metros) o la plusmarca mundial de 60 metros conseguida por la holandesa Nelli Fiere-Cooman (7.00), quien puso a prueba la rapidez de la recta central madrileña. En definitiva, un Campeonato inolvidable.